Señor Marqués

II. Ha llegado el Marqués.

Para cuando salgo del batey muchos de los esclavos ya han empezado sus labores diarias, el polvo de la tierra se alza por entre los caminos que llevan a la hacienda, miro el trayecto que tengo que recorrer con mi pierna aún dolida y me lleno de valor para emprender el camino.

Mientras voy pasando veo a mi gente, desde temprano en su labor, unos revisando la caña de azúcar, otros labrando y otros preparando la tierra, otros viendo el cacao creciendo desde sus árboles y otros yendo al río por agua, los veo a todos, trabajando cada día, con afán, con esmero y me siento orgullosa, orgullosa de mi gente.

Llegando a la casa Ivorra, arreglo el trapo que he puesto en mis piernas, y tomouna gran bocanada de aire para evitar pensar en el dolor de mis heridas. Una de las peores cosas de ser un esclavo es tener que soportar los maltratos sin decir ni una sola palabra, pues si hablas o te justificas el castigo puede llegar a ser diez veces peor.

Toco la puerta y miro las plantaciones mientras espero que me reciban, que verdor tan precioso el que puedo contemplar, me quedo ensimismada admirando toda la hermosura del lugar hasta que escucho la puerta abrirse.

La señora Laura el día de hoy está perfectamente perfumada, lleva joyas y un tipo de extraño recogido en su pelo, sonríe ampliamente como si estuviese genuinamente feliz por algo y hago lo mismo aun sin saber el por qué.

-Ayana- su sonrisa se borra al ver mis piernas –yo...-calla y duda por un momento. –¿Como sigues? – pregunta apenada.

-Bien mi señora, se ve preciosa el día de hoy.- expreso.

-Claro que se ve preciosa- vocifera a lo lejos el señor Ivorra que viene acercándose- todas las españolas son una creación divina- plantan un beso en la mejilla de la señora Laura quien da un sonrisa que no deja divisar sus dientes.

Un silencio se planta entre los tres y suspiro sin ser escuchada.

-Ayana, hoy llega un importante marqués de España a nuestra hacienda, necesito que todo esté en perfecto orden y que prepares un...- piensa pero al parecer no encuentra la palabra- una de esas cosas ricas que sabes hacer, el barco del marqués llegará a la una a nuestra tierra, necesito todo preparado y por cierto,
María Catalina despertó hace un rato y no ha dejado de llorar estoy...desesperada. – culmina.

-Que quede todo perfecto –dice el señor Ivorra – sería una pena tener que volver a castigarte como la inservible que eres.

Asiento y entro tan rápido como mis piernas me lo permiten para calmar a María Catalina quien llora desconsoladamente.

La veo en su cuna desolada y de inmediato la tomo en brazos para intentar apaciguarla -mi niña, mi niña, ya, ya, ya, - la arrullo y le canto, ella comienza a reír.- pero mira qué bonita sonrisa tiene la niña, miraaa.

-Esclava- levanto el rostro para ver al señor Ivorra en la puerta- si ya se calló ve a atender tus asuntos. – suspiro y suelto a la bebita saliendo con presura de la habitación.

Cuando entro a la cocina me doy cuenta que hay otra esclava y un atisbo de felicidad camuflado en sonrisa se posa en mi rostro.

-Buen día – Musito y la señora me sonríe.

-Pero mira nada mas la hija de René- abre su boca en una gran O y niego divertida - que grande estas ¿cuántos años tienes ya?- pregunta

-Veinte, señora. – me acerco hasta donde está y empiezo a acomodar la vajilla que se utilizara el día de hoy. – sabeee...- dudo en preguntar pero la curiosidad me mata – ¿sabe por qué viene el marqués? - la miro impaciente y ella duda en contarme, por lo que noto en su rostro.

-Acércate- susurra- dicen que es realmente poderoso y está interesado en ver la agricultura en nuestras tierras, es un hombre adinerado, y por lo que he escuchado de muy buen semblante.

-Todos los españoles tienen buen semblante- bromeo taimada.

-Por lo que he escuchado este...es de muy buen parecer. -me guiña el ojo y sonrío.

-Lástima que los españoles sean tan bonitos por fuera y tan malos por dentro.-digo en tono bajito, más para mí que para ella.

Suspira.

-Es la vida, mi niña, es la vida.

Entre charla y charla, arreglo y arreglo, han llegado las 12 y la casa Ivorra está hecha nervios por la llegada del marqués, yo entre tanto me siento alejada del caos que para nada tiene que ver conmigo y decido descansar mi pierna que a gritos me pide que pare.

Suspiro profundo cuando veo que Shaha se marcha y caigo en cuenta que a la llegada del marqués soy la única esclava en la casa. Muevo la cabeza de un lado a otro en mi lugar tarareando una canción con los ojos cerrados, cuando los abro encuentro a la señora Laura frente a mí.

-¿Si señora?- respondo a su pregunta o pedido aún no formulado.

-¿Me veo bien? - pregunta.

-Sí, señora.- Contesto sinceramente

Suspira.

-Gracias yo, esto de preparar todo para alguien más es muy duro – da un pequeña carcajada.

-Me lo dice a mí- bromeo y veo pena en sus ojos, la señora Laura para mí ni siquiera parece española, ha sido demasiado buena conmigo.



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En el texto hay: amor esclavitud historia

Editado: 23.12.2023

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