Señoritas de Vestidos Azules

Capítulo 65: Sr. Barone

Parroquia del Hogar y Convento Católico Santa Mesalina de Foligno - Mondovì - Reino de Italia - 1921

Cuando el obispo de Mondovì apareció rodeado de soldados en la casa parroquial y colocó un haz de varas en la puerta de la iglesia, Massimo supo que nada bueno podría salir de eso.

—Como obispo a cargo de esta región, he decidido que tomaremos una posición a favor del fascismo. Por tanto, quiero que tanto el convento como la parroquia, tengan visible la simbología fascista.

El sacerdote se rió de manera sarcástica y oscura.

—Debe ser una broma.

—No lo es, padre Massimo. El partido fascista tarde o temprano tomará todo el poder y debemos estar del lado correcto.

—La iglesia es una institución religiosa, no política. No permitiré que en la parroquia de la que estoy a cargo se use simbología de cualquier ideología política.

—Señor Massimo, no sé si me está entendiendo —el hombre insistió—. Ponerse del lado del fascismo puede significar su ascenso al cargo de obispo.

Massimo bajó la mirada antes de volver a verlo a los ojos.

—No me está entendiendo usted a mí, Monseñor. No estoy vendiendo mi opinión por un cargo. Como sacerdote de esta iglesia, me niego a aceptar sus órdenes. ¡No pienso prostituir la fe! —alzó la voz en su última frase, con ira.

—Entonces, ¿qué? ¡Seguro está a favor de esos comunistas y socialistas de mierda!

—Esos malditos comunistas también se presentaron aquí hace un mes. Saqueando, destruyendo y aterrorizando a las huérfanas y hermanas del hogar. ¡Por supuesto que no estoy a favor de ellos, ni de ninguna otra posición política! Repito, somos una institución religiosa. Ni yo, ni mi iglesia, tomaremos ningún bando.

El obispo largó una carcajada irónica.

—Su iglesia —repitió de forma socarrona—. Déjeme ponerlo de esta manera, padre Massimo. De no acatar mis órdenes, será destituido de su cargo. Y en este momento ésta dejará de ser su iglesia.

El sacerdote separó los labios, ligeramente sorprendido. Conocía obispos que estaban por encima de este hombre, como el padre Flavio, que podrían destituirlo con la más mínima queja de su parte.

Sin embargo…

—De acuerdo —aceptó—. Entonces renunciaré al sacerdocio y a la iglesia —se quitó el cuello clerical, arrojándolo al suelo.

—Como guste, señor Massimo. Me complacerá buscarle un reemplazarlo.

Tan pronto como los hombres se dieron la vuelta para marcharse, Massimo pateó con fuerza el haz de varas que habían puesto en la puerta.

*****

Caracas - Distrito Federal - Estados Unidos de Venezuela - 1922

—Vengo a devolver estos —Delilah le entregó a la mujer de la biblioteca una novela y un libro de medicina, como era de costumbre—. Y daré una vuelta para ver qué me llevo.

Cuando la enfermera estaba a punto de retirarse, la señora tras el mostrador volvió a llamarla.

—Espera, Delilah —la mujer cogió un libro de Louisa May Alcott—. Un hombre se llevó este libro la semana pasada y lo ha entregado ayer. Tu nombre seguía escrito en la ficha de préstamo, porque lo pediste dos semanas atrás. Así que comenzó a interrogarme sobre ti. Pero le dije que toda la información es confidencial.

Delilah le quitó la ficha de las manos a la mujer para leer los nombres de los últimos que habían tomado el libro. Sólo había un apellido que correspondía a un hombre.

Sr. Barone.

¿Quién era ese tal señor Barone?

—Cuando devolvió el libro, ¿qué otro se llevó?

—Ah, varias novelas de Austen. "Emma", "Orgullo y prejuicio"… También algunas más, como "Alicia en el país de las maravillas" y… —se quedó pensativa, hasta que abrió el cuaderno donde anotaba los títulos y verificó—. Oh, "El retrato de Dorian Gray".

Todos esos eran sus libros favoritos…

¿Sería casualidad?

—¿Cómo lucía ese tal Sr. Barone?

—Bueno… era apuesto, cabello oscuro, igual que sus ojos…

—Como la mayoría de los hombres por aquí —se quejó Delilah debido a esa descripción—. Da igual, debe ser algún acosador con gusto similar al mío en libros.

La enfermera comenzó a recorrer la biblioteca, en búsqueda de algún título distinto, que aquel hombre no pudiese adivinar.

Cuando caminó delante de una estantería repleta de libros sobre astronomía, se detuvo…

Y corrió de regreso hacia la bibliotecaria.

—¿El hombre se llevó algún libro acerca de astronomía?

La mujer abrió de nuevo su cuaderno.

—Sí, de hecho, se llevó dos.

El corazón de Delilah repiqueteó con fuerza dentro de su pecho.

—Si ese individuo regresa, ¿podría darme todos los detalles? Qué libros lleva, a qué hora pasa por aquí, qué ropa usa, en dónde vive…

—No sé tanta información, Delilah. Trataré de seguirle el paso, pero no prometo nada.

—Me llevaré éste —puso un libro de astronomía sobre la mesa.

—Firma la ficha.

Esta vez, Delilah firmó como "Patata".

*****

—Vengo a devolver estos —el Sr. Barone le entregó a la bibliotecaria un par de libros. Después se paseó por el lugar, tratando de encontrar más novelas—. Ésta —eligió, completamente convencido—. Y ésta —al llegar al escritorio de la empleada, situó las obras encima—. Me las llevo.

La mujer anotó las obras en su cuaderno.

—¿Su nombre?

—Sr. Barone.

—Firme la ficha.

El hombre se detuvo a leer los apellidos de quienes habían firmado la ficha antes.

—¿Hace cuánto que la Sra. Nontigiova leyó este libro?

—Señor, le dije que no puedo darle información sobre otros lectores.

—¿Cada cuánto viene ella aquí?

—¿Va a seguir? No pienso decirle nada.

Él bufó, decepcionado.

Y se sentó en una de las mesas del fondo a leer, esperando por varias horas a que la Sra. Nontigiova apareciera.

No lo hizo.

De modo que se le ocurrió escribir una nota y dejarla en el interior de uno de los libros antes de devolverlo.

Vengo cada jueves a las 4:00 p.m.




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