Señoritas de Vestidos Azules

Capítulo 48: Su despedida y sus excusas

Había un nudo en la garganta de Delilah, todo lo que quería hacer era ponerse a llorar.

—Tengo que ir a buscarlo, no debe estar muy lejos —la muchacha comenzó a correr hacia la puerta de salida.

—¡Delilah! —le llamó Immacolata—. ¡Por Dios! Quédate aquí. Él ha partido a medianoche, debe estar sumamente lejos en este momento. Y dejó muy claro que no piensa regresar.

La joven ralentizó el paso antes de caer sentada en la escalinata del atrio, totalmente derrotada. Apoyó la cabeza contra el poste de madera de la barandilla y lo rodeó con sus brazos.

—¿Por qué lo hizo? —suspiró con frustración—. Ni siquiera me dejó hablar con él.

La Madre Superiora acarició suavemente el hombro de Delilah, reconfortándola.

—Me dio esto —le entregó un pequeño sobre—, es para ti.

El corazón de Delilah dio un vuelco. No quería saber lo que había dentro de esa carta.

—Su despedida —pensó en voz alta—. Y sus excusas.

Iracunda, arrojó el sobre al suelo antes de regresar precipitadamente a la habitación de las monjas, tratando de ocultar el llanto que comenzaba a escaparse de sus ojos.

Mientras se desvestía para ponerse el hábito, lloraba en silencio, pese a que todas las hermanas la veían. Cuando se estaba peinando delante del espejo, se maldecía en voz baja. Y a Massimo.

Ahora, ¿nunca podría decirle todo lo que sentía dentro? ¿Nunca podría… tenerlo?

Para empeorarlo todo, le debía una respuesta a Giacomo.

Le debía la respuesta.

*****

Resignado, el Sr. Francomagaro ayudó a su cochero a preparar el carruaje antes de partir.

No pensaba mencionar otra vez su propuesta a Delilah.

Ella la había escuchado claramente.

Si quería aceptar, le daría una respuesta por su propia cuenta.

—¿Podría comentarle a Delilah que me marcho, por favor? —le pidió a una de las hermanas que le estaba ayudando a alimentar a sus corceles.

La señorita asintió con la cabeza y se apresuró a entrar. No obstante, justo antes de que atravesara la puerta, Delilah apareció debajo del arco.

La joven novicia caminó lentamente hacia su primo, quien la observaba acercarse sin moverse.

Él se dio cuenta de que incluso con la cofia puesta, lucía maravillosamente espléndida siendo acariciada por el sol de aquella mañana primaveral.

Ella se detuvo delante de él, a tres pasos de distancia, pero no dijo nada. Simplemente lo contemplaba con las manos juntas sobre su regazo.

—Me marcho, querida prima —Giacomo tomó la iniciativa.

La espera hizo que el pecho del muchacho doliera. El miedo de que Delilah simplemente le dijera adiós lo estaba incapacitado. Casi sentía que no podía respirar.

—Me casaré contigo, Sr. Fantasmagórico.

Estupefacto, Giacomo no podía reaccionar. No daba crédito a lo que sus oídos habían escuchado.

—¿Qué? —preguntó con una media sonrisa en los labios. A pesar de que había escuchado perfectamente, quería escucharlo de nuevo para asegurarse de que era verdad, de que no lo había imaginado.

—Que me casaré contigo Sr. Fantasmagórico —la segunda vez que Delilah lo repitió, su voz sonó mucho más suave y tímida. Una diminuta sonrisa de vergüenza se dibujaba en su cara.

Giacomo no pudo hacer otra cosa que responder rodeándola entre sus brazos con mucha fuerza. Después, besó su frente con ternura.

En la distancia se escucharon grititos y aplausos de vitoreo. Eran las pequeñas huérfanas que celebraban la unión desde el interior del hogar, aglutinadas a las ventanas para saber lo que sucedía.

"Dijo que sí", le había avisado una de ellas al resto, posiblemente la mayor.

—Pero —Delilah se apresuró a detener a Giacomo—, no ahora —explicó—. Esperaremos, terminarás tu carrera militar y vendrás a buscarme. Tal como me lo propusiste.

El muchacho siguió sonriendo. Nada podía arruinar cuán feliz se sentía.

—Esperaré el tiempo que quieras, el que sea necesario. Te prometo que vendré a buscarte, te escribiré, prepararé todo para la boda…

Delilah colocó las manos sobre las mejillas de Giacomo.

—Con calma, Sr. Fantasmagórico.

—Tendré toda la calma que quieras —torpemente, palpó sus bolsillos para encontrar aquel anillo. Después de hallarlo, sujetó la mano de su amada y le colocó la prenda en el dedo anular—. Hasta pronto, futura señora Fantasmagórica.

Una vez más, la envolvió entre sus brazos. Esta vez durante más tiempo. No quería dejarla ir.

Los dos se rieron al tiempo que el joven se subía al carruaje con el corazón latiendo igual que un tambor.

—Hasta pronto, Giacomo.

El cochero hizo andar a los caballos y ella lo vio alejarse mientras se despedía con la mano.

*****

Hogar y Convento Católico Santa Mesalina de Foligno - Mondovì - Reino de Italia - 1915

Querida Señorita Fantasmagórica,

Disculpa si esta vez te escribo con un poco más de urgencia, no tengo mucho tiempo.

Esta carta es únicamente para informarte que en poco tiempo estaré en camino hacia Mondovì.

Hay fuertes rumores de que el Reino de Italia formará parte de la Gran Guerra y puedo asegurar que seré convocado para defender nuestro territorio.

Por este motivo, tendremos que precipitar nuestra boda, mi hermosa Delilah.

No estoy adelantándome a nada catastrófico, únicamente quiero estar seguro de que si algo me sucede, tendrás las propiedades y el dinero que te pertenece. No puedo irme a la batalla sin saber que estás a salvo y estable por el resto de tu vida.

No quiero que te angusties por las noticias que acabo de compartir contigo. He sido formado durante estos últimos años y lucharé para sobrevivir. Sabes que nunca te dejaría sola. Sabes la ilusión que me hace formar parte de tu vida, como para perder la mía en una guerra.




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