Serie Akuni | Falla en el infierno

54. He fallado...

—¿Cómo...? —Asterus se mordió la lengua, quería preguntarle a Alexis como estaba, pero la pregunta se le hizo tan innecesaria y cruel que prefirió guardar silencio.

Alexis con la mirada aun detenida en el blanco cielo de la habitación no respondió. Por momentos el demonio tuvo miedo, parecía estar muerta. Sin embargo, le dirigió la mirada y le sonrió. Eso caló aun más hondo en el alma de Asterus que se echó a llorar con rencor apoyando su cabeza en el pecho de Alexis.

—Demonio bobo —susurró cariñosamente—, no llores ¿Me ves llorar a mí? Debes ser fuerte.

—Lloró por ti, porque tu ya no puedes —respondió sollozando.

Alexis no respondió. Guardó silencio acariciando el largo cabello de Asterus.

—¿No quieres morir ahora? Yo aceptaré recibir tu castigo por ti, me inclinaré ante el mismo dios del infierno por tu perdón, eres su descendiente, así acabamos ya con todo esto...

—No puedo, Asterus —le respondió con suavidad—, no puedo abandonar a mi bebé. Además, Adrián vendrá por nosotros.

No quiso refutar que eso no era así, pero en ese instante se dio cuenta que tenía razón y se aferró a las manos de Alexis.

—Él te busca —dijo Asterus con emoción.

Al escucharlo Alexis se sentó en la cama, y luego sonrió llevando su mano a su vientre. Por momentos se olvida de las esposas que tiene atada en ambas muñecas, más al solo pensar en el alivio que será ver a Adrián venir por ella.

En eso se escuchó ruido en la puerta. Arrugó el ceño de inmediato al escuchar la cerradura girar. El ambiente se siente más tenso de lo que hubiese querido. Pero solo es Esteban quien de mala gana deja caer una bandeja de comida sobre el velador sin importar que este salpique fuera del plato. Luego sin palabras le dio la espalda a Alexis dispuesto a salir.

—Pensar que un caudillo se humille de esta forma actuando como el perro de un asesino es una vergüenza para todo el departamento de policia —exclamó Alexis provocando que Esteban detuviera sus pasos.

—Lo dice quien fingía ser un hombre para poder entrar como caudillo de la policía —masculló con asco girándose hacia ella.

Alexis lo contempló unos segundos antes de sonreír con soberbia. A pesar de que no lleva su uniforme y viste con un vestido blanco que aquel loco pelirrojo le trajo, la mirada de la mujer es aun tan intensa que Esteban debió morderse la lengua para que su cuerpo le respondiera. Está encadenada, nada podría hacerle, su aura esta dañada y está embarazada, pero aun así su cuerpo se congeló ante la expresión amenazante de su rostro.

Toda su vida ha sido así, opacada por gente como Alexis, engreídos que se creen ser superior al resto.

—Ser mujer no es humillante, todo lo contrario —respondió.

Esteban apretó los dientes y tensó su rostro, pero aun así quiso ser más que ella y se rio entrecerrando los ojos con crueldad.

—El caudillo segundo, uno de los oficiales más "increíbles" del departamento de policía, ahora es solo el juguete del asesino de su madre ¿Te queda aún algo de orgullo? —al escuchar esto Asterus reaccionó de inmediato, aunque lo vuelvan a castigar del infierno le dará una paliza a ese tipo.

Pero Alexis lo tomó de la muñeca y lo detuvo. Sonrió y Esteban la miró sin entenderla.

—Mi orgullo sigue tan intacto como siempre —Alexis entrecerró los ojos—, por lo menos si muero no moriré sintiéndome patética ni traidora, que le dio la espalda a sus compañeros...

Esteban tembló de rencor. Pensaba decir algo, pero terminó por morderse la lengua y azotó la puerta al salir. Alexis suspiró.

—Lo peor es que tiene razón...

Musitó recordando sus palabras "el juguete del asesino de su madre".

Esteban volvió furioso a la cocina golpeando los muebles y las ollas, agradece que Fabián no esté presente. Pateó el mueble de los limpiantes y al ver un frasco sus ojos se quedaron detenidos en la advertencia de aquella botella, y sonrió con maldad.

Alexis se recostó sin probar la comida mirando lánguidamente como se mueven las cortinas de la ventana semi abierta. Si no hubiera esos barrotes hubiera podido huir, pero sabiendo que Adrián viene en camino la hace tener esperanzas. Se sobó su barriga con suavidad.

—Papá ya viene por nosotros, aguanta bebé, debes nacer en las próximas semanas... todo estará bien.

Sintió nuevamente la cerradura de la puerta girar. Sabe que no es Esteban así que tensa su mirada manteniendo su atención en la ventana. Fabian, entró sonriendo y se recostó en la cama a su lado rodeando su cintura con un brazo.

—Adivina —le susurró al oído para luego besar su cuello.

Alexis indiferente lo ignoró sin responderle.

—Encontré una torta de tres leches, de esas que te gustan tanto —Fabián agregó emocionado.

Lo miró de reojo. Los vestidos que le ha traído, los pasteles, la comida, todo, eran los gustos de su madre, no suyo. No lo tolera, quisiera tanto darle una paliza, pero en sus condiciones y por proteger a su hijo no le queda otra que aguantar.

—¿Quieres probarlo? —dijo sin soltarla.

—No tengo apetito —respondió endureciendo la mirada.

—Vamos, cariño, no seas caprichosa —dicho esto la puerta se abrió y Esteban entró con un pedazo del pastel en una bandeja más pequeña.

Sin decir palabras se lo entregó a Fabián en las manos. Aquel sacó una cuchara con un trozo y lo acercó a la boca de Alexis. Suspiró impaciente y al final la joven policía se enderezó tomando la cuchara ella misma y se lo llevó a la boca. Arrugó el ceño.

—Sabe raro, no quiero más —y dicho esto se acostó dándole la espalda.

Fabian perdiendo la paciencia le quitó la manta de encima de golpe, la levantó en sus brazos y la sentó en una silla frente a una mesa. Alexis lo contempla solo con expresión severa. Con una de sus piernas piso la cadena que rodean sus tobillos para evitarle levantar las piernas y luego le apretó la barbilla para obligarla a abrir la boca.




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