Señor Playboy [serie Las Marías #6]

Capítulo 5

Ismael

Muevo suavemente la copa de vino y sutilmente olfateo el aroma, cerrando mis ojos, viajando por mi mente hasta llegar a ese recuerdo. Sus esponjosos labios en mi mejilla, el sutil sonido de estos en mi piel y ese cálido susurro que hizo desequilibrar mi mente.

No es un pecado sentirme de esta manera, pero mi conciencia me regaña un poco, ni siquiera puedo ser capaz de pensar con racionalidad. Ojalá que esperar no me mate y que mi juicio no se nuble.

Soltando un suspiro, abro mis ojos. Al instante bebo todo el vino, y coloco la copa vacía sobre la bandeja de bañera y pongo la mano en mi pecho, justo donde se sitúa mi corazón, sintiendo sus latidos.

—Has vuelto a latir con fervor.

No voy a forzarme a ser indiferente con ella, voy a acercarme con sensatez. Una vez cumpla la mayoría de edad, nada ni nadie me detendrá a cortejarla.

 

Sonrío levemente al verla llegar. A diferencia de ayer, su ropa no es reveladora e internamente lo agradezco por eso; ayer me fue difícil evitar mirar. Además, no me agrada el hecho de que alguien más pueda verla.

María José toma asiento y acomodo su pequeña bolsa. De inmediato recoge su cabello en una coleta alta; es sumamente bella.

Mi ceño se frunce al leer el movimiento de sus labios. Rápidamente, salgo de mi oficina y voy a su escritorio, viendo cómo lidia con la portátil.

—¿Sucede algo?

—Sí. La portátil no quiere prender.

Presiono mis labios con sutileza. Por lo general, siendo la veo sonriente y motivada, es la primera vez que veo su cara de pánico; se ve tierna.

—Déjame ver.

Ella se aparta y me acerco a lidiar con el problema, el cual parece no tener solución; no prende. Dudo mucho que se haya dañado, no tiene ni un año que hice el cambio de ordenadores en toda la compañía.

—Pásame el cargador —no pierdo nada con intentarlo.

—Tome —conecto el cargador, viendo de inmediato la pequeña luz roja.

Miro de reojo a María José, viendo alivio en cada gesto de su rostro.

—Solo ha estado descargada —me giro, quedando frente a frente.

—No me percaté ayer de eso. Gracias por su ayuda, jefe.

—No hay de qué. — A pesar de que tengo el impulso de acariciar su cabello, lo retengo—. ¿Cómo te fue hoy en la preparatoria?

—¡Me fue muy bien! — Sonríe con ese encanto único que tiene—. Ismael, ya no quiero decirte "jefe"… es raro… ¿Puedo llamarte por tu nombre?

¿Cómo puedo negarme ante esa mirada cautivante?

—No sería bueno, pero puede llamarme por mi nombre aquí. No obstante, es obligatorio llamarme "jefe" cuando no estemos solos —asiente.

No deseo que ella sea la protagonista de rumores que suelen escucharse por los pasillos. Ya de por sí es raro que trabaje en mi compañía siendo menor de edad. Es cierto que tiene privilegios, pero nadie debe saberlo.

—Estoy lista para iniciar mi día laboral, Ismael —suelta una risita que parece tener el poder de hechizar.

Es aquí donde me cuestiono el hecho de si vale la pena esperar hasta que sea el momento indicado. ¿Por qué no avanza ahora? ¿Por qué no ignorar el prejuicio?

 

[Dos semanas después…]

Han pasado dos semanas desde que llegó mi traviesa secretaria. A pesar de ser una inexperta en el área, se ha desempeñado muy bien en su trabajo; es muy dedicada.

Me agrada mucho el interés que tiene en el proceso de creación de los videojuegos; cuando tiene tiempo libre, visita cada departamento para ver el trabajo de cada equipo, incluso la he visto salir de dudas haciendo preguntas. Pero no es lo único que hace, también la he visto viendo documentales sobre programación, entre otras cosas.

—Ismael —deslizo mi mirada hacia Gustavo.

—Dime.

Toma asiento.

—En la mañana recibí un correo de parte del dueño de Tauro Club. Él quiere reunirse contigo el sábado.

—Ha recurrido a ti para llegar a mí. ¿Te dijo el motivo de la reunión?

—No, en el correo no explicó nada. Pero supongo que debe ser por negocios.

—Más me contactaré con él. Por cierto, ¿has visto a Cristiano?

—Ayer lo visité un rato. Está muy ocupado con la corporación —suelta un suspiro y agarra el cubo de rubik, analizándolo.

—Se está esforzando mucho… Es algo bueno, pero se autoexigiendo demasiado.

—Es su mecanismo de defensa para no pensar… No ha sido fácil para nadie, menos para él.

—Lo sé… Si tan solo Mael despertara, todo se tornaría mejor.

Me cruzo de brazo.

—No tengo duda de eso. Por ahora solo tenemos que esperar su recuperación. Confío en él y sé que despertará.

Contemplo a mi amigo. Sé que, al igual que todos, tiene esa espina de miedo clavada en su corazón, pero siempre trata de mantener la calma y ser positivo.




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