Señor Marqués

X. Tiempo de cosecha.

Hoy ha amanecido lloviendo, el regocijo en el batey es evidente, todos afuera claman a grandes voces agradeciendo por la lluvia que hacía falta para la cosecha, mi madre alegre sale al directo al conuco. Mientras yo salgo para emprender mi camino hacia la casa de los Ivorra, en el camino puedo ver la felicidad en la cara de mi gente.

Todos dicen que sienten que esta temporada vamos a tener una buena cosecha y todos rogamos que así sea, el trabajo arduo labrando la tierra, la dedicación de cada mano que las prepara y los incansables días revisando que todo vaya en orden suelen ser lo de menos al ver el fruto de nuestro esfuerzo.

La gente en el conuco charla animadamente, yo sonrío mientras voy pasando, el regocijo de mi gente, es mi regocijo también.

La casa de los Ivorra hoy está como de costumbre siempre que tenemos tiempo de cosecha, muchos esclavos yendo donde el señor de la casa para que le dé el visto bueno a sus productos y un caos inminente por el hecho de que pronto todos las siembras deben ser recogidas.

Yo, entre tanto entro despacio a la habitación de María Catalina y juego con ella, Álvaro y Maximiliano corren hasta nosotras y se nos unen.

-Ahora, vamos a saltar.-digo, Álvaro y Maximiliano de inmediato lo hacen y yo cargo a María Catalina y doy saltitos con ella en brazos.

-¿No están cansados chicos?- pregunto pasado unos segundos y Maximiliano niega.

-¿Estáis cansaos uteess? – Maximiliano nos mira preguntando que si estamos cansados y decido negar para que sigan jugando y no interrumpan el caos que hay en la casa Ivorra en este momento.

Salgo hacia la parte trasera a tener unas cobijas, el sol después de la lluvia resplandece muchísimo más y nos da un buen partido para secar lo que aún está mojado.

Mientras tiendo escucho hablar a dos españoles y trato de disimular para escuchar la conversación.

-Las siembras de esta temporada se están dando buenas ¿eh? me parece que vamos a tener buen comercio.-murmura uno.

-Los mugrientos sirven para algo al menos, lo mejor era que nos dieran unas buenas cosechas más ahora que la corona intenta designar esta ley que dice que los esclavos deben ser tratados como personas- ríe- agradezco no ser un encomendador en este momento, claramente no estaría siguiendo las reglas. - Vuelven a reír.

-Sin duda.

Termino de tender las cobijas y decido retirarme, a pesar de la manera tan despectiva en que se refieren los españoles hacia nosotros escuchar que la cosecha se está dando buena es más que una alegría para mí, lo cierto es que, vivimos, dormimos, comemos, y soñamos para la cosecha.

Mientras preparo a los niños escucho las voces de los españoles expulsando a los esclavos que han venido a ver al señor de la casa, sin duda aunque todos desean que le den el visto bueno a la siembra ni en un día completo daría tiempo para tanto. Me distraigo mirando hacia fuera y María Catalina empieza a llorar, la sostengo y nos sentamos afuera, lejos de la locura de la cosecha.

María Catalina es lo más parecido a una hija que tengo, me pregunto si cuando crezca y tenga conciencia seguirá queriéndome de la misma manera, o si se unirá a la sangre de sus raíces y me despreciará, me da tristeza si quiera pensar que estos niños que he amado con cada pedazo de lo soy que a los que les he entregado por mucho gran parte de mi vida en algún momento decidan poner una barrera entre nosotros, la simple idea me aterra.

-NEGRA- vociferan- párate de ahí ¿Que no estás viendo que hay mucho que hacer? - uno de los españoles de la hacienda se acerca y levanto a María Catalina y me dirijo a la casa otra vez evitando que me regañen más de lo que ya han hecho en estos últimos días.

Escucho la pausada voz del marqués en el salón y me acerco poco a poco con María Catalina en brazos.

-El plan de la construcción de la nueva iglesia ha sido un éxito, muy pronto tendremos noticias de cuándo podrá esta lista, me hace muchísima ilusión la construcción de nuevas parroquias en España, muchas quieren convertirse en monjas y es importante que tengan más lugares de asesoría.- murmura mientras me acerco, pero decido pasar de largo hacia la cocina ya que tiene más personas a su alrededor obviamente no es bien visto si quiera que una esclava intente dirigirle la palabra a un español, mucho menos a un marqués.

-Estuve pensando que tal vez- su voz se sigue escuchando a lo lejos – podríamos hacer una fiesta donde me estoy alojando para celebrar las cosechas, hay un espacio muy amplio y con la distribución correcta tendremos una buena fiesta, invitemos a las demás haciendas, vamos a necesitar mucha comida y música por ellos tiene que haber esclavos presentes, por todo lo demás yo me encargo, estaremos bien ¿les parece?

-Claro que sí, con esta nueva cosecha y la recolección de oro que incrementa cada día es tiempo de celebración ¡OLÉ!- dice uno de los españoles y los demás aplauden.

-Ya estaría entonces, próximamente vamos a hacer un anuncio oficial.

La tarde pasa y ha llegado el momento de ir a casa del marqués, la espalda me duele muy fuertemente de tanto llevara cargada a María Catalina, espero pacientemente en frente de la casa de los Ivorra por el marqués, luego de unos momentos sale.

-Ayana- dice con evidente incomodidad, sonriendo tímidamente- yo...el caballo, bueno no ha tomado la suficientemente y uno de mis acompañantes lo ha llevado al río, supongo que se van a tardar, ¿te molestaría esperar? Sé que hay mucho por hacer pero no hay otra manera.



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En el texto hay: amor esclavitud historia

Editado: 23.12.2023

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