Señor Robocop [serie Las Marías #3]

Capítulo 3. Niña Loca.

ANA.

Su cara es una maravilla, sé que no esperaba que fuera yo la chica que va a cuidar. Su carita hermosa es un manjar tan delicioso para mí.

Que lindo es tenerlo conmigo, es encantador, lindo, divino. Quiero darle otro beso, pero esta vez uno de verdad.

—Ella es mi hija. Cuídala muy bien Juan Pablo —él menea su cabeza discretamente y asiente.

—Ella está en muy buenas manos —concuerdo.

—Bien. Yo me tengo que ir, cualquier inconveniente me llamas.

—Sí, señora —mamá, me mira.

—Y tú portarte bien.

—Claro que sí, mamá —yo tengo una misión querida mama, y es conquistar a Juan Pablo.

—Que así sea dijo la rezadora —se va con una sonrisa. Espero a que mamá salga de la casa para acercarme a mi macho alfa.

No le veo ni una hebra de cabello a mamá, así que es mi momento. Me acerco a Juan Pablo que está como estaca.

—Que coincidencia de la vida verte de nuevo —suelto un suspiro acompañado de una sonrisa.

—No creo es la coincidencia —me hago la tonta.

—Yo sí. Considero que tú y yo estamos destinados a estar juntos. Es una señal de Dios —me mira con ojos de borrego muerto.

—Señorita... —pongo mi dedo índices en sus labios.

—No me llames así, puedes llamarme: Ana, mi amor o Ana el amor de vida. Pero si consideras que son muy largos, llámame: mi amor —lo recorro con la mirada y él toma mi mano apartando mi dedo de sus labios.

—Te llamas Ana, lo otro no son nombre. Además, mi deber es cuidarla, no estarle diciendo sobrenombre —llevo mi mano a mi cintura.

—No me gusta que me llamen "señorita". Debo sentirme cómoda, Juan Pablo, y que tú me llames así no me gusta. Así que elige una de las tres opciones que te di —exijo.

—Ana, de esta manera te llamaré —le doy media sonrisa.

—Suena mejor.

Entre más difícil se hace, más me gusta.

—Bien —me le acerco y retrocede a lo que me río a carcajadas.

—Tranquilo, no te haré nada —me le acerco más mordiendo mis labios un poco. Comienzo a manosearlo y puedo palpar sus fuertes músculos—. ¿Haces mucho ejercicio?

—Sí. Deja de tocarme —toco sus brazos, y por mi mente viene el recuerdo de una película de mi infancia.

—En lo musculoso te pareces a Robocop, así te llamaré, ya que Juan Pablo es un nombre muy largo para mí —quita mi mano de su brazo.

—Me llamo Juan Pablo —recalca su nombre.

—¿Tienes novia, Robocop?  —espero y no.

—No. Y no estoy interesado en tener una, amo mi vida de soltero —yo voy a ser su novia, no tengo pruebas, pero tampoco dudas.

—He escuchado que la solería es mala. Yo me ofrezco en hacerte compañía el resto de tu vida, ¿aceptas? —sonríe haciéndome agua.

—No, prefiero quedarme solo. Estar solo es mejor que estar mal acompañado —me doy la vuelta y hago la que lloro como Magdalena.

—Ana... —lloro más fuerte.

Siento su presencia muy cerca de mí. Pone la mano en mi hombro y el que no aprovecha una buena oportunidad es porque es tonto o tonta.

Me doy la vuelta y me lo beso. Él trata de apartarme, pero no lo logra porque estoy bien agarrada de su ropa.

—¡¡Ana!! —me alejo de él, Margarita (mama de Rosy) me mira enojada.

—Señora lo siento yo...

—Vi todo. Ana, ve a tu habitación antes de que llame a tu mamá —es la mano derecha de mamá, ella la aprecia mucho.

—No, por favor —suplico. No quiero que boten a Robocop.

—Ve a tu habitación que ya vamos a hablar —para evitar más problemas, hago caso. Miro a Robocop y le tiro un beso.

—Ana —vocifera Margarita.

—Ya voy —me retiro, pero ya estoy pensando la labia que le diré.

JUAN PABLO.

La señora niega con su cabeza mientras esa loca se marcha. Suelta un suspiro y me mira.

—¿Cómo te conoce Ana? —lo bueno es que no me mira con desconfianza.

—La conocí en el hospital.

—Esa muchacha es una loca —y no se equivoca—. Disculpa la barbaridad que hizo, hablaré con su mamá —asegura.

—No se preocupe.

—Toma asiento o ve a la cocina a degustar lo que desees. Yo iré a hablar con Ana, lo que pasó en este día no se volverá a repetir.

—Sí, señora.

Se retira dejándome solo y aliviado. Pasó la mano por mi cabello, esa niña es un desastre. Al parecer su mamá no le ha dado sus buenos tatequietos.

Saboreo mis labios y no sé por qué lo siento dulces. Meneo mi cabeza, espero y ese atrevimiento de ella sea un motivo suficiente para que su mamá busque a otro guardaespaldas, pues simplemente no quiero cuidarla, porque me va a dar más guerra de lo que ya está dando.

Ana, Ana, Ana, que niña más loca.

ANA.

—Por favor, no le digas a mamá —ruego.

—Esto no lo puedo dejar pasar —expresa con seriedad.

—Margarita te lo ruego —insisto.

—Ana, ¿cómo puedes ir besando a un desconocido? —niego.

—Él es el amor de mi vida, no es un desconocido —pega su mano a su frente.

—¿Qué hablas, Ana? Niña, tú necesitas con urgencia un psicólogo, estás loca.

—No estoy loca, estoy enamorada. Margarita, déjame conquistar a Robocop.  Dame tiempo para conquistarlo, por fa —pongo mi cara de niña dulce.

—No me mires así —hago puchero.

—Está bien. No lo diré nada a tu mamá, pero por favor, que tus locuras tengan un límite.

—Está bien.

Claro que no van a tener límites. Definitivamente, Margarita necesita unas buenas y largas vacaciones. Tendré que hablar seriamente con mamá. Me parece injusto que no le dé vacaciones.




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