Señor Playboy [serie Las Marías #6]

Capítulo 2

Dicen que si la vida te da limones tienes que hacer limonada, y si existe una pequeña oportunidad para acercarme a Ismael la tomaré y la aprovecharé hasta conseguir una apasionante noche con él.

—Eso no es posible.

Mis ilusiones caen como un rayo, como una fruta del árbol.

—¿Por qué no es posible? Dame una respuesta sincera y coherente.

Suspira.

—No cuentas con experiencia en esta área laboral.

—Puedo aprender —alego con rapidez.

—Eres menor de edad. Así que no.

Vuelve a teclear en la portátil.

—La edad es lo de menos. Lo que importa son las ganas de trabajar, de ayudar y sobre todo de aprender.

¡Parezco señora hablando de esta forma!

—Tu papá no lo permitirá —su mirada vuelve a mí.

—Yo me puedo encargar de obtener su permiso, eso es lo de menos. No debes preocuparte. Como dicen por ahí: “tu tranquilo, yo nerviosa.”

Sonrío con dulzura e inocencia.

—¡Ay, Majo! No debería de acceder...

Con un rostro neutral celebro sin moverme de mi asiento. Voy a lograr mucho siendo la secretaria de mi amor.

» Aunque la última palabra no la tengo yo. —Mis ilusiones se desvanecen de nuevo como el humo—. No solo eres menor de edad, también estás estudiando. Si Ismael está de acuerdo en tener una secretaría a medio tiempo, el trabajo puede ser tuyo. En dado caso de que tengas la oportunidad, necesitaré en consentimiento de tu papá. Si nada está a tu favor, no me insistas.

Mi cuerpo se desinfla como un globo, perdiendo mi recta postura.

—¿Por qué eres tan cruel conmigo, Gustavo? —Hago un mohín.

—Solo estoy siendo honesto. Ahora llamaré a Ismael.

Saca su celular.

—No le digas que soy yo la interesada en el trabajo. No quiero que se niegue por mi padre. No sé si sepas, pero amo los videojuegos y pienso estudiar Ingeniería en Programación de Videojuegos. Yo realmente quiero aprender y lo haré si logro conseguir este empleo.

Gustavo me mira con duda, así que pongo el gesto más convincente que tengo. Necesito que vea mis buenas y "puras" intenciones.

—Llamaré a Ismael.

Lo miro manteniendo la firmeza de mis palabras. Si demuestro es más mínimo gesto que revele mis verdaderas, mi plan fallará.

—Isma... Quiero saber si estarías de acuerdo en tener una secretaría de medio tiempo, aunque sea menor de edad...

Internamente, le ruego a todos los Dioses que existen en este universo que Ismael acepte a esta hermosa secretaría de medio tiempo.

»Lo sé... Ella está muy interesada en el puesto... Quiere aprender sobre la industria de los videojuegos. En sus planes está trabajar en ese sector... —Muerdo discretamente mi labio inferior—. Obvio, ella tendrá que realizar ese paso... Listo. Te llamo luego.

Cuelga la llamada mirándome sin expresión alguna. ¡Siento que voy a desmayarme!

—No te quedes en silencio, Gustavo. Dilo de una vez.

—Para tu buena suerte, accedió. —Contengo mis ganas de brincar de la felicidad—. Pero es obligatorio el consentimiento de tu papá. Si el señor Mario no firma el documento que te mandaré mañana, no podrás trabajar. Esa es la condición que Ismael puso.

Cruzo mis brazos. Ya pasé el primer nivel difícil, ahora toca el segundo. De alguna manera u otra tengo que convencer a mi padre para que firme esa bendita hoja.

—Mañana, en la noche, tendrás ese documento firmado por mi padre.

Esboza una sonrisa.

—Eso espero, ya que llamaré a tu papá para confirmar que la firma no sea falsa.

¡Justo eso iba a hacer!

—No tengo que llegar a esos extremos, Gustavo —digo con tranquilidad—. Te aseguro que conseguiré el consentimiento de mi padre o dejo de llamarme María José Castillo.

Dejo ver la seguridad de la cual estoy gozando. Sí, me he convencido a mí misma de que lo lograré. Estoy segura de que haré que mi amado padre firme sin rechistar.

 

Creí que mi seguridad no sería aplastada. Pensé que sería fácil y alardeé que lo lograría. En este momento no puedo decir lo mismo que le dije a Gustavo el día de ayer. Si no hago que mi padre firme esta bendita hoja moriré virgen.

—He dicho que no —vuelve a repetir con seriedad.

—Papá, papito, no seas así. —Junto mis manos en oración —. No seas inaccesible. Por los menos escucha mis motivos. Anda, por favor.

—No, María José. Tú no necesitas trabajar, lo tienes absolutamente todo. No firmaré nada. No sigas insistiendo.

—Papá, ¡escúchame!

Se sienta en su silla de trabajo.

—No sigas, por favor.

Discretamente, me acerco a él, colocándome detrás de su asiento. Llevo mis dedos a mis ojos, hincándolos, consiguiendo ojos llorosos.




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