Serie Akuni | La maldición de tus ojos

59. Bayet y Kail

Zenquing se quedó paralizado, poco a poco se acercó, con miedo, solo para comprobar la muerte del joven demonio. Tragó saliva con el corazón en la mano, sintiendo un horrible dolor en el pecho, y un terror que no le permitía reaccionar. El nudo en su garganta finalmente se desató y dejó huir de entre sus labios un grito lastimero. No puede creerlo, es como si esto fuera una pesadilla.

Lloró porque no pudo lograrlo, Demian murió sin que pudiera salvarlo. La expresión de aquel es triste, parece haberse resignado a que su vida terminara de esa forma. Zenquing posó con suavidad su mano sobre los ojos del joven rey fallecido y los cerró mientras su mano comenzara a temblar. Los bebés no han dejado de llorar, así que tomó a ambas en sus brazos.

No sabe como calmarlos cuando se siente tan desolado.

Se quedó ahí de rodillas sin poder contener su llanto.

—Lo siento tanto... mi rey... ¿Qué le diré a su esposo? —exclamó en medio de las lágrimas, recordando como Betzu amaba tanto a su reina consorte.

Los bebés no dejaban de llorar.

En eso escuchó un ruido entre las ramas y se giró desconsolado, pensado que podía ser Áron, pero vio a una anciana caminando con calma, seguida por un grupo de mujeres jóvenes que se detuvieron detrás de ella.

—Doña Coral —exclamó sorprendido al reconocerla, y luego con dolor le hizo ver a Demian que yacía en el piso sin vida—. Debe avisarle al rey y...

Pero algo no está bien, notó la mirada despectiva que la mujer dirigió hacia el cuerpo de Demian, luego aquella fijó su atención en los bebés que el joven doctor tenía en sus brazos, tornando su rostro en una expresión fría y cruel.

—Deme a los niños, se los llevaré yo misma al rey —dijo con una frialdad que hizo desconfiar a Zenquing.

—Hay que llevar el cuerpo de la reina consorte al palacio —señaló con desconfianza, retrocediendo sin intenciones de entregarle a las bebés.

—No hay tiempo —dijo la mujer acercándose extendiendo sus manos.

El doctor tensó su rostro, es evidente las intenciones de esa mujer. Si deja abandonado el cuerpo de Demian y un animal llega a devorarlo, condenará a su alma, quedé atrapada por cientos de siglos en el inframundo.

Sacó un bisturí de su bolsillo haciendo que la mujer mayor se detuviera en el acto.

—¿Qué piensa hacer? ¿Dejar el cuerpo del esposo del rey abandonado aquí? —le exigió explicaciones.

Doña Coral no se inmutó, con una frialdad abismante le respondió.

—No pensaba abandonarlo así, sino pedirle a mis estudiantes descuartizarlo en pedazos y distribuir cada pedazo en el bosque, así evitaré que pueda reencarnar en el futuro. Nuestra majestad, Betzu, no se ha dado cuenta del error que cometió al casarse con el hijo de Hades, pero es mi trabajo corregir ese error.

Zenquing vio como las mujeres, que antes parecían inofensivas, sacaban sus armas para atacarlo. Es seguro que no podrá contra todas ellas, es un médico, no un guerrero, pero tiene que pelear y obtener el tiempo suficiente para que Áron pueda llegar a ayudarlos. No va a permitir que cometan esa atrocidad con el cuerpo de Demian.

Dejó a ambas bebés cerca de su padre fallecido, mientras sacaba otro bisturí más dispuesto a pelear y retenerlas.

La pelea se inició y mientras eso pasaba una de las bebés mordió el dedo de Demian.

A la vez la barca de Caronte se detuvo de golpe, el agua salpicó sobre el rostro desanimado y triste de Demian, haciéndolo reaccionar. El viejo Caronte intentó seguir remando, pero su barca no se movió.

—¿Qué está pasando? —preguntó el joven demonio colocándose de pie.

—Una fuerza superior no me deja avanzar —respondió tenso.

Demian estaba a punto de decir algo cuando vio como un camino de piedra se formó desde la orilla del río de Estigia hasta llegar a la barca. Ambos se quedaron mirando esto, sin entender lo que pasa.

Padre vuelve... —varias voces de niñas comenzaron a repetir esta palabra como ecos que se perdían en el oscuro paisaje.

—... no sé qué tipo de poder sea este... pero hasta ahora ni siquiera nuestro Dios Hades podía cambiar el destino de quien ya murió... eso sí, si vuelve joven príncipe no podrá volver a reencarnar en cientos de años.

Demian se quedó en silencio mirando ese camino, esas voces deben ser de sus dos pequeñas hijas. Saltó de la barca al camino de piedra.

—Quiero esta vida, no otra, y por eso me aseguraré de vivir miles de años antes de que nos volvamos a ver —y dicho esto, salió corriendo devuelta a la vida.

Abrió los ojos, ahogado, sintiendo que sus pulmones no pudieron respirar de inmediato, y al sentir calor a su lado notó que sus bebés están ahí, ya sin llorar. Las acercó a su pecho y antes de colocarse de pie vio a Zenquing pelear pese a sus graves heridas. El joven doctor apenas puede mantenerse de pie, sangra de todos lados, cojea de una pierna, y solo pelea con un brazo.

Cuando Zenquing notó la mirada de Demian y lo vio sentado abrazando a sus bebés, sus ojos parecieron iluminarse con ese milagro, y fue como si eso le diera más energía. Pero es evidente que no podrá aguantar mucho.

Doña Coral también se percató que el joven consorte estaba aún vivo, y apretó los dientes con rencor sacando una daga de su espalda, no va a permitir que ese hijo de Hades siga perturbando el bienestar de su rey.

Demian al darse cuenta de las intenciones de la mujer, quiso ponerse de pie, pero sus piernas no reaccionaron. Abrazó a sus bebés para protegerlas del ataque, no está dispuesto a volver a morir y menos que dañen a sus hijas.

"Papá, cierra los ojos"

"Doctor Zenquing, cierra los ojos"

Ambos pudieron escuchar la voz de dos niñas que hablaban al mismo tiempo. Aunque el doctor no entendía nada, las voces eran tan claras que cerró los ojos sin cuestionarse nada, a pesar de exponerse a ser atacado. Lo mismo hizo Demian sabiendo que esas voces eran las de sus hijas.



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Editado: 07.01.2025

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