EL PRINCIPE OSCURO
ALREDORES DEL POZO INFERNAL
Un ser oscuro se había detenido en medio de la habitación, su traje a medida estaba pulcramente limpio mientras seguía la mirada por el tablero. Imágenes, fotografías, direcciones, mapas en diferentes partes del mundo.
Había suficientes para empezar una guerra, muchos chicos, apenas empezando su adultez, dejados, olvidados. Pero, no, él no, él no los olvidaba, el oráculo estaba en lo correcto, a finales del Joshiva, segundo milenio, modernidad e ignorancia.
Sus pistas surcaban el cielo, la joven adelito había dicho lo correcto, se lo susurraron hace milenios, eones, no pensaba estar en lo correcto.
Pero empujo su suerte, su suerte.
Irónica palabra, irónico la humanidad, ignorantes paracitos, ignorantes mortales, sin saber el daño que causaron, sin saber el precio que se pagó por ellos.
Poso su mirada en la escultura a su derecha, una bella figura de piedra, tallada y olvidada por ellos mismos, no conocían el limite ni el final.
Eran solo consumidores de mundos.
—Su majestad.
Su voz resonó en las paredes, la quietud y el silencio de su ronca voz, lo había sentido acercarse.
Su lacayo cayó de rodillas mientras su armadura resplandecía a la luz de la chimenea, miró sus alas oscuras asemejaba humo negro a su alrededor.
—Astaroth, dame buenas noticias.
Astaroth se colocó en pie manteniéndole la mirada, una sonrisa surcó su rostro.
—Está hecho majestad, está hecho.
Había esperado mucho tiempo por esas palabras, mucho tiempo, pero no creyó ni un minuto que un simple mortal pudiera dañar sus planes.
Demasiado tiempo y energía para esperar otro medio siglo.
Su muerte accidental no era una broma, como la muerte accidental del resto de los padres, no, no, no podía matarlos a todos, no podía amarrarlos a su pared, a su merced, pero necesitaba lo necesitaba.
—Retírate.
Astaroth se inclinó y caminó hacia la puerta.
—Astaroth.
— ¿Si, majestad?
—Prepáralos, los humanos necesitan conocernos, recordarle a lo que les espera.
—Como usted ordene majestad.
Astaroth se inclinó una vez más y salió, su capa oscura ondeaba detrás de él.
La oscuridad lo rodeaba.
El ser oscuro sonrió, se sentó en su escritorio y miró de nuevo las fotografías, una joven mujer de cabello oscuro, pero lo que más le llamó la atención ese hilo dorado que surcaba sus ojos.
Planes, los planes que tenía para ella, para todos los de su clase.
1Adelitos: Adivinos españoles que se alababan de vaticinar por medio del vuelo o canto de las aves, todo lo que debía suceder ya fuese bueno o malo.