Serie Akuni | Falla en el infierno

36.- El hijo del general

Alexis pestañeó confundida, para luego golpear la mesa de su escritorio tan fuerte que asustó al demonio. Se colocó de pie caminando de lado a lado sin creer lo que acaba de escuchar ¿Por qué cada vez que intenta arreglar las cosas estás terminan por empeorar más?

—¡¿Qué voy a morir asesinada por otra persona?! —exclamó sobre exaltada—. ¿Por qué me odian tanto? ¿Acaso hay una lista de gente que me quiere matar? He sido mejor persona esta vida pero el karma de mis crímenes pasados sigue persiguiéndome. 

Cruzó los brazos exageradamente molesta desviando su mirada hacia la ventana. Suspiró cambiando su expresión.

Entrecerró los ojos con seriedad de tan solo pensar que su muerte provocará el descontrol de Adrián. Si él ya no va a matarla... significa entonces que ahora le importa y su muerte le causara peor daño. Podría sentirse orgullosa de causar ese efecto en él. Pero no se siente así sino todo lo contrario. Su muerte está cerca, no hay forma de revertir eso, y estaba lista para aceptarlo aferrándose a la idea que ese chico rebelde tuviera un futuro feliz. 

Ahora que sufra por ella, le provoca dolor en el pecho, y un sentimiento vago que no puede entender.

—No fue buena idea —masculló contemplando el cielo—… no debí involucrarme con Adrián a ese nivel, sabía que esto no iba a terminar bien.

—¿Y qué planeas hacer? —le preguntó el demonio.

Se llevó la mano a la cabeza preocupada, sonriendo a la fuerza.

—Supongo que alejarme de él, no permitir que nos relacionemos de esa forma. Así si otro termina por asesinarme mi muerte no le afectara demasiado —musitó tensando su rostro.

Pero no entiende porque le duele pensar en nunca más ser estrechada en esos brazos, en no volver a sentir la calidez de su cuerpo y sobre todo en como esos ojos la contemplaban distinto, como si en esa intimidad había roto el muro que él había construyó entre los dos. Incluso la forma como la miró mientras le arreglaba el cuello de la camisa frente a todos.

Tener que renunciar a todo eso no será tan fácil. Se dejó caer en su silla mirando el blanco cielo de su oficina. Jamás se ha involucrado con nadie, en realidad ni en esta ni la otra vida atrajo a alguien que se interesara por ella. Y solo ahora, por una tonta coincidencia terminó involucrada indebidamente con quien debe salvar de un desafortunado destino. Cometió un error gravísimo. 

Se mordió la uña hasta causarle dolor y no vino a reaccionar hasta que Fabiola golpeó la puerta entrando con su café y seguida por un pelirrojo que jamás había visto en su vida.

Sus ojos se detuvieron en el desconocido y arrugó el ceño. No es usual que alguien entré sin primero preguntar si el caudillo puede recibirlo. Es claro que o es muy atrevido o tiene un cargo mayor al suyo. Aunque por sus vestimentas parece ser parte del área de Adrián.

Sus ojos verdes no parecen amedrentados por la fría expresión del Caudillo segundo. Y entorna su expresión en una malicia que descoloca a Alexis.

—Caudillo, disculpe —indicó Fabiola mirando de reojo al recién llegado—. Es el hijo menor del general, quiere presentar sus respetos a los Caudillos de la policía...

Por la expresión de su mano derecha Alexis entiende que aquel pelirrojo quiso entrar antes de ser anunciado. O sea, de seguro es el típico hijo de papá que se cree con el derecho de saltarse cualquier protocolo establecido.

Apenas Fabiola salió de la oficina, Alexis le indicó al individuo tomar asiento. Entrecerró los ojos y sonrió levemente con una expresión altanera mientras apoya su mentón en los dedos entrelazados de sus manos con los codos sobre su escritorio.

Ese gesto entre audaz y amenazante no pasó desapercibido para el joven policía, que, aunque no quisiera se sintió hipnotizado por un recuerdo de su pasado que parecía hacerse presente frente a sus ojos. Como un fantasma buscando torturarlo.

—¿En qué puedo ayudar al joven hijo de nuestro general? —le preguntó Alexis.

—Llámeme Erick, señor Vikar —respondió en forma cordial sonriendo con suavidad.

—Señor Vikar suena demasiado anticuado, prefiero que me llame como todos "Caudillo segundo" —le corrigió con seriedad y soberbia.

—Entiendo, Caudillo segundo —señaló el pelirrojo con amabilidad—. Disculpe la repentina interrupción, solo venía a presentarle mis respetos, soy un nuevo oficial de la policía especial a cargo del capitán Makris.

No hubo palabras. Alexis lo contempló de reojo. Con cierta indiferencia.

—No puedo evitar decirlo, había escuchado que el Caudillo segundo era un hombre apuesto, pero no me lo esperaba, incluso creo que es demasiado femenino para mi gusto —agregó ante la sorpresa de Alexis que lo miró estupefacta.

Alexis se rio con suavidad y alzó ambas cejas con un gesto amigable.

"Maldito hijo de puta, que tipo descarado es este ¿De dónde lo sacaron?"

—Lo tomaré como un halago —le sonrió irónica levantándose de su asiento.

"Además es obvio que tenga rasgos femeninos... imbécil"

—Ahora me disculpa tengo demasiado trabajo y no...

Y sin más, notó como aquel hombre estaba a su lado y la rodeaba con su brazo empujándola hacia la pared para con su mano desocupada tomarla de la barbilla alzando su rostro hacia el suyo. Los ojos azules de Alexis se abrieron enormes sin entender lo que pasa. El rostro del pelirrojo esta tan cerca como si fuera a besarla.

"¡¿Qué mierda le pasa a este tipo?!"

—Sería tan distinto si fuera una mujer... —señaló con malicia sin soltarla de la barbilla.

Alexis lo contempló fijamente antes de sonreír con sarcasmo.

—Entonces agradezco a los dioses que me hayan puesto una vara entre las piernas —señaló—. Ahora bien, señor Bister, su comportamiento no es adecuado, puedo entender que se sienta atraído por mí, pero eso no significa que puede acorralarme de esta forma ¿Sabe lo que es acoso sexual?




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