Señor Playboy [serie Las Marías #6]

Capítulo 6

Majo

No sé cómo explicar con las palabras correctas lo que siento en este momento, solo sé que estoy jodidamente feliz. Esta noche los astros se han alineado a mi favor, y agradezco de todo corazón tal maravilloso gesto a esta ansiosa alma.

Aprovecho mi suerte, besando como siempre he deseado Ismael; entregando todo mi en este beso que por varias noches soñé, que por mucho tiempo imaginé y justamente hoy, sin haberlo previsto, se está llevando a cabo. Extasiada, profundizo más el beso, palpando hasta su lengua, la cual me demuestra que puede hacer maravillas en otro lado.

Tengo la certeza de que este beso será el que marque de una vez nuestro inicio. Ismael no podrá huir de mí a partir de ahora. Mi determinación ya no tambalea como antes.

Lentamente corta el beso, jadeando mutuamente sobre nuestros labios. Inmediatamente, alzo mi mirada, esos hermosos ojos que amo me miran de una manera indescifrable. Aun así, su mirada parece reiniciar todo mi sistema y acelera con intensidad los latidos de mi corazón.

Noto cómo aleja su rostro del mío, y olvidando los motivos por el cual se dio nuestro magnífico primer beso, agarro el cuello de su camisa, acercándolo nuevamente a mí. Esta vez soy yo quien lo besa, soy yo la que se adueña de sus labios, siendo correspondida con frenesí.

Este momento parece tan irreal, que si no fuera tan intenso, delicioso e increíble, creería que estoy soñando. Ismael presiona mi cuerpo a su cuerpo y me hace sentir muy caliente. Ya no me queda ni una pizca de duda: el hombre que amo se siente atraído por mí.

Por la falta de aire, termino el beso, clavando de inmediato mi mirada en él. Ismael toma mi mano, guiándome a no sé dónde, pero no lo detengo. Lo que sí hago es mirar a mis amigas. Ambas están desconcertadas, y para tranquilizarlas guiño un ojo seguido de una suave mordida a mi labio inferior. Ellas de inmediato comprenden, deseándome suerte con sus manos.

Subo unas escaleras y recorro un largo pasillo, llegando a una lujosa, moderna y agradable "oficina" muy acorde al club; como siempre, su buen gusto sale a relucir. Al instante escucho cómo la puerta se cierra, quedando él recostada en esta.

—María José…

—No quiero excusas tontas, Ismael. —Le sostengo la mirada—. No te estoy reclamando ni mucho menos pidiendo explicaciones.

—Lo que hice estuvo mal…

—¿Quién determina eso? Ismael, no me digas que “está mal” porque nada está mal mientras haya consentimiento. No fuiste la única persona que besó, yo también lo hice. No veo el problema en que nos hayamos besado.

Como me sigue sosteniendo la mirada, puedo notar que está conteniendo sus verdaderos impulsos. Sé que él quiere, y lo voy a provocar hasta que venga a mí. Ismael no va a escapar de mi amor ni mucho menos de mis deseos.

—Pero…

—Pero nada —digo firmeza—. Ismael, solo detente si yo te lo pido.

En menos de un segundo, Ismael me agarra de la cintura, pegándome a su macizo y deseable cuerpo. Seguidamente, apoya su mano en mi mejilla y analiza mis labios, los cuales saboreo a adrede, logrando que me bese tan exquisitamente; tan jodidamente placentero.


 

Analizo el rostro de Ismael, tratando de descifrar todos sus micro gestos, fallando al instante. Quisiera ser una profesional en lenguaje corporal, así su silencio no me aturdiría tanto.

Después de dejar mis labios hinchados por tantos besos, Ismael me tomó de la mano y me sacó del bar. Estando fuera, me comunicó que me traería a casa; esa fue la última vez que habló. Desde ese momento, se ha mantenido en un silencio sepulcral que me asusta. El miedo a que me aleje de él con cada kilómetro se hace presente.

—¿Por qué te has mantenido en silencio? — Noto cómo me ve a través del retrovisor y enseguida devuelve su mirada al frente.

Quisiera saber sus pensamientos y sus sentimientos. Aunque quiero que se sienta atraído por mí, no es lo único que busco en él. Yo quiero el amor de Ismael, yo anhelo una vida a su lado.

—Estoy reflexionando.

Suelto un suspiro.

—Ismael... Tengo una pregunta para ti: ¿por qué te reprimes tus deseos? — Observo cómo la manzana de Adán sube y baja. — No quiero como respuesta excusas tontas. Si me vas a decir una excusa, asegúrate de que sea creíble para que me persuada, aunque sea un poco.

—María José, eres menor de edad. Ves la vida de una forma muy diferente a la mía... No...

—¡Basta de excusas…! Quizás si tengas razón al decir que veo la vida de una forma diferente, pero ya soy lo suficiente mayor para saber lo que quiero.

—María José...

—Tus prejuicios no me van a detener...

El auto se detiene frente al gran portón de la casa de mi padre. Ismael clava su mirada en mí y se la sostengo. Ya no voy a andar con rodeos, voy a ser firme y directa.

—Me gustas, Ismael, y me gustas como no tienes idea —saboreo mis labios—. No me importa cuántas barreras pongas, yo las voy a destruir todas. — Segura de mí misma, llevo mi mano a su pecho, justo donde está su órgano vital—. Voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para conquistarte. Yo, María José Castillo, robaré el corazón del señor Playboy.




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