Ya estaba segura de algo, el señor conejo me había ignorado por más de 5 días. Ya no me faltaba nada para terminar mi viaje, era sábado y estaba de nuevo en la fila, comprando el boleto para su función.
⎯¿Dos boletos? ⎯me preguntó, negué con mi cabeza.
⎯Uno, vengo sola. ⎯no estaba muerta de vergüenza, más me sentía ardida por ser ignorada por el señor conejo.
Con mi boleto en la mano, y la risotada irrespetuosa del vendedor fuera. Me dispuse a sentarme en primera fila, cruzando mis brazos y con mis cejas arrugadas.
“¿Cómo había podido ignorarme así?” pensaba, mientras mordí mis uñas. Estaba impacientándome.
⎯¿Señora, podría darle el lugar a mi hijo? ⎯me hablo una señora, el niño me señalo.
⎯¡Mamá, dile a la vieja que vaya al fondo! ⎯”vieja” eso resonó en mi mente.
⎯Disculpe ⎯dijo viéndome apenada⎯, ¡Cállate, Bryan!
⎯Lo siento.
Me levante del asiento y vi hacia el escenario, observe mi boleto y suspire como una idiota.
¿Qué estaba haciendo? Había pasado esos últimos cuatro días yendo a cada función, definitivamente le ofendí. Debía dejarlo pasar, me estaba volviendo pesada.
⎯Esto… ya se termino. Lamento no poder contarle al señor conejo, como fracaso nuestra amistad. ⎯camine hacia la puerta, al parecer los boletos se habían acabado.
Afuera, observe a una niña que tomaba la mano de su madre, estaba por comenzar a llorar.
La madre se acerco al vendedor.
⎯No nos quedan más entradas. ⎯le dijo de inmediato.
⎯Hemos tardado mucho en este viaje, tengo el dinero. Mi hija debe verlo, por favor.
⎯No puedo hacer nada, señora. ⎯el vendedor se cerró completamente.
Sin embargo, la señora continúo insistiendo y de fondo su niña estaba llorando. Me recordó a la primera vez que conocí el lugar. Vagamos por horas con mi madre, hasta llegar a este sitio y no quedaban más entradas. Pensábamos que el día terminaría sin ver esa función, aunque eran diferentes conejos… señores.
El señor conejo salió a recibirnos, emocionada me había lanzado a abrazarle. La mejor atracción del lugar… apreté el boleto en mi mano.
Camine hacia la niña y me arrodille ante ella, me vio deteniendo su llanto.
⎯¿Cómo te llamas? ⎯le pregunte, había quedado asombrada ante mí.
⎯Anna. ⎯me contesto.
⎯Sabes Anna, tengo un boleto de más y ya soy un poco grande para entrar ¿Te gustaría ir por mí y saludar al señor conejo de mi parte? ⎯sus brillantes ojos azules resplandecieron aún más, la niña me dio una abrazo.
⎯¡Muchas gracias! ¡Muchas gracias! ⎯me dijo sonriendo, abrazándome con fuerza. Quizás con la misma con la que abrace al señor conejo esa vez.
⎯No hay de qué. ⎯acaricie su cabello, su madre se acerco a nosotras. Anna me soltó de a poco y cogió la mano de ella, vi como sus bucles rubios se mecieron en el viento.
⎯Mami esta chica me regala su boleto. ⎯le dijo emocionada, su madre me miro confundida.
⎯¿Habla en serio? ⎯me pregunto, a lo que yo respondí con una sonrisa.
⎯Es un buen conejo, creo que vale la pena que todo niño lo vea. Yo ya no soy una niña.
Su madre me abrazo también, me agradeció en el oído y me dijo que me devolvería el favor la próxima vez que nos veamos.
Pasaron juntas, el vendedor cedió rápidamente.
Me sentía feliz por mi buena acción, pero a la vez tenía una aflicción en mi pecho. Esa era mi última función, debía regresar mañana y no tendría tiempo para ir otra vez, se había acabado.
De igual forma, iba a seguir intentando en medio año. Camine hacia el Host Club, me senté en la mesa e indique mi mismo plato principal, vi a Nicolás en frente de mi y suspire.
⎯¿Qué pasa, amor? ⎯me pregunto, mientras se aferro de mis manos.
⎯No es nada. Bah si lo es, no he podido ver al señor conejo. ⎯incline mi cabeza de costado, recordando sus bailes estúpidamente ridículos.
⎯Eso… debe ser difícil. ⎯por supuesto, le vi de reojo y contenía su risa. Definitivamente creía que la idiota era yo.
⎯Quiero divertirme, Nicolás ⎯le dije tomando su mano⎯. ¿Podrías recomendarme un lugar?
⎯Te diría que te quedes aquí conmigo, pero ⎯se detuvo, mire su sonrisa y luego apretó mi mano⎯, los sábados por la noche tenemos una fiesta ¿Quieres ser mi acompañante?
Me sorprendí ante su proposición, eso no era algo común. Sin embargo, ya sabía a dónde íbamos, seguramente debía pagarle.
⎯Lamento esto, pero ahora mismo no tengo ánimos. ⎯le dije.
⎯Si estas pensando en que debes pagar, te equivocas. Quiero que seas mi acompañante esta noche ⎯acerco mi mano a sus labios⎯. ¿Te gustaría?
⎯Si estás seguro de que no debo pagar. ⎯sonreí, Nicolás me hacía sentir bien.
Aunque me hacía sentir así, era el sitio en el que ahogaba mis penas con té. El tiempo pasó rápido, así que me fui al hotel a alistarme para regresar al lugar.
*.*.*.*.*
Ya era pasando medianoche, Nicolás me dijo que iría por una bebida y aún no regresaba. Sostuve uno de los sándwiches en mi mano, girándolo y dejándolo de nuevo en el plato.
Estaba en el salón principal: había una pista de baile enorme, lugar de mesas y comida, entre otras cosas. La gente vestía de gala, me había asegurado de eso antes de venir, tenía un vestido apretado a mi cuerpo de color negro y mi cabello agarrado en una cola de caballo.
Me inclinaba en la silla mientras esperaba, la velada más aburrida de mi vida apenas comenzaba. Nadie le llevaba el apunte a una mujer sola en la mesa, eso era completamente extraño, tanto que me hacía sentir como si fuese invisible.
⎯Al final del día siempre estoy sola. ⎯un mozo se acerco a mí, me ofreció una copa con champagne, asentí y la agarre.
Siguió su camino, por lo menos no era invisible. Observe la copa antes de beberla, me vi reflejada: maquillaje y peinado perfecto.
Revolví el champagne en mi mano, sin saber bien si debía o no hacer eso. Pero igual me importo poco, recordé a mis ex. Realmente tuve un mal gusto con los hombres, Nicolás no era mi excepción. Al otro lado de la habitación le observe, estaba también sirviendo a otras mujeres.
Ya lo veía venir pero igual acepte.
“Quizás es porque solo no quería estar sola” pensé, tome todo el champagne de una y seguí hamacándome en la silla.
⎯Creo que el amor no puede sorprenderme. ⎯dije, y me hamaque de nuevo.
Para mi mala suerte, mi hamacada duro medio segundo ya que la silla se deslizo y por ende yo también. Antes de caer ridículamente al suelo, sentí unos brazos que me tomaron por los hombros.
Agradecí de inmediato, y me avergoncé por aquella estupidez.
⎯¡Lo siento! ⎯dije, me levante bien gracias a su ayuda y le vi.
⎯Debes tener más cuidado con eso.
⎯El señor conejo. ⎯susurre, quizás por las copas que me había tomado ya estaba derramando unas lágrimas.
⎯¡Espera un segundo! ⎯el vio mis lágrimas asomarse⎯. ¿Qué sucede, René?
Golpee su pecho.
⎯¿Por qué me estabas ignorando? ⎯ese fue el momento en que me encontraba comportándome como una niña pequeña, dando vergüenza y haciéndole poner incomodo.
⎯Por favor, detente.
⎯¡No te hice nada malo! ⎯dije de nuevo, el sostuvo mi mano y blanqueo sus ojos jalándome por la habitación.
⎯¡Suéltame, conejo malvado! ⎯le decía mientras caminábamos.
⎯Por favor, mantente callada. ⎯dijo mirando a su alrededor.
⎯¡Estas secuestrándome! ¡Yo no lo hago contigo! ⎯quizás las copas si me habían caído bastante mal, era consciente de lo que hacía pero claramente mi cuerpo reaccionaba antes.
Caminamos por el pasillo que se encontraba detrás del escenario, alguien tocaba un solo de piano. Nada tranquilo comparado con mis gritos y jaladas de camisa.
Se detuvo al ver que no había nadie y me acorralo contra la puerta, sentí como el alcohol se volvió a mi boca ya que se corto mi respiración. Observe su camisa celeste medio abierta, los pantalones de vestir negros al igual que sus zapatos tan lustrosos que brillaban. Madre mía, quizás el hecho de que me había emocionado era por esa apariencia.
⎯¡Espera un momento! ⎯dije de inmediato, puse mis manos en su pecho y mordí mis labios por inercia.
“Joder, René. ¡Cálmate!” me repetí en mi mente, y tuve la intención de sacar mis manos. Pero sentí su corazón que palpitaba en ellas, quizás con la misma fuerza y desenfreno que el mío.
⎯¡Esto no está bien! ⎯le empuje y me hice a un lado.
⎯No estoy intentando hacer nada extraño contigo ⎯el me dijo⎯. Solo quise ayudarte, y quiero hacerlo. Te llevare a casa, no puedes ir sola en este estado.
⎯¡No estoy borracha! ⎯dije tocando su pecho de nuevo y luego retorciéndome en mi mismo lugar, grite de los nervios.
⎯Estas, y mucho. ⎯afirmo.
⎯¡Es tu culpa por venir vestido malditamente sexy! ⎯le grite y mordí mis labios de nuevo, sosteniendo mis manos escurridizas en la parte trasera de mi vestido.
⎯Definitivamente has tomado de más.
No escuche sus palabras, debido a la canción de Ed Sheeran que sonaba de fondo. La adoraba, el señor conejo suspiro resignado y se inclino hacia mí, haciendo que nuestra mirada se conectara.
⎯¿Quieres bailar esta canción conmigo? ⎯trague saliva, y vi hacia sus manos. Me sentía como una adolescente que tenía nervios de hasta ser abrazada.
La canción “Perfect” me impulso a coger su mano, no nos acercamos mucho a la pista de baile. Solo nos quedamos allí, tomo mi cintura y con la otra mano unimos las nuestras. Dimos pequeños pasos de baile, mientras la música seguía su camino.
Me apoye en su hombro mientras cerraba mis ojos, no entendía como me sentía así… seguro era culpa del alcohol. Me sentía protegida, y en vuelta en sus brazos.
⎯Conocerte, realmente fue lo mejor. ⎯susurro a mi oído, me sorprendí.
⎯¿Cómo? ⎯pregunte incomprendida.
Me hizo dar una vuelta, y luego me atrajo a su cuerpo de nuevo.
⎯Hace unos años, te conocí. Puedo jurar que me has dado fuerza, y que fuiste mi mejor elección todo este tiempo. ⎯sentí como apretó mi mano con fuerza, mordí mis labios ante su declaración.
Me quede en silencio, no entendía si estaba comprendiendo bien lo que me decía.
⎯No soy la persona que puede hacerte feliz, René. ⎯el se despego de mi, le observe sorprendida aún observando nuestras manos unidas.
⎯Es cierto. ⎯conteste sin pensarlo.
Cerro sus ojos y me abrazo con fuerza sin dejarme intento de huir, en su hombro solo podía sentir un nudo en mi garganta. No dejo de moverse, seguimos bailando al ritmo de una música silenciosa, abrazados y olvidándonos de todo lo que estaba pasando a nuestro alrededor.
⎯Está bien así, fui feliz por conocerte. Ya soy feliz por saber que existes, René. ⎯me dijo, su voz suave hizo trizas a mi corazón.
No quería herirle, pero siempre había sido la chica idiota que no podía decidirse con los chicos. Que elegía los peores y luego los dejaba, que quizás ni siquiera le importaban los sentimientos de otros.
¿Cómo podía permitirme herir al señor conejo? No, no deseaba hacerlo. Ni siquiera por error, a mi lado… quizás lo haría.
La música se detuvo, él soltó su agarre de a poco. Haciéndome desear que no lo hiciera, me dedico una sonrisa y cerro sus ojos, estaba por dar un paso hacia atrás.
En ese mismo instante, junte ambas manos vi que encajaban perfectamente. Mordí mis labios y me acerque hacia él, tuve que soltarme de sus manos al ver que no llegaba a su rostro, jale su camisa mientras tome la parte trasera de su cuello. Al principio solo rose nuestros labios, mientras sentía que los nervios volvían hacia mí y quería gritar internamente por ello, con ese simple toque.
⎯¿Qué? ⎯el me miro confundido, yo simplemente apreté mis labios y vi hacia él.
Podía sentir mi corazón exaltado en mi pecho, me aferre a su brazo. Nuestras miradas se conectaron y luego la desvié a sus labios, sonreí nostálgica.
⎯Un último beso de despedida. ⎯le dije.
Una sonrisa se creó en su rostro, mitad de dolor y algo más. Indescriptible para mi, una de sus manos toco mi mejilla y la acaricio apreciando cada una de mis facciones.
Cerré mis ojos ante su tacto, sus dedos recorrían la comisura de mis labios, mis pestañas y mi cabello, haciéndome sentir como si aún tuviera ese traje tan suave.
⎯Una última noche. ⎯le escuche decirme, se inclino hacia mí.
Sentí su respiración a centímetros de la mía, el aroma de su perfume inundo mi mente haciéndome olvidar de Nicolás y de cualquier hombre con el que hubiera estado. Tome sus brazos fuertes y los acaricie con delicadeza, lo mismo hizo él hasta que junto nuestros labios.
Podía sentir una química inexplicable, como si bailáramos con nuestros labios la misma dulce melodía. Una y otra vez, encontrándose y separándose por segundos, solamente para tomar algo de aire.
Estuvimos así un tiempo, hasta que mi mente se puso en blanco.
Esa noche, definitivamente se volvió inolvidable.
Fin del capítulo