Serie Akuni | Falla en el infierno

22.- Las alas de ángel

Alexis estornudó y la mirada de Liu Zang se endureció. El despacho del tercer caudillo que es mucho más ordenado que el suyo tiene un ambiente de calma que a Alexis le gusta, por lo que suele venir a tomar café y conversar con él.

Las campanas de vientos que cuelgan cerca de las ventanas se mueven con el aire acondicionando dando la falsa sensación de estar en el aire libre, y las fotos de sus viejos maestros decoran los estantes de libros en diversos idiomas.

No deja de ser un hombre admirable, tanto como lo era en su adolescencia.

Alexis volvió a estornudar y quiso sonreírle, pero la seriedad de su compañero la hizo desistir de eso. Solo volvió a toser desviando su mirada. Liu colocó su mano en su frente sin mostrar expresión alguna.

—¿Te has tomado tus remedios? —le preguntó como cuando una madre reprende a su hijo desobediente.

—Sí, esta mañana —le respondió sin mirarlo.

—Estamos a medio día ¿Cada cuantas horas debes tomarlos? —la interrogó con la misma seriedad.

—Mañana, tarde y noche —respondió en el acto.

Liu suspiró, antes de apoyar su mano sobre su cabeza y notar como Alexis torcía su rostro en una mueca graciosa al sentirse ser tratada como un niño pequeño.

—Debes ser cuidadosa, el doctor te dijo que tu aura está mal, y tener eventos traumáticos pueden empeorarla, por eso mi insistencia. Si quieres vivir debes ser más eficiente en tu auto cuidado.

—Lo sé, no te debes preocupar —señaló sonriendo a la fuerza.

Liu no entiende cómo puede estar tan tranquila. Tiene solo veintiséis años con un aura dañada que no durará más de tres años. Eso significa que a los veintinueve años su cuerpo se debilitará tanto que vivirá dependiente de otras personas, sin poder seguir viviendo de la forma como lo ha hecho hasta ahora. 

Pero a Alexis eso no le importa. El demonio le dijo que al cumplirse la misma fecha en que murió en su vida anterior morirá sí o sí. Cumplida su misión o no. Pues su cuerpo y alma solo han sido destinadas a ese tiempo de vida. No llegará a vivir tanto para sufrir las consecuencias de una vida sin su aura sagrada. Por lo que lo único que le preocupa es salvar a Adrián de una vida de crímenes, y que cumpla su rol como elegido de los cielos.

"Ni siquiera debería esforzarme tanto en tomarme esa pastilla tan desagradable..."

Suspiró desanimada. Liu al notarlo estaba a punto de decirle algo.

—Señor Zang, disculpe que lo moleste, pero tenemos un caso —apareció un policía más joven.

—Bien, voy —dijo poniéndose de pie.

—Voy contigo —Alexis intentó seguirlo.

—No, en tus condiciones —la detuvo con seriedad.

Alexis hizo una mueca.

"Entiendo que no estoy bien, pero no me trates como un enfermo terminal"

—No me dan misiones desde mi última recaída, y me siento un inútil, solo déjame acompañarte, prometeré que estaré callado —hizo el gesto de cerrar un cierre en su boca para luego sonreírle con complicidad.

Liu alzó sus cejas, bufó molesto para luego desviar la mirada.

—Está bien, pero no te entrometas en este caso que es de nuestro caudillo —le habló con dureza.

Alexis sonrió animada mientras se apresuraba a ir a su oficina a buscar sus cosas.

"Digas lo que digas es mejor a esto que a estar vegetando en mi oficina"

—¿Qué planeas ahora? —le dijo el demonio al oído al aparecer a su lado apenas había entrado a su despacho.

—Mantenerme activa, encerrada en esa oficina solo viendo papeleos, no me ha dado la oportunidad de reencontrarme con Adrián —le respondió mentalmente—. Si este caso es grave de seguro él aparecerá y podré verlo.

—¿No sería más fácil ir a su oficina? —el íncubo se alzó de hombros.

Alexis cruzó con los brazos con una sonrisa irónica.

—¿Y decirle qué? Porque tendría siquiera tener una explicación lo suficientemente lógica para que crea que no miento —dijo sin mirarlo, buscando sus documentos.

El demonio se detuvo frente a ella tomándola de la barbilla.

—Con ese rostro, esa elegancia y soberbia ¿No crees que sería suficiente para seducirlo? —le dijo sonriendo con malicia y con una voz seductora se sentó sobre su escritorio—. Te subes a sus piernas y te entregas a él, deja que haga contigo lo que él quiera y listo, lo tendrás comiendo de la palma de tu mano.

Alexis alzó una de sus cejas escuchando gemir como si la estuviera imitando a ella. La mueca en su rostro no se hizo esperar y carraspeó incomoda. Ella no gemiría de esa forma ni menos haría esos movimientos indecorosos.

—¿Podrías dejar de violar mi escritorio? Lo único que voy a conseguir haciendo algo tan vulgar es una paliza y un despido por acoso laboral —respondió molesta empujándolo hacia el suelo para que deje de hacer esos gestos indecentes.

—Siempre te gusta irte por el camino difícil —se quejó cruzando los brazos—, tus primas tienen razón.

Y dicho esto desapareció. ¿De qué primas le habla? Solo tuvo un primo que falleció en misión. 

—¡¿Razón de que?! —le gritó sin darse cuenta de que lo dijo al abrir la puerta Liu y sus hombres se dieron vuelta a mirarlo.

Se enderezó y fingió no haber dicho nada. Solo Liu lo quedó mirando de reojo, el resto de policía siguió en lo suyo ¿Cómo iban a atreverse a cuestionar al caudillo segundo cuyas hazañas las escuchaban mientras eran estudiantes? De seguro si lo dijo fue porque tenía que reprenderlos por su falta de capacidades y le pusieron más empeño al trabajo que estaban haciendo mientras su jefe sonreía disimuladamente. 

Liu que lo había venido a buscar no dijo nada, solo le indicó que lo siguiera porque ya estaban listo para ir a terreno. Tiene en sus manos toda la información necesaria. 

Llegaron al final de un bosque tupido, los antecedentes es que un grupo de senderistas subían por el lugar cuando notaron algo extraño cerca del rio. Se acercaron encontrando el cuerpo desnudo de una mujer, de espaldas, sin símbolos de ataque de terceros aparentemente.




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