Señor Tentación [serie Las Marías #5]

Capítulo 4. Bien, muy bien.

CRISTIANO.

Hermosa; esta mujer es hermosa. No cabe duda que las personas se ven mejor en vivo y en directo que en foto.  

—Lo siento —se pone de pie y mis ojos se desliza por su esbelta figura.  

Me pongo de pie también y le entrego la tarjeta de identificación y ella me devuelve mi celular.  

—Si me disculpa me tengo que retirar —es muy cortés. 

—¿Tan rápido? —le doy una sonrisa.  

—Tengo trabajo que hacer —declara.

—Sabes que soy el jefe —no quiero que me trate así. 

—Disculpe mi falta de respeto.  

—Trátame de tú, eres la hermana de Mafer, no tienes por qué ser respetuosa conmigo —especifico. 

—Tengo muy claro lo profesional con lo personal. En el trabajo usted mi jefe, y fuera del trabajo es el primo de mi cuñado. Si me disculpa me retiro —ella se da la vuelta y se va sin darme tiempo a nada.

Ya entiendo, porque Mario Ángel le tiene miedo, pero eso no le quita lo bella que es. 

—Cristiano —miro a Leónidas.  

—Aquí estoy para hacerme responsable de lo que me corresponde —alego con una sonrisa. 

—Es bueno escuchar eso, muchacho. Acompáñame, ya deben conocerte, pero te presentaré con todo tu equipo de trabajo.  

—Está bien —se adelanta y ante de irme busco a María Eugenia, pero se ha perdido de mi campo de visión. 

MARU.

Cierro el baño con seguro y llevo la mano a mi pecho, mi pobre corazón late desenfrenado.  

Trátame de tú, eres la hermana de Mafer, no tienes por qué ser respetuosa conmigo.

No sé qué rayos me ha pasado con él, pero mi cuerpo está haciendo circuito. Me miro al espejo y cierro mis ojos, y lo único que mi mente recrea es mar azul de sus ojos. Meneo mi cabeza y comienzo a juzgarme a mí misma; yo no puedo sentirme así, yo debo enfocarme en mi trabajo. 

Inhalo un poco de aire y salgo del baño. Escucho aplausos así que voy hacia donde provienen. El señor Leónidas comienza a presentar a los demás trabajadores y yo simplemente me acerco a Lola y Taty. 

—¿Acaso no es bello? —pregunta Lola.  

—Demasiado —responde Taty.  

—Yo pensé que nunca lo iba a conocer, pero está aquí, con su bella y enigmática sonrisa —suspira. 

Miro a Cristiano y su mi mirada se encuentra con la de él, pero la desvío porque ando sintiendo unos corrientazos.  

—Lo único malo es la fama de mujeriego, pero ahora, ¿quién quiere algo serio? —Como siempre Taty y sus comentarios—. Yo solo quiero una noche con él, pero de seguro sus gustos son las flacuchentas tostadas— Inconscientemente miro mi cuerpo. 

—¡Ash! Hay esta la hueso hueso —"la hueso hueso" es la secretaria del señor Leónidas. Cabe recalcar que me odia porque yo soy la asistente personal de su jefe que también es mío—. Mírala cómo le sonríe.  

—Y él no se queda atrás —expresa Taty con fastidio.

—Por eso dicen que es un mujeriego, pero la alegría no le va a durar mucho a la hueso hueso... Si algo he escuchado de Cristiano Flores de Vargas es que: a él no le gusta el romanticismo, al él le gusta el erotismo. 

—A la única que le tengo envidia es a Maru —Taty me mira.  

—¿Por qué me tienes envidia a mí? —Pregunto incrédula.  

—Por qué eres su asistente personal y estarás a su lado todo el día, y la hueso hueso solo es la secretaria... Ella no podrá estar cerca de él tanto como tú —argumenta. 

Taty tienes razón, Dayana únicamente es la secretaria y casi no estará cerca de él, en cambio, yo estaré a su lado casi siempre y eso es muy malo.  

—Cierto... Oye, cambiemos de puesto —propone.  

—Ella es mi asistente, que ahora será tu asistente —miro al señor Leónidas —, María Eugenia Castillo.  

Cristiano estira su mano, y por respeto la estrecho y siento cómo esa corriente se distribuye por todo mi cuerpo.  

—Un gusto —no deja de mirarme y, para el colmo, saborea sus labios y trago grueso; sus labios están tentando a los míos. 

—Cristiano —el señor Leónidas lo llama. Cristiano suelta mi mano y mi alma se alivia. 

Espero que, nada de mi vida cambie con la llegada de Cristiano.  

[***]  

Trago una bocanada de aire; tengo que ingresar a la oficina de Cristiano y no quiero hacerlo. Suelto un suspiro y agarro la valentía e ingreso.  

—Señor —él me da una sonrisa que hace que mis piernas flaqueen—. Hoy tiene la reunión con la firma de abogados Tenorio sobre la remodelación del despacho.  

—Que eficiente —me mira de pie a cabeza.  

—Es mi trabajo —me sigue mirando—. Señor, tendría la amabilidad de dejar de mirarme tanto —exijo con respeto. 

—Los ojos son para ver, y yo soy fanático de fijar mi mirada en las cosas buenas que tiene la vida —declara con un tono que no es de mi agrado.




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