Sesenta y un días

Capítulo 2

LLEGADA

 

Me encierro en mi habitación, entro al baño y me deshago de la bata. Por fin siento el agua caliente recorrer mi cuerpo liberando toda la tensión acumulada en mis hombros y empiezo a enjabonar cada parte de mi.

Apagón ducha y salgo envuelta en una toalla, busco en mi armario algo formal para la cena de esta noche con dos completos desconocidos. Me pongo un vestido suelo y corto con unas sandalias medias altas.

Me miró en el espejo y suspiro.

—Es solo una noche, es solo un mes—Me repito a mi misma para motivarme.

Bajo hacia el salón lentamente por las escaleras y ellos ya están sentado allí con mi madre y cada uno con un vaso de whisky.

El chico es el primero en verme bajar, no es muy parecido a su padre. Su cabello es un castaño oscuro y sus ojos son verdes.

Llego hacia el sofá largo que esta mi madre y me siento alado de ella, me mira con una mueca indicando a que me presente.

—Hola, soy Adeline— le tiendo la mano al chico.

—Un gusto Adeline— sacude nuestras manos— Soy Tahiel.

—Bueno—lo interrumpe mi madre— te estábamos esperando Ady, ya esta la comida en la mesa.

—Bien.

La mesa estaba repleta de comida, vino y su original whisky. Mi madre podría ser mala en todo y sobre todo siendo una madre, pero lo que se le daba bien siempre fue la cocina. Era lo único por lo que valía la pena venir.

Escogo solo ensalada y una copa de vino.

—¿No come carne, Adeline?—me pregunta Daniel.

—No, prefiero no hacerlo.

—Deberías, es vital para el cuerpo humano.

—Déjala Dan.—habla por primera vez en la mesa el chico.

Daniel lo mira levantado una ceja. Y por suerte y primera vez en el día mi madre salva el incómodo momento  con sus preguntas.

—Tahiel  ¿que haces aquí? ¿Vienes de visita o te quedas permanentemente?

—Solo vengo de vacaciones —dice encogiendo sus hombros.

—Quizás se quede— dice Daniel y pone los ojos en mi—¿ Y Adeline?

Dejo los cubiertos en el plato y me limpio los labios con la servilleta antes de responder.

—Solo estoy de visita, no planeo quedarme en lo absoluto.

Mi madre pone los ojos en blanco ante mi tono de voz de desprecio.

—¿Vives con tu padre?— me pregunta el chico.

No logro responder eso, mi madre se da cuenta y el hombre rubio igual parece entenderlo.

— Su padre ha fallecido hace unos años, vive con su hermano mayor.— Responde por mi madre

—Lo siento—parece apenado por preguntar.

—Lo conocí cuando vivió aquí un tiempo, fue un gran hombre.— Daniel vuelve hablar.

—Si, eso dicen—bajo la cabeza hacia mi plato.

Un rato después de charlas–de Daniel con mi madre– yo ya iba por mi cuarta copa de vino. Tahiel me miraba de reojo pero yo lo ignoraba completamente, quería hacer de este momento menos estresante tomando mi vino.

—Bueno... iré a tomar un poco de aire— se levanta el chico.

—Tengo cigarrillos si queres—le dice mi madre.

El niega con la cabeza y yo como siempre no puede tener mi boca cerrada por mucho tiempo, digo

—No todos tienen vicios, madre.—su expresión estaba cambiando a enojo y antes de que hablar me levanto— Te acompaño afuera si no es molestia.

—Para nada—camino delante de él.

Llegamos al porche y el se apoya sobre la varandilla de madera, yo hago lo mismo con la mano bajo mi mentón.

—¿Quieres caminar?— rompe el silencio Tahiel.

Caminamos por una manzana solitarias, solo se oía los búhos y el aire estaba volviéndose cada ves más frío. Inconscientemente me sobo los brazos, el parece darse cuenta. Lo miro de reojo y se está sacando la chaqueta.

Toma, esta frío y solo llevas un vestido—me la pasa por los hombros—este pueblo suele ser helado por las noches.

Le sonrió agradecida por tal caballerosidad.

—Gracias, Tahiel—me acomodo la chaqueta y lo vuelvo a mirar— ¿Cuanto tiempo viviste aquí? Nunca te había visto antes.

—Hasta los nueve, luego nos fuimos a otra ciudad con mi padre. — lo observo ver como mira las estrellas– aquí ya no hay nada para mi.

Segui su mirada hacia las estrellas luego lo miré a él nuevamente, sus ojos brillaban más que ellas.  Volvió a girar su cabeza con una sonrisa hacia mi.

—¿Y tú? ¿Que haces, que estudias?..

—Bueno... tengo que disfrutar mis últimas vacaciones antes de entrar a la univeridad a estudiar arte, es lo que me gusta.

—Uh, una artista— pone sus manos en los bolsillos del pantalon—me gusta, hay que vivir de lo que te gusta, siempre.

—Eso me dice siempre mi hermano.—sonrío al recordarlo los sermones de vida de Mat.

—¿Vienes seguido aquí?

—No, no me llevo muy bien con mi madre. Intento hacerlo a veces pero ella no ayuda mucho.

—Bueno siempre se puede empezar de cero— me guiña un ojo— ¿que más te gusta?

Estuvimos un rato largo caminando y contando lo que nos gusta hacer, al parecer es uno de esos chicos riquísimos pero buena onda y la verdad se porque le cuanto mis cosas a este chico, bueno quizás no nos volvamos a ver y el ni se acoradara mío más más delante, así que, que más da. 




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