Señor Marqués

VI. El caballo blanco.

La noche está cayendo y puedo observarlo, el dolor de mis piernas ha cesado  me dispongo a levantarme para preparar algo de comer para el marqués, afinco las piernas y me sostengo, las vendas como él les dice son cómodas, pero aprietan lo que hace que camine más despacio.

Me adentro hasta la cocina pero no encuentro nada que preparar, busco al marqués dentro del lugar para preguntar si mañana debo ir por provisiones.

-Señor marqués, no hay nada aquí con lo que pueda comer, necesitamos comprar provisiones.-alza la vista de la hoja que leía y asiente.

-Si, Ayana, tenemos que ir por provisiones- pone sobre una mesita lo que leía - ¿cómo siguen tus piernas?

-Bien, bien.

Asiente de nuevo.

-Voy a llevarte al... ¿cómo se llama? -achica los ojos y pone su mano en su barbilla como si lo estuviera pensando unos momentos- al batey- dice con satisfacción por haber recordado.

-Sinceramente no es necesario, puedo caminar- refuto. Pensar en llegar al batey con un español, pero no cualquier español, con un marqués y en su caballo va a dar demasiado de lo que hablar y estoy segura de que llegaría a oídos de el señor Ivorra lo cual no es que sea demasiado conveniente para mí.

-Insisto, caminar con las vendas te llevará más tiempo, llegarías muy tarde a casa.

-Estoy acostumbrada a llegar tarde a casa.- contraataco, honestamente me da pavor pensar en lo que pueda pasar al llegar con un español al batey.

Rueda los ojos.

-No me gusta- sisea- repetir las cosas más de dos veces y mucho menos que me contradigan, salga, voy a llevarla.- dice con voz dura.

Me reprendo mentalmente a mí misma, como se me ocurre tomar la confianza como para contradecir a un español, que ahora por cierto es mi amo. Me desplazo hacia la habitación recojo los paños que me había quitado y salgo hacia afuera mientras lo veo sacar su caballo.

-Puede...puede llevarme uno de sus acompañantes- medio insistiendo por última vez, y espero que funcione y el tira de la soga que tiene su caballo.

-No querrían subirte a sus caballos, lo sabes. – comenta.

Claro, eso lo sé, el único español al que se le ocurre subir a un negro en su caballo es al marqués.

-Ven- palmea el caballo- sube.

Con su ayuda me subo y luego se sube él.

-Tienes que guiarme, no conozco la tierra.

Asiento.

Me permito disfrutar de la noche montada a caballo, esto es, sin duda, un privilegio, un privilegio que sin duda amaría gozar más seguido. Luego de darle las direcciones, me quedo tan ensimismada viendo la naturaleza que no caigo en cuenta hasta que no escucho a lo lejos la música del batey y todas mis alarmas se activan.

¡HOY HAY FIESTA DE GAGA!

-¿Qué es esa música? - cuestiona el marqués con evidente confusión al escuchar los tambores y los palos golpeteando contra el suelo.-que extraña...

El caballo se acerca y puedo ver a todos los integrantes del batey bailando y disfrutando el gagá, yo que lo había olvidao’, menudo día para que un español entre en el batey.

-Es un gagá ... –murmuro y el caballo frena de golpe muy cerca de donde están bailando interrumpiendo. Todos se quedan pasmados y paran el baile, yo me apresuro a bajar lastimando estúpidamente mis piernas, el marqués me mira y mira a toda mi gente.

El gagá puede ser realmente raro a los ojos de un español, es una de las muchas costumbres que hemos adquirido de los africanos cuando fueron traídos a nuestras tierras por la falta de mano de obra. El gagá consta de una de una variedad de sonidos entre los que se encuentran los tambores, ritmos del palo entre otros, todos cantan al unísono y bailan en cierta forma alocadamente, sin duda un español no está acostumbrado a algo como esto.

Magnífica bienvenida para ser mi primer día trabajando con el marqués ¿eh? vaya suerte la mía.

Todos se quedan expectantes mirando al marqués y el fuego de la fogata que han iniciado pone el ambiente caluroso, me siento asustada, creo que voy sudar.

Nadie dice nada, un silencio sepulcral se ha instalado y puedo sentir las miradas acusadoras sobre mí, espero que el marqués no arruine el gagá, no me lo perdonarían.

El dueño del gagá se acerca a una distancia prudente y susurra... -Señor, no nos mande detener...no...-no termina su idea.

-Bailen, quiero verlos – dice el marqués y todos se quedan sorprendidos, le miro y él a mí frunciendo los labios, sin duda yo jamás me hubiese imaginado que haría algo como eso.

Se orilla en su caballo y seguido baja y se coloca cerca de mí, mi madre me da una mirada de confusión y varias chicas de batey murmuran, preguntan ¿que quien es él? y ¿por qué jamás lo habían visto? yo entre tanto me hago la desentendida.

-Si me interesan las tierras tiene que interesarme también la gente ¿no lo crees
Ayana? – inquiere y le miro.

El fuego del lugar, se refleja en sus ojos y me quedo solo mirándolo por un
momento, pero espabilo y quito de él la vista para contestarle.



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En el texto hay: amor esclavitud historia

Editado: 23.12.2023

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