El está sentado en la mesa de siempre, en la misma pose de siempre, mirándome como siempre, lo que no es como siempre es que esta vez soy yo quien atiende su mesa tal como él me pidió anoche; pero antes de que llegue a su mesa unos chicos y chicas entran al local y lo saludan muy amablemente.
No recuerdo haberlos visto, pero aun así me acerque.
-Buenos días, soy Cathie y yo atenderé su mesa, ¿Qué desean ordenar?- repetí de manera inconsciente el protocolo de presentación a los clientes, que después de varios años es fácil aprendérselo.
-Buenos días señorita Cathie- saludo Mathew galante- unos hot cakes con miel, un jugo de naranja y una tarta de fresa.
Anote rápidamente; después de eso todos soltaron sus ordenes pero una chica al lado de Mathew me miro con el seño fruncido.
Después de entregar las órdenes seguí con mi ronda algo nerviosa por la mirada de Mathew.
Pasaron los días y las salidas con Mathew se hicieron más frecuentes, poco a poco nos conocimos mas y nos volvimos muy unidos, también en ese tiempo conoci a sus amigos y el porqué de aquella chica (que ahora se que se llama Ana) me miro tan mal la vez que atendí la mesa de Mathew me miro tan mal.
Lo que Amy llama efecto Mathew, ella estaba enamorada de él.
No la culpo porque yo parezco ir por el mismo camino, y por lo que Mathew me demuestra parece ser correspondido.
Algo que también parecía haber aumentado con el tiempo es la atracción entre nuestros cuerpos cada vez que están juntos uno del otro, pero nunca hemos pasado mas allá de abrazos, besos y algunos toqueteos, pero ambos sabíamos que era cuestión de tiempo para que esa bomba del tiempo estallara.
Hoy el día fue muy cansado, solo quería ir a mi casa y dormir hasta mañana en la noche.
Al salir me encontré con un Mathew vestido con un pantalón negro camisa blanca y chaqueta de cuero marrón oscuro, y unos zapatos negros.
Estaba recargado en la moto de brazos cruzados en su pecho mirándome.
Mirada que me erizo los pelitos de mi cuerpo desde la punta de mi cabeza hasta las plantas de mis pies.
-Señorita.- dijo como saludo cuando estaba delante del él, me todo de la cintura pegando nuestros pechos, para juntar nuestros labios en un beso lleno de pasión y deseo.
En ese momento supe que lo último que haría esa noche seria ir a mi casa a dormir.
-¿Pasas la noche conmigo?- susurro con sus labios casi pegados a los míos con la respiración agitada al igual que yo por tan ardiente beso.
Oh, debería estar huyendo...
Oh, me mantienes volviendo por ti...
Que el señor me perdone.
Puede y es lo más probable que este sea un error, pero aceptare las consecuencias de mis actos.
-Sí.
Sonrió, aunque se mostraba algo incrédulo, seguro pensó que le diría que no y aunque una parte de mi dice que no lo haga que estoy poniéndome en juego...
No hago caso a las alarmas que resuenan en mi mente, y cuando estamos frente al hotel en él se hospeda, sé que no habrá marcha atrás...