MAFER.
Me siento en una banca desolada, ya no puedo aguantar más la ganas de llorar y dejo escapar las lágrimas para que recorran mi mejilla en silencio.
Siento mi corazón un poco más desahogado y mis lágrimas han dejado de resbalar. Miro el hermoso cielo nocturno; hace mucho frío y mi vestido es de tirante y muy descubierto.
El anillo brilla con la luz de la luna, es una anillo muy lindo (suelto un suspiro) lástima que no fue dado de una linda manera. Siento algo cálido en mi fría piel, por su forma es una mano y rápidamente la agarro y me pongo de pie. No suelto la mano y miro el rostro de la persona...
¡¡Él!!
—¡¡Tú!! —exclamo al verlo.
Es el señor amargado, es el mismo hombre del bar. ¿Qué hace aquí?
—¡¡Imposible!! —exclama, su ceño está fruncido y su mirada asesina es notable.
—¿Qué quieres? —pregunto.
Él se queda en silencio, pero no deja de mirarme..., su mirada me está incomodado demasiado, además no hay respuesta a mi pregunta; lo mejor será irme, ya que lo que menos quiero ahora es tener problemas. Doy unos pasos y camino por su lado, pero él me agarra del brazo y me jala de un solo quedando frente a él.
—¡¿Lo sabías, verdad?! —pregunta furioso.
Su miraba es oscura y llena de odio; este hombre me quiere matar con la mirada, mejor dicho: me está matando con la mirada.
—¿De qué hablas? —lo miro desconcertada y me aprieta más duró. Lo observo aterrada. —¡¡Suéltame que me estás lastimando!! —exclamo.
Él me está apretando fuertemente el brazo y me quiero defender, pero no estoy en mi mejor momento; me siento débil ante su temible presencia. Alzó mi mano para empujarlo, pero él la agarra y me la aprieta.
—Lo sabías, ¡¿verdad?! ¡¡Dímelo de una maldita vez!! —grita.
¿Qué hice? ¿Qué quiere saber?
—¡¡Auch!! —me quejo ante el dolor de su agarre, porque a cada segundo me aprieta más fuerte. —¡No sé dé que me estás hablando! —grito.
Trato de zafarme de su agarre, pero me es imposible.
—¡No te hagas la tonta, mocosa! Dime cuanto quieres para que te largues lejos de mi vista —dice con los dientes apretados.
—¡No sé dé que hablas! ¡Suéltame, me estás lastimando!
Su mirada se vuelve más oscura y mis piernas flaquean; me siento acorralada y demasiado intimidada, esta vez si tengo miedo de lo que me puede llegar a hacer.
—¡¡Mael, suéltala!!
—¡¡Vete de aquí Ismael, esto es entre ella y yo!!—anuncia.
Mi pecho sube y baja, y mi respiración se ha vuelto muy pesada. Estoy segura de que yo no he hecho nada, yo soy inocente de todo.
—¡¡Te dije que no la tocaras!! —exclama enojado
No sé que diablos está pasando, necesito que alguien me explique.
Observo bien al chico que me está defendiendo… y me doy cuenta de que es el mismo chico que conocí hace meses atrás.
—¿Sabes lo que está pasando? —pregunta lleno de cólera.
—Lo se Mael. Ahora suéltala, no seas un animal, la estás lastimando —pide más calmado.
Él me da una última mirada y me empuja de un solo; me hubiera golpeado bien duro, pero logro mantener el equilibrio. Veo mi brazo y la muñeca de mi mano, están rojas... él casi me arranca mis extremidades.
—¡¿Estás bien?! —pregunta Ismael acercándose a mí.
—Si —susurro.
—Dime, ¿cuánto quieres para que te largues lejos de mi vida? –me vuelve a preguntar.
Decido ignorar al señor amargado y dirijo mi mirada a Ismael.
—Ismael, ¿de qué rayos está hablando este tipo? —pregunto por qué estoy confundida.
—¿Acaso no lo conoces? —pregunta incrédulo.
Dirijo mi mirada a Mael (porque así se llama) y él me sigue mirando con rabia.
—Sí. Yo tuve un problema con él en un bar... ¿Por qué? —mi mirada exige repuesta.
—Mael, ella al parecer no saber nada de ti —le dice en tono relajado.
—No le creas a esta mocosa, ella sabe actuar muy bien; aunque yo no le creo su papel de inocente —sus palabras están lleno de odio.
—¡¿De qué rayos están hablando?! ¡Qué tengo que ver con ustedes! —exclamo frustrada.
—Mafer… ¿Tú te casaste hoy día? —me mira atento.
Frunzo el ceño.
¿Cómo él lo sabe? ¿Cómo sabe que me case? Me pregunto en mi mente.
—No —niego rápidamente, este matrimonio se mantendrá en secreto.
—¿Por qué mientes? Estas con un vestido de boda —cuestiona.
—No debo dar detalles a desconocidos sobre de mi vida privada —replico.
—¿Se lo dices tú, o se lo digo yo, Mael?
—¡Haz lo que quieras! Igual no le creo ni le creeré nada de lo que dice esa mocosa —cada vez me confundo más.
No sé cómo él sabe de mi boda, si eso solo lo sabe mi familia y la familia de don Rigoberto...
¡¡No!! ¡¡Él no...!!
Abro mis ojos como platos al percatarme de lo sucedido.
—¡Acaso! —lo señalo.
—Sí. Mael es tu esposo —todo el peso del mundo cae sobre mí.
—¡¡Quééé!!
Esto no puede salir peor, mi esposo es el señor amargado ¡¿Qué voy a hacer?!
—Esto es una broma, ¿verdad? —río con nerviosismo.
—¿El señor Rigoberto no te dijo nada de Mael? —niego—. ¿Qué te dijo? —me pregunta Ismael.
Le doy una mirada a Mael y él me la devuelve, pero con una frialdad que me congela hasta la vida. Además, todavía no salgo de mi estado de asombro y asustada a la vez.
—Él solo me dijo que me casaría con su nieto —declaro.
—Te creo. El señor Rigoberto es capaz de cualquier cosa para que ese matrimonio se realizara, así omitiera no decirte nada de tu esposo.
Quiero irme, pero no sé cómo, además él ambiente esta bien tenso. Mi celular suena… ¡¡Gracias Dios!! (al parecer me escucho) veo quien me llama y es Majo.
Inicio de llamada.
—Mafer, ¿conociste a tu esposo? —pregunta en susurro.
—Si —miro de reojo a Mael.
—Es muy apuesto —manifiesta.
—Talvez.
Para mí no es lindo, es horrible, y con esa amargura que tiene opaca cualquier cosa buena que tenga.
—Mafer, regresa que a de hacer frío afuera.
—Ya voy —aseguro.
Vuelvo a mira de reojo a Mael, pero él se da cuenta así que desvío la mirada.
Fin de la llamada.
—Me tengo que ir —comunico.
Ismael asiente y Mael me ignora, camino y paso en medio de los dos.
—No te hagas ilusiones por este matrimonio, de mí no obtendrás nada de amor… solo odio —argumenta.
Trago grueso. Sus palabras son muy claras, y todavía me lo dice con una voz ronca y seria que me hace estremecer. Tengo pregunta hecha por la Mafer valiente y también la respuesta de la Mafer débil y llorona.
¿Tienes miedo Mafer?... Definitivamente, lo tengo, porque no sé que es espera. ¿Quieres llorar?... Sí. Si quiero llorar, porque me siento vulnerable a su lado. ¿Te lastima sus palabras?... Obvio que me lastiman, no tengo un corazón de hielo.
Tengo muy en claro que él únicamente sentirá odio por mí, pero no debería restregarme su odió en la cara, porque sé muy bien el desprecio que siente hacia mí.
—Lo sé. Te comunico que el sentimiento es mutuo, yo también siento odió por ti...; y no te asuste, yo nunca me harías ilusiones contigo —manifiesto muy segura de mis palabras.
Ambos nos odiamos, pero tendremos que aguantarnos (especialmente yo, ya que hay un contrato). Vamos a estar casado por cinco años y al final uno de los dos tendrá que ceder ante la actitud del otro, y espero no ser yo. Sigo mi camino y entro al hospital.
MAEL.
—¡No te atrevas a tocarla nuevamente! —exclama enojado por mi actitud.
—¿Tanto te atrae para defenderla así? —espero su respuesta.
—Si, y te dije que no te atreviera a hacerle daño y casi le arrancas el brazo de lo fuerte que la estaba apretando.
—No me molestes… No puedo creer que habiendo tantas mujeres en este mundo tiene que ser justamente ella.
—No te preocupes, me encargaré de que ella se divorcie de ti —me da una sonrisa ladina.
—¿Tú crees que el abuelo lo permitirá? —sé cómo es el abuelo, él no permitirá ese divorcio.
—El señor Rigoberto talvez no permita el divorcio por parte tuya, pero por parte de ella no creo que lo pueda impedir. Además, este matrimonio fue obligado y debe de haber algo de por medio, porque no considero que ella te ame y por eso acepto casarse contigo; como buen amigo que soy me ganaré su corazón y haré que se divorcie de ti —termina sus palabras con una radiante sonrisa.
Ismael tiene razón, este matrimonio fue obligado y ella tuvo un motivo para aceptar este matrimonio.
—Haz lo que quieras Ismael.
—Aquí ganamos ambos Mael: tú quedarás libre, y yo me quedaré con ella. ¿No es maravillosa mi idea?
Me doy la vuelta y decido ignorar su pregunta. Camino hacia el hospital, no quiero tener problemas con el abuelo.
MAFER.
Llego a la sala y no hay noticias de Magi; me quedo en una esquina recostada y casi enseguida llega Mael e Ismael, mi mirada choca con la fría mirada de Mael y la desvío.
Sigo ansiosa esperando que el doctor salga a dar buenas noticias… Siento el peso de una mirada encima de mí, y no es preciso ver para saber quién es, me hago la disimulada ante su pesada mirada.
NARRADOR.
Todos estaban en la sala de espera, los minutos se hacían eterno por la preocupación y la falta de noticia.
Mael estaba furioso al saber que Mafer era su esposa y trató de disimular que todo estaba bien por Rigoberto. A Ismael no le agrado la noticia, ya que se había interesado en Mafer, pero haría todo lo posible para que se separara de Mael, puesto que él la odia.
El doctor apareció, Mario, Maria Gracia, Majo, Maluli, Rigoberto y Mafer se acercaron al él esperando que la operación hubiera salido bien.
—Doctor, ¿cómo está mi hija? — preguntó Maria Gracia.
—La operación fue un éxito, ella logró soportarla —la felicidad invadió a la familia Castillo —. Maria Gisel estará en observación por 24 horas para dar un diagnóstico más conciso, pero Maria Gisel es una niña muy fuerte, pasó la prueba más difícil que fue soportar la operación, estoy seguro de que su cuerpo le dará una buena bienvenida a la medula donada.
Maria Gracia se acercó a Mafer y la abrazo fuertemente, ella correspondió con una pequeña pero cálida sonrisa.
—Todo es gracias a ti —susurró agradecida.
—Es mi hermana, y haré cualquier cosa por su bienestar —expresó Mafer.
La familia Castillo se abrazaron entre sí. Aunque no todo era felicidad, ya que Maru no estaba con ellos, pero él que Magi hubiera resistido la operación apaciguaba el dolor.
—Mis niñas, es hora de que se vayan a casa. Maria Gracia y yo nos quedaremos y le avisaremos cualquier cosa de Magi —ordenó Mario y las tres hermanas asintieron.
—Está bien papa —respondió Maluli.
—Cualquier cosa nos avisan —solicitó Majo.
—Todo estará bien papá —dijo Mafer alentando a su padre.
Majo miró a Mafer y se dio cuenta de que su brazo estaba rojo, ella se acercó a su hermana y agarro su brazo con delicadeza.
—Mafer, ¿qué te paso en el brazo? —todos miraron a Mafer ante la pregunta de Majo.
La piel de Mafer era algo delicada, un golpe o un apretón le dejaba marcas rojas hasta ponerse morado como un moretón.
—… Eh…. Es que me pegue con un árbol, pero estoy bien —mintió por qué no quería tener más problemas.
—Debes tener más cuidado, sabes como es tu piel y ese te puede quedar morado —sugirió Maluli.
Mael solo se quedó en silencio, ya que él que le causo esa marca; aunque le pareció extraño que ella no lo delatara.
—Mañana estaremos aquí muy temprano —anuncia Maluli.
—Señor Rigoberto y familia, gracias por estar aquí acompañándonos, que tenga buenas noches — Manifestó Majo, agradecida por la ayuda que él le ha brindado.
Las hermanas estaban listas para irse, pero la voz de Rigoberto las detuvo.
—Mafer, tú ya esta casada y debes irte con tu esposo, además el vino a verte —declaró Rigoberto, provocando que Mafer tratara grueso.
—Don Rigoberto… creo que no es momento indicado, yo debo quedarme con mis hermanas en casa —manifestó Mafer.
—Ella tiene razón abuelo —opinó Mael.
Mario se sentía mal por su hija, él se echaba la culpa de todo, ya que su hija tenía que estar atada a alguien que no amaba.
—¡Pero Mael, tú eres su esposo! Además, ya están casados y es normal que conviva juntos para que se vayan acostumbrando a vivir bajo el mismo techo —replicó molesto.
—Pero ... — Mario iba a hablar, pero fue interrumpido.
—No te preocupes por nada Mario, mi nieto es gay... ¿No es así, Mael?
Los Castillo se quedaron sorprendidos por el anuncio de Rigoberto; Mael maldijo para sus adentros, mientras pensaba una respuesta.
¡Que desperdicio! —pensó Majo.
¿Cuándo dejarás de comportarte tan ridículo, Mael? — Cuestiona Galletana.
—Se equivoca señor, Mael no es gay, él le mintió —confesó Ismael.
Ismael no iba a permitir que Mafer se quedara sola con Mael. Él estaba seguro de que Mael la odiaba y le haría la vida de cuadrito. Tampoco quería que Mafer creyera que él era gay, después ella no lo vería como hombre; porque si Mael mentía que era gay él quedaría como su novio, y no quería darle una mala impresión a Mafer.
—Ya lo sabía, conozco a mi nieto y sé que no tiene esos gusto —aseguró Rigoberto esbozando una sonrisa.
Mael apretó los puños de sus manos, Ismael lo había delatado y su abuelo se burlaba de él en su cara, por querer librarse del matrimonio la había embarrado mintiendo, pero ya había sido descubierto.
—Es verdad, no soy gay, mentí... Lo mejor es que ella se quede en la casa de su padre —opinó Mael.
—¡¡Mael, es tu esposa!! — exclamó Rigoberto enojado.
Mafer vio la situación, y soltó un suspiro para sí misma; no quería hacer un escándalo en el hospital, ella ya no quería problemas.
—Don Rigoberto…, no se preocupe…. —ella observó a Mael —, me iré con mi esposo, pero iré a casa de papá por mis pertenecía —Rigoberto se acercó a Mafer y tomo su cara entre sus manos.
—¡Oh, Mafer! Tú eres más razonable que el majadero de mi nieto, no me equivoque contigo, eres la mejor para ser su esposa —dijo para abrazarla.
Rigoberto quería que Mael fuera feliz, después de lo que ocurrido con Judit, Mael no quería tener nada serio con una mujer, y antes de irse él quería que su nieto se case, porque por cuenta de Mael, nunca lo haría. Rigoberto se separó de Mafer, y ella solo le dio una sonrisa.
A Ismael no le agradó para nada la idea de ello convivieran juntos, temía por Mafer, ya que Mael no tenía una linda actitud. La familia Castillo prefirió callar ante la decisión de Mafer, Galletana no dijo nada, pues, ya está harta de la situación.
—Mael, olvide de decirte que la casa de tus padres ya esta lista para recibirte —le comunicó muy sonriente.
Mael no había ido a la casa de sus padres desde que murieron, después de casi 20 años iría nuevamente, pero según él con “una mala compañía”.
—Entendido —respondió sin nada de ánimo.
—Mafer…. Mael te llevará a tu casa, y luego se irán a su casa —declaró Rigoberto feliz.
—Si —dijo con nerviosismo.
Mafer no sabía lo que le esperaba al esta a solas con Mael, tampoco sabía si dormirán en la misma habitación, y lo que más le preocupaba era que Mael le pidiera sus derechos de esposas.
Rigoberto tenía 74 años y conocía la mirada de una persona, él se acercó a Mafer y se lleva un poco lejos de los demás.
—No te preocupes por Mael, él será un hombre frío, pero no es un depravado, él te respetará y no te obligará a nada.
Mafer abrió los ojos como platos al escucharlo, y se preguntaba a sí misma: '¿Acaso se me nota mi nerviosismo? Pensé que estaba disimulando bien'.
—Gracias por la información—le sonrió agradecida.
—Lo mejor es que se vayan, Mael vino de hacer un viaje y a de estar cansado.
—Comprendo.
Ambos regresaron hacia donde estaban todos. Mafer se acercó a sus hermanas para irse, pero su padre la retuvo.
—Mafer, necesitamos hablar.
—Está bien papa —Mario y Mafer se alejaron de resto —... ¿Qué me quieres decir, papá?
Mario ya no podía más, y sus lágrimas se hicieron notar, al ver a su padre llorando el corazón estrujo a Mafer.
—Perdóname hija, soy un mal padre.
—No digas eso, papá —Mafer lo miró con ternura.
—Hija, prácticamente te vendí a un hombre y ahora no sé lo que pasará contigo.
—Papá, sabes que no fue así, tú no me vendiste, y si así fuera, era lo mejor con tal de salvarle la vida de Magi.
—Mafer, tengo miedo de que te obliguen a hacer algo que no quieras.
—Papá, sabes que nunca me deje de nadie, sabes lo rebelde que soy, y que esas canas que se ven son por mi culpa, él no me pondrá un dedo encima….; no soy de su agrado, además, este matrimonio solo durará cinco años y el tiempo se pasa volando, no tienes nada de que temer —asegura Mafer.
—Con más razón Mafer, si tú no le agradas tu vida será un infierno a su lado…. Hija, me duele esta situación.
—Papá, nada más estoy casada, no es nada del otro mundo…. Además, lo importante aquí es que Magi se recupere y que la empresa se levante, no hay por qué estar triste por mí.
—Mi hija, mi niña, te amo tanto —Mario abrazo a la tercera luz de sus ojos.
Ellos dejaron de abrazarse y fueron donde estaba el resto. Las hermanas se despidieron y se fueron del hospital junto a Mael e Ismael.
MAFER.
Llegamos a casa, subo a mi habitación y comienzo a arreglar mis pertenecía, meto mis tenis en un bolso, agarre la maleta más grande que tengo y meto mi ropa. Me quito el vestido y me pongo algo más cómodo, me desmaquillo y recojo mi cabello en un chonguito. Coloco el bolso encima de la maleta y salgo de mi habitación, no quiero que Mael se enoje porque demoro mucho. Bajo y mis hermanas están en la sala esperando por mí.
—Mafer —me llama Maluli triste.
—Estoy bien, no se preocupen…, saben como soy —digo fingiendo felicidad, cuando realmente estoy preocupada; no sé que va a pasar conmigo.
—Te cuidas si, y nos tienes que venir a visitar, no te has ido y ya te extraño —declara Majo.
—Mañana nos vemos en el hospital —digo y me despido de ellas y salgo de mi casa. El chófer agarra mis pertenecía y las guarda en la cajuela.
Inhalo un poco aire e ingreso al auto, tomo asiento al lado derecho. Mael está en su computadora, y eso me llena de alivio, así evito momento de mala vibra.
—Mafer —me llama Ismael.
—Si —le doy una mirada alegre, que no es fingida, porque Ismael ha sido muy amable conmigo a pesar de que solo nos hemos visto dos veces.
—Jamás pensé que te volvería a ver —manifiesta.
—A decir verdad, yo tampoco —confieso y reímos.
El haber hablado con Ismael me ha hecho sentir mejor, hablamos de cierta cosa de mi vida y él me contó de la suya. Él es dueño de una empresa de videojuegos llamada: "Gamedex".
El auto estaciona frente a una casa grande y hermosa, es color blanca, y tiene vidrio en ciertas partes, justo como a mí me gustan las casas.
—¡Es hermosa! —no dejo de ver la maravillosa casa.
—Me alegra que te haya gustado, puedes venir cuando quieras, esta es tu casa también —dice Ismael, ante mi comentario en voz alta.
Siento una mirada penetrante mis hombros.
—Gracias —no voy a prestar atención a esa mirada.
—Cuídate mucho Mafer, y cuándo necesites algo no dudes en buscarme —asiento con una pequeña, pero sincera sonrisa.
Ismael sale del auto. —Ismael, si Gustavo pregunta por mí dile lo ocurrido —pide, el amargado.
—Lo haré —le da una sonrisa.
Ismael camina hacia su casa y el auto arranca, para no mirar a Mael, observo todo el camino hasta llegar a mi nuevo hogar (Hasta que dure el matrimonio). Llegamos a la casa y es hermosa, es más grande que la de papá, es color pastel dando a rosa, la piscina es más grande que la que se encuentra en la casa de papá; el que diseñó está casa hizo un maravilloso trabajo, es una obra de arte.
Escuche la puerta cerrarse del auto; Mael ya ha salido. El chófer abre la puerta, y salgo rápidamente, porque Mael ya está ingresando a la casa. El chófer agarra mis cosas y me hace seña para que siga a Mael.
Sigo a Mael, él entra a la casa y ante que la puerta se cierre la detengo con mis manos y entro. Si la casa por fuera es hermosa, por dentro es preciosa, su decoración, los cuadros, la figura, las escaleras, lo muebles y resto de cosas linda que ahí, hacen relucir magníficamente; esta bella casa, la persona que la decoró tiene muy buen gusto.
Mael sube la escalera derecha sin mirarme, y una señora se pone delante de mí.
—Buenas noches, señora —dice la señora de uno 50 años.
—Buenas noches —respondo el saludo y observo a Mael ingresar al pasillo derecho.
—Disculpe al joven Mael, según lo que me comunicaron…., él suele ser serio a veces — ¿Suele? Siempre debería decir; desde que lo conozco tiene el mismo sello de amargura en la cara.
—No se preocupe, ¿cómo se llama?
—Soy Flor, para servirle señora.
**Que persona más agradable.
—No me diga señora, solo Mafer o señorita —le pido con amabilidad.
Este matrimonio es una farsa, ni yo lo amo, ni él a mí; por eso no es preciso el "señora".
—Si señorita —ella mira sobre mis hombros, giro mi cabeza y veo al chófer —. Carlos, lleva las pertenecía de la señorita a la primera habitación del pasillo izquierdo.
—Si, con su permiso, señora —asiento con una sonrisa.
—El señor Rigoberto me comunico que dormirán en diferentes habitaciones, así que le prepare una, espero y sea de su agrado.
—Gracias.
Me siento mejor al saber que no voy a dormir en la misma habitación que la de él.
—¿Quiere algo de cenar?
—No gracias, únicamente quiero dormir, he tenido un día muy pesado —manifiesto con cansancio.
—Qué descanse, señorita Mafer.
—Igualmente Flor.
Subo la escalera izquierda, doy unos pasos hacia mi habitación, y Carlos sale de ella.
—Que tenga buenas noches, señora.
—Gracias —tanto Flor como Carlos son muy agradable, pero no puedo decir eso de Mael.
Entro a la habitación, y es más grande que la mía, la cama es de tres plazas, lo cual me encanta; la habitación esta pintada de color pastel, un color muy bonito como el de mi antigua habitación que era rosado.
Me siento y el colchón es muy cómodo, dejo caer mi cuerpo y cierro los ojos... Me adentro en el mundo de los sueños, pero he relacionado con tiempo y me pongo de pie, porque tengo que lavarme el cuerpo.
Abro mi maleta y saco un conjunto melón, es una pijama y un suéter, puesto que hace frío por el invierno. Entro al baño y como toda la casa es hermosa, el baño también, es bien elegante, lleno de mucha clase. Quiero darme un baño relajante en la tina de baño, pero ya es muy tarde, así que únicamente me dedico a lavar mi cuerpo.
Después de unos minutos salgo de baño y me acuesto en la cama y poco a poco me entrego al sueño.
Me levanto, veo la hora... son las 3 de la mañana, y mi estómago suena; tengo hambre. No sé que hacer, o espero a que amanezca, o voy a comer algo... No voy a poder resistir hasta que amanezca, así que mejor voy a buscar algo a la refrigeradora.
Me pongo de pie, salgo de mi habitación y trato de no hacer bulla; bajo la escalera y voy a la sala, trato de localizar el comedor…, y lo veo al fondo.
Voy hacia el comedor y busco la cocina, entro al comedor y veo una entrada y estoy segura de que es la cocina, ingreso y acerté. Camino hacia la refrigeradora y saco la leche (ya que es lo primero que veo), busco una olla pequeña para calentarla; lo bueno es que si sé cómo prender la cocina.
En mi intento de ser cocinera aprendí a utilizarla y me di cuenta de que mi único don en la cocina es comer.
Pongo a calentar la leche a la más alta temperatura, y rápido está. Apago la cocina, tomo la manija de la olla y la llevo donde están los vasos, me sirvo la leche que no está tan caliente y comienzo a tomarla, creo que esto calmara mi hambre.
Tomo mi leche tranquila, y me sorprendo al ver una mano. Me doy la vuelta de un solo y escupo todo lo que tengo en la boca del susto al darme cuenta de quien es, y la distancia que no separa.
—¡¡Señor amargado!!
~cerezos ★