Serie Akuni | La maldición de tus ojos

57. Una pelea injusta

Zeykosan se movió con agilidad alejando al hijo de Dionisio del lado de su amo. Demian, gracias a Lily, había aprendido a controlar la espada, además esta había adquirido habilidades que sorprendieron incluso a Eva.

La espada, llamada Luna Sangrienta, nunca mostró esa clase de sincronización con ella. Nunca se había movido por sí sola guiada por su amo.

—Hijo, deja de pelear, entiende que es lo mejor para ti —Eva intentó convencerlo.

Demian no respondió, respiró agitado limpiándose la sangre en la boca, no puede fallarle a Betzu, le prometió que estarían juntos, que todo saldría bien, además tiene que proteger a sus hijos.

Pero en su estado, casi no tiene fuerzas. El golpe de Andrés fue demasiado duro para alguien en su condición. No pude evitar toser y escupir más sangre. La espada volvió a su mano y tuvo que apoyarse en ella para poder levantarse.

—Eres un niño caprichoso, tendrás que aprender a la mala —exclamó el hijo de Dionisio antes de pasarse la lengua por los labios—, pero me encantan los niños salvajes.

Justo Kepac apareció en ese momento, y aunque Demian al verlo sintió alivio, le bastó con ver sus heridas para darse cuenta de que no está en las mejores condiciones. Es evidente que no ha entrado solo su madre y este tipo, sino que además han traído a más aliados que son los que Kepac tuvo que enfrentar.

—Pequeño, vete, déjame encargarme de ellos —le dijo colocándose adelante.

Demian hubiera querido negarse y ayudarlo, pero no tiene otra opción más que correr al palacio y pedir ayuda a los médicos. Titubeó, finalmente tensó su rostro tomando la espada y como pudo salió de ese lugar.

Cuando Andrés quiso seguirlo, fue detenido por el demonio del martillo, quien no dudo en atacar haciendo retumbar el suelo con su golpe. Pero la agilidad del akuni fue mayor, de un salto de espalda giró sobre el demonio que le doblaba el tamaño cayendo detrás para con su báculo atravesarlo de lado a lado.

Kepac se quedó paralizado, el arma le partió el corazón en dos, y perdiendo la conciencia poco con los recuerdos de su vida junto a su rey Betzu y a su compañera de equipo Lily, comenzó a perderse en la oscuridad. No duele, en verdad no, siente solo dueño, demasiado. Y cayó al piso sobre su propia sangre, perdiéndose para siempre en el mundo de los muertos.

Andrés bufó con asco limpiándose la sangre que le salpicó en el rostro, y luego arrugó el ceño molesto ante la huida de Demian. Hasta ahora estaba acostumbrado que sus posibles conquistas solo vieran su rostro para enamorarse de él. En cambio, aquel hijo de Hades, lo miró con tal rechazo que ya siente que atraparlo en sus manos es algo más personal. Quiere encerrarlo, aprisionarlo, aplastar su voluntad, hasta que sea otra marioneta más de su colección.

—¡Vamos, búsquenlo, tráiganlo frente a mí! —les gritó a sus hombres, notando también la ausencia de Eva.

No era fácil poder avanzar, sus piernas tiemblan y se sostiene el vientre intentando no pensar en lo peor. No sabe a quién dirigirse ni pedir ayuda, ya que si cae en las manos de los demonios que están en contra del nacimiento de sus hijos, las cosas podrían ser peor.

Tambaleó y tuvo que apoyarse en un árbol antes de arrodillarse en el suelo.

—Hijo —la voz de Eva lo hizo girar la cabeza mientras aprieta los dientes—. Deja de ser tan obstinado y ven con nosotros, tendrás una mejor vida junto a Andrés, ya no tendrás que vivir acá abajo en el inframundo, incluso puede ayudarte a controlar tu sangre demoniaca ¿De qué te servirá quedarte al lado de ese demonio de Betzu? ¿No extrañas el mundo exterior?

Demian no pudo evitar reírse ante la confusión de su madre.
—Es evidente que nunca has amado a nadie —señaló con expresión amarga—, no amaste a Betzu, no amaste a tus padres, ni tampoco a tus hijos. Todos no somos más que herramientas para ti. Cuando Betzu dejó de ser útil lo abandonaste, y cuando fui yo quien se convirtió en un obstáculo intentaste matarme. Y ahora solo porque te soy útil, vienes acá con tu falso cariño maternal a decirme lo que es mejor para mí ¡¿Qué sabes tú?!

Dicho esto se enderezó levantándose del suelo con su espada Zeykosan, la que de inmediato se movió apuntando a la mujer demonio. Eva dejó de sonreír, no sabe cuál fue su error para que su hijo se le rebele de esa forma.

—Amo a Betzu, y no me importaría ir al infierno más seco y árido si es por seguirlo. ¡No lo dejaré ni por el paraíso más bello que pudieras ofrecerme! —y dicho esto la espada se lanzó contra Eva, aquella lo esquivó, aunque no tiene poderes por la cláusula de Hades, aún posee su agilidad.

Pero por estar preocupado por pelear con su madre, no se dio cuenta del ataque que recibiría por su espalda hasta que el golpe le atravesó el hombro. El báculo penetrante del hijo de Dionisio le rompió la carne y no se detuvo ni ante el hueso. La dolorosa fractura de sus huesos que saltaron astillados lo hicieron caer de rodillas al suelo, notando la sangre que comenzó a caer por su brazo.

Demian alzó la mirada maldiciendo al cobarde que acababa de atacarlo por la espalda, y aun así Andrés sonrió victorioso, tomándolo de la barbilla con nada de cuidado, hundiendo sus dedos hasta causarle aún más dolor.

—Si debo romperte cada extremidad para llevarte conmigo, no dudaré en hacerlo —habló amenazante antes de ordenar que lo ataran.

Eva se quedó impávida ante la horrenda herida, nunca se esperó que aquel sería capaz de dañar a su hijo de esa forma, y tensó su mirada contemplando la espalda de Andrés.



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Editado: 07.01.2025

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