—Espere afuera, capitán Makris —lo detuvo el general a las puertas de su despacho.
Adrián se sintió descolocado por esta orden, aun cuando sabe que deben hablar a solas se siente inquieto.
—Déjeme curarle la herida primero —señaló preocupado—. Esta sangrando y...
—Yo me encargaré de esto —lo interrumpió el general y aunque lo contempla con amabilidad su voz suena severa lo suficiente para entender que es una orden.
Alexis se bajó de sus brazos con calma, luce tranquila, pero es claro que es por el shock que aun sigue presente.
—Estaré bien —musitó pasando su mano cariñosamente por su mejilla—, no te preocupes.
Luego de eso entró al despacho y la puerta fue cerrada. Adrián se quedó parado frente a la puerta cerrada, tuvo la extraña sensación de que esto no estaba bien. Apretó los dientes, no se olvida que entró a la policía, primeramente, por proteger a Alexis de ese hombre, del general. Y ahora se siente como si tuviera las manos atadas, maldijo aprisionando ambas manos.
En el interior, Alexis tomó asiento en el lugar señalado por el general. Se mantuvo con la mirada baja esperando el sermón, su castigo y claramente su expulsión del cuerpo policía. El hombre solo la contempló, extasiado, pero se contuvo lo suficiente para que ella no notara la expresión de su rostro.
Se inclinó y la tomó de la barbilla, ante la sorpresa de Alexis, y luego limpió la herida en su frente.
—Esto podría dejar una fea cicatriz, tendrás que ir después a que te pongan unos puntos —musitó sintió en su mano el suave y tibio rostro del caudillo.
Notó sus largas pestañas, y a pesar de lucir pálido y cansado, esta ahí esa misma belleza de su madre. Sus largas pestañas, esos labios de tono rosa que se entreabren y lucen apetecibles, la piel suave, el cabello que cubre parte de sus hombros. Todo el conjunto que ansia como una obsesión enferma.
"Es tan igual a su madre, como pude dudar tanto, es como mi segunda oportunidad... "
Su fija atención provocó que los ojos de Alexis que por un momento estuvieran detenido en los suyos haciéndolo sentir un calor desbordante, ahora rehuyeran su mirada con timidez. Se acercó con intenciones de besarla, olvidando el lugar en donde se encuentran.
—Señor ¿Qué va a pasar? ¿Cuál será mi castigo? —musitó Alexis desanimada.
Perder su caudillo es algo que nunca se esperó.
Las manos del general temblaron antes de soltarla, esas palabras en otro contexto lo hubieran enloquecido empujándolo a caer en el pecado lujurioso que representaba la imagen de Alexis Vikar. Pero debe contenerse.
—Por ahora solo será suspendida de sus labores mientras vemos que hacemos —le dijo dándole la espalda.
Hubo un momento de silencio. Solo el ruido de la silla lo interrumpió.
—De verdad, lo siento mucho, no quise engañarlo —musitó Alexis dispuesta a salir del lugar.
—No te preocupes, buscaré la forma que el castigo sea más leve de lo que pidan, te protegeré —habló el hombre mayor tomando asiento.
Alexis no supo como interpretar eso. Pero aun dentro del shock que le ha producido toda esta situación no analiza más allá de lo que ve frente a ella. Se volteó despidiéndose como lo hace un oficial y salió del despacho.
El general se dejó caer en su sofá, sonriendo con ansiedad, mientras el rostro envejecido comenzaba a rejuvenecer, dejando ver la expresión libidinosa del joven Eric Blister, el hijo del general. Volvió a sonreír notando como sus manos tiemblan, le costó tanto contenerse y no tomar para sí al caudillo segundo. Sabía que algo había en él, pero no se esperaba que fuera esto.
"Con que una chica que se parece mucho a mi Lisandra... ya te tendré en mis manos"
Y se pasó la lengua por los labios sonriendo extasiado, teniendo que conformarse consigo mismo mientras en su mente solo piensa en ese pequeño y hermoso oficial que resultó ser una mujer. Llamó su nombre mientras jugaba consigo mismo, llegan a la cima de un orgasmo que sintió que lo enloquecía.
Afuera Alexis dio un par de pasos tambaleando, siente que el suelo se mueve demasiado. No es normal sentirse así o el golpe a haber sido descubierta es más fuerte de lo que hubiese pensado. Siempre se comportó como un hombre, siempre lo tomó como algo natural. Y aunque un día tarde o temprano lo averiguarían todos, nunca pensó que eso la golpearía tan fuerte. ¿Por qué se siente tan frágil e indefensa? Es como si le hubieran arrancado la armadura que por años la mantenía segura.
Se apoyó en la pared respirando fatigada, siendo absorbida por un miedo que comienza a paralizarla.
"Hija... huye" y una imagen de sangre y muerte perturbó su visión. Su madre, el asesino cuyo rostro no logra ver, y la sangre de aquel rostro sin vida. Su cuerpo se tambaleó y pareció no ser capaz de sostenerse. Pero no cayó al piso, alguien la sostuvo antes de hacerlo.
Adrián la contempló preocupado. Lo alzó en sus brazos y luego entrecerró los ojos, dolido.
—Te llevaré a casa, no seguirás aquí —señaló apretando los dientes.
—Debo buscar mis cosas, me han suspendido y...
—Yo iré por ellas más tarde, quiero que tu descanses.
No hubo más palabras. La Alexis que usualmente no se hubiera callado esta vez solo guardó silencio, y su mirada se perdió en los pliegues de la camisa de Adrián en donde apoyó su cabeza.
—Lo siento mucho —musitó.
Adrián tragó saliva, jamás pensó un día verla así de derrotada y débil. Ni siquiera cuando más la odiaba quería verla así. Por ahora solo quisiera envolverla, protegerla y golpear a cada imbécil que se atreva a decirle algo. La estrechó aun más entre sus brazos y se la llevó consigo.
Cuando la creyó dormida la dejó en casa volviendo al departamento de policías buscando las pertenencias de Alexis. Francisca apenas lo vio se puso de pie y salió detrás suyo mientras aquel entraba al despacho del caudillo segundo y se quedaba detenido sin saber por donde empezar.
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Editado: 28.06.2024