Sesenta y un días

Capítulo 1

Adeline
 

 

Auriculares, teléfono y todas mi hermanientas para pintar. Creo que es todo lo necesario para sobrevivir un largo mes en la cabaña de mi madre con ella. 

—¿Ya estas pronta?— mi hermano me espera en el marco de mi habitación. 

—Claro que no, nunca lo estoy para eso. 

—Vamos Nay, lo haces todos los años. Solo es un mes. 

—Si, un insufrible mes con la inestable de mi madre. 

—No seas así,. anda vamos. 

Dos horas de viaje juento a mi hermano, quien esta obligado a llevarme una vez al año a la casa de mi madre. Antes a él no le solía agradar mucho la idea de dejarme sola un mes entero con ella, pero supongo que ahora a entiendo que he crecido y se cuidarme. Y por fin habrá un adulto responsable, osea yo. 

Muevo mi pie golpeando el piso del auto mientras me remuevo incomoda en el asiento. Mat me mira de reojo negando con la cabeza. 

—¿Puedes calmarte? 

—Si, pero no quiero. 

—Mírale el lado bueno, estarás en una cabaña , tendrás un lago para relajarte mientras haces tu arte, tienes tu propia habitación y todas esas cosas que te gustan. 

—Me gustaría tener una madre normal y sobre todo una familia funcional.—escupo las palabras sin pensarlo. 

Me arrepiento al instante de haber dicho eso, el apreta los labios y no dice nada. Se lo que está pensando, también es duro para el lose y sobre todo haber estado criandome desde hace siete años. 
—Lo siento, no debí de haber dicho eso, al menos te tengo a ti—bajo la cabeza arrepentida. 

—Si, siempre me tendrás y tienes a tu madre—me mira— al menos te queda ella, yo solo te tengo a ti. 

—Y siempre me tendrás también Mat. 

—Lo se consentida—sonríe revolviendo el pelo —Ya llegamos. 

Bajamos del auto al mismo tiempo, el me ayuda a bajar mis maletas mientras yo tomo mi bolso. Miro hacia la cabaña grande arrepentida de estar aquí, porque se que la pasare mayormente sola en todo este mes aislada de todo. 

Mi madre aparece a la vista abriendo la puerta con los brazos abiertos y un cigarrillo en la boca. 

—¡Oh mi niña! ¡Te he echado de menos!—dice acercándose a mi— mira que grande estas. 

—Si por eso me llamas todos los días ¿no? 

—Adeline — me advierte Mat. 

—Oh déjala ya se como es—le dice a Mat. 

No claro que no sabe como soy, solo me ve una vez al año. Ni siquiera se molesta en llamarme. 

—Megan un gusto volver a verte—la saluda educadamente y se gira hacia mi. 

—El gusto siempre es mío Mat—Le guiña un ojo. 

Él me abraza para despedirse. 

—Te cuidas— me susurra mientras me da un corto beso en la frente y deja las maletas a mi lado. 

Me quedo parada en el mismo lugar viendo a la única persona estable en mi vida alejarse. 

—Solo es un mes—me digo a mi misma en voz baja mientras me giro para seguir a mi madre. 
Ella tira el cigarrillo en un arbusto alado de las pequeñas escaleras del porche. 

Suspiro intentando que sea lo más disimulado que puedo pero no lo logro, ella se da cuenta y se gira hacia mi. 

—Por que tan estresada nena— sonríe torcidamente. 

Sabe que odio que me diga nena y lo sigue haciendo todos los años. 

Quisiera decirle todo lo que me esta estresando en este momento y que sobre todo es estar en éste lugar, pero me lo guardo para mi porque le prometí a Mat no ser una desubicada por este año. 

—Nada, estoy cansada eso es todo.— le digo al fin. 

Ento a la cabaña y todo esta exactamente igual que lo recuerdo. Las paredes de madera oscura, los sofás marrones claros en la entrada, la poca iluminación y el espantoso olor a tabaco de los cigarrillos de mi madre. 

No le doy ni tiempo de responderme, tomo mis cosas y me apresuro a ir escaleras arriba hacia la habitación que se supone que es mía. 

La puerta rechina al abrirla, todo esta igual y un olor a humedad me invade las la nariz. Ni siquiera fue capas de abrir las ventas en consideración a que venía.  Voy hacia la primera ventana en frente de mi pequeño escritorio, sincho las cortinas y la abro. Agradezco el fresco aire de la mañana que entra y lo mismo hago con la otra ventana. 

Miro a mi alrededor, odiaba esto, tener que llegar derecho a ordenar este cuarto. Cada año era lo mismo y cada año mi paciencia era más chica. 
 

*** 

Genial, lo que faltaba , que no hubiera agua caliente en el baño de mi  habitación. Me pongo mi bata de baño y salgo directo abajo en busca de mi madre. 

—¡Megan!—grito—¡No tengo agua caliente! ¡Megan! 

La busco por el pasillo, el salón y nada. Tomo rumbo a la cocina y al llegar allí tampoco hay nadie. Me doy la vuelta para  ir a buscar un baño que sirva cuando choco con un hombre corpulento, ojos oscuros que me esta sonriendo. 

Se me eriza la piel del susto. 

—Megan está afuera apagando la electricidad— me dice. 

—Si, la estaba buscando gracias. 

Me estrecha su mano para saludarme y yo dudo en tomarla. 

—Soy Daniel, un vecino de aquí a la vuelta. 

Tomo su mano después de aver dudado un largo segundo. 

—Un gusto, yo soy Adeline. 

—Listo esta todo apagado, ya puedes empezar Dani—me interrumpe mi madre. 

Ella sonríe al verme, me mira a mi y a Daniel. 

—Veo que ya se conocieron— se gira hacia mi— Daniel vino a saludar y justo fue de gran ayuda con la electricidad. 

—Así es, un gusto conocerte Adeline. Bueno iré iré revisar el sótano, luego me marcharé— le dice a mi madre— no te olvides lo de esta noche—le guiña un ojo. 

Se da la vuelta y se aleja camino al sótano, lo observo alejarse y cuando esta fuera de mi vista me giro hacia mi madre. 

—¿Qué fue eso? 

—¿Qué?—va hacia el estante en busca de una botella de whisky. 

La observo llenar su pequeño vaso. 

— Pretendes conquistarlo mostrandole tus vicios?— le pregunto no muy amablemente 

Su expresión cambia a serio y deja la botella sobre la encimera ruidosamente. 




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