Sentirme enamorado

Enero

Iba para la estación “Edison” del metro, la estación donde me queda más cerca de mi casa llegando desde un autobús, 113. Quedamos vernos en la estación "Y griega" a la una con treinta minutos. Como obsesivo que soy de la puntualidad, me di el lujo de llegar a las doce cuarenta del medio día, aparte no me molestaría esperar más tiempo si se tratara de ti.

Mientras llegabas seguíamos hablando por mensaje, con las conversaciones interminables que nunca llegan a su fin. Se te había hecho tarde y tuviste que tomar un taxi.

Al fin llegaste.

No me acuerdo muy bien cómo fue, pero terminamos quedando para salir a la pista de hielo. Y yo que te mentí que era un profesional patinando en hielo.

Previo a entrar a la pista de hielo, estuvimos matando tiempo platicando, tirándonos burlas de las buenas entre nosotros. Jamás había hecho reír a una persona como contigo ese día con mis tonterías, tanto estaba sorprendido que empecé a pensar: "O es muy risueña o doy bastante lastima con mis chistes estúpidos".

Ya tocaba nuestra ronda para patinar en hielo. Mientras nos poníamos los patines, hablábamos de nosotros, me hablaste de cómo la pasaste mal al principio cuando te mudaste a la ciudad por tus estudios y te la pasabas sola en el departamento, yo te hablaba de mi vida aburrida y controladora por mi familia, pero por nuestra suerte, ambos lo supimos llevar por el camino del buen sentido del humor.

Ya dentro de la pista de patinaje no se me hacía difícil patinar, pues sabía patinar en piso, pero en hielo no era tanto la diferencia, solo que es más resbaloso y aún no podía tener control en el frío piso.

Nos la pasamos tan bien patinando, fuera de que batallaras más que yo, y aun así no se te iba el sentido del humor, porque las burlas hacia mí de la buena forma no faltaron, claro que el trato era recíproco, por lo que ambos nos la pasábamos bien burlándonos el uno al otro.

El ayudarte a patinar, tomar tu mano, hacerte reír todo el tiempo, me hacía sentir agradable, en calma, me hacía sentir feliz, porque había pasado bastante tiempo desde la última vez que sentí ese sentimiento.

A media hora te confesé que no era experto en patinaje sobre hielo, y que era la segunda vez que tocaba una pista de hielo, no te enojaste ni te exaltaste, en vez de eso me elogiaste. ¿Qué tan perfecta puedes llegar a ser?

Terminó nuestra ronda, era momento de irnos, pero también habíamos quedado con que te iba a enseñar a bailar bachata, que según en mi mundo, te dije que sabía bailar cualquier tipo de ritmos. Y como ibas a saber, QUE NO TENÍA NI IDEA DE BAILAR BACHATA, pero hombre bien preparado vale por dos. Por ti me la pase practicando en mi habitación con videos desde el celular, frente al espejo y tratando de verme como a las parejas que estaban bailando.

Cuatro noches practicando e imaginando bailar contigo para sorprenderte que efectivamente sabía bailar muy bien la bachata.

Fuimos a la estación del metro para ir a la parada de autobús que nos lleva a tu departamento, qué durante el trayecto de ambos transportes, nos la pasábamos hable y hable sin dejar dar paso a los silencios incómodos. No sé si era cosa mía, pero de verdad disfrutaba tu platica, disfrutaba escuchar tu voz.

A punto de llegar a tu departamento, me hacías poner atención, para cuando toque el día en que te quisiera visitar, que, si fuera por mí, todos los días iría a verte, aunque me quede lejos de donde vivo.

Tu departamento era genial, al menos para mí, una habitación completamente tuya, donde tienes tu propio baño, tu closet gigantesco, tu nevera, la despensa y el microondas. Nunca pensé que las historias de los foráneos eran ciertas, contigo lo comprobé. Sin ofender claro.

Me ofreciste de comer, pues cuando estábamos en el autobús, te dije que no había comido nada. Me ofreciste un burrito y medio. Bastante buenos he de reconocerlos, muy buena inversión de dinero. Nunca imagine estar comiendo en tu departamento solos.

Mientras yo comía, seguíamos platicando, hacia uno que otro chiste sobre ti, sobre tu departamento, tomándolo en el buen sentido. Quedo bien claro que empezamos a basar esta amistad con burlas de las buenas.

Toco el momento de la verdad, ver si mis clases conmigo mismo de bachata no hubieran sido en vano. En efecto no fueron en vano, aprendiste rápido el paso base, lo único que te falto dominar, fue el movimiento de las caderas.

Te enseñe a avanzar, te enseñe a girar, te enseñe a hacer los pasos en su lugar y lo mejor de todo es que te tenía tan cerca que al día de hoy no me lo puedo creer, podía sentí que podía sentir las comisuras de tus labios con los míos, pero no rosaban ni hacían contacto, solamente podía sentir su cercanía. Enrollar tu cintura con mi brazo y pegarte a mí, era como una película de fantasía. ¿De verdad esto está pasando?

Pasó un rato, descansamos un tiempo y pusimos música en turnos. Platicábamos de nosotros como antes de entrar a la pista de hielo, todo normal, pero sucedió lo que esperaba, pero no me atrevía a hacer.

Dijiste: “Hace tiempo encontré una canción que me gustó mucho, y me dije ‘Lo voy a bailar con él’, ¿Te animas?”. Obviamente accedí a bailar contigo, lo haría una y mil veces, pero luego me dijiste: “Pero es de las lentas”. Mucho mejor para mí.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.