¿será esto amor?

CAPÍTULO 4

Grace.

Gabriel tardará dos semanas en llegar. ¿Qué hago hasta entonces? Supongo que ver películas y comer comida chatarra, hay que aprovechar que no está, ni de loco me dejaría comer papas fritas y hamburguesas, diría que mi rostro se llenaría de unos granos horribles.

Conecto el cable del televisor cuando un chasquido me hace soltar mis papas fritas al suelo. Todo se vuelve oscuro.

¿Qué pasó?

¿Apagón?

¿Cortocircuito?

Busco como puedo mi celular en el sofá y enciendo la linterna. ¿Soy yo o hay un olor a quemado?

—Mierda —mascullo mientras veo que el tomacorriente dónde conecto el cable del televisor está negro—. Genial, explotó, debí encargarme de esto antes.

Enciendo mi celular para marcar a Gabriel, pero algo me detiene, no es necesario llamarlo. Busco en mi galería la foto que tomé el otro día, ahí encuentro el número que necesito. Aunque usualmente de estas cosas se encarga Gabriel, tengo que hacer algo por mí misma.

—Buenas noches, servicios generales. —Una voz grave me contesta.

—Ah —hablo—. Hola, es decir, buenas noches…

—Sí, diga.

—Eh… bueno, he tenido un inconveniente con la electricidad en mi departamento y…

—¿Cortocircuito?

—Eso parece.

—¿Dirección?

—Ah, sí. La quinta avenida en el edificio doce, piso ocho.

—De acuerdo, voy enseguida.

—Gracias.

Cuelgo la llamada y suelto un suspiro de alivio, no soy muy buena hablando con gente desconocida por llamada. Bueno, ahora tocó esperar. Supongo que sí vendrá el hombre del otro día, su voz no era muy parecida pero creo que sí es él.

Pasan veinte minutos, la desesperación por no tener luz es evidente, no es que esté muy acostumbrada a no tener luz. Creo que debí prevenir esto y llamar a que lo arreglen antes de que todo explote, y también debí comprar velas, seguro que las velas son de mucha ayuda en situaciones así.

Escucho unos golpes en la puerta, me arreglo un poco el cabello y me pongo los zapatos, creo que sí estoy un poco presentable. Voy hacia la puerta y la abro, ahí está: alto, desaliñado y con un fuerte olor a tabaco. Lo reconozco de inmediato a pesar de que todo está oscuro.

—Hola —saludo, nerviosa—. Pasa.

Él entra sin dudarlo.

—Buenas noches —saluda—. Muéstreme el problema.

Vaya, él no me ha reconocido por lo visto, y eso que la linterna de mi celular ilumina un poco.

—Sí, es por aquí. —Cierro la puerta y me dirijo al tomacorriente dónde conecté el cable—. La verdad no sé si este sea el problema, yo solo lo conecté y explotó.

Él se acerca a dónde estoy y mira bien curioso a dónde estoy iluminando.

—El sistema de electricidad lo han conectado por piso, ¿verdad?

—Ah, no lo sé —contesto, apenada, la verdad es que no entiendo—. Mi novio no me dijo.

Él se ve muy calmado, quiero la paciencia de este hombre.

—Creo que sí, la mayoría de edificios no tiene un sistema general, así que, muéstreme el transformador.

—¿El qué?

Creo que debí llamar a Gabriel, esto fue una mala idea, estoy quedando como una tonta, no sé ni qué sistema de electricidad tiene mi departamento. Quiero decir, cuando recién llegué a vivir con Gabriel todo era muy desconocido. Durante toda mi vida estuve en casa de mi mamá y ahí jamás tuvimos problemas con la electricidad, por eso no se me ocurrió la maravillosa idea de preguntarle estas cosas a Gabriel. Soy un poco despistada, pero sé que cosas como estas no me olvidaría.

Jorge suelta un suspiro.

—No se preocupe, yo la buscaré, solo siéntese y espere.

Hago caso, se nota que no soy de mucha ayuda. Él sabrá lo que hace, supongo. Veo como saca una linterna de su bolsillo y se empieza a pasear por todo el piso, hasta que llega a la puerta de la oficina de Gabriel. Ahora que recuerdo, esa habitación era como un depósito cuando llegué, luego Gabriel lo adaptó para que sea su lugar de trabajo, no es por presumir pero es bueno en lo que hace, por lo que tiene muchos clientes y es famoso entre sus compañeros de trabajo y es el mejor pagado.

—Lo encontré —grita Jorge desde la oficina—. Estaba bien escondida.

No digo nada. Si ya encontró lo que buscaba, eso es bueno.

Jorge regresa luego de un rato, saca herramientas de una caja y empieza a trabajar en el tomacorriente quemado.

—Tuve que desconectar todo —dice mientras saca un destornillador—. Si no lo arreglamos de inmediato puede que todo el edificio se quede sin luz.

—Ay no, los vecinos me van a matar. —Recuerdo a la señora Salomé, una viejita muy malhumorada que vive con su perro, siempre encuentra una excusa para quejarse de los demás.

—No se preocupe, eso no pasará, solo es cuestión de cambiar unos cables porque ya estaban muy desgastados. Tiene suerte que siempre traigo unos cuantos rollos, buscar ferreterías abiertas a esta hora es imposible.



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En el texto hay: boda, romance, amor

Editado: 23.06.2025

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