Sesenta y un días

Capítulo 5

CABAÑA

 

—¿A donde vamos?
—A terminar lo que ese hombre quería, matarte...—se burla de mi.
 
Debió de ver el temor en mis ojos y como me aferre a la puerta para abrirla y saltar aún en movimiento, se apresuró a decir—Es broma, es broma.
 
—¡Eres un idiota! No es gracioso, Tahiel.
 
—Lo siento, disculpa usted mi ignorancia.–pongo los ojos en blanco y el sonríe.
 
—¿A donde vamos?
 
—A una cabaña un poco alejada— se encoge de hombros y su mirada sigue al frente.
 
El pueblo James siempre me transmitía un cierto tipo de tristeza. Su ambiente era frío a pesar de que fuera verano, los árboles de pino se encargaban de tapar todo el sol del pueblo al rededor de las cabañas, cada cabaña estaba un poco alejada de la otra, a excepción de algunas que se veía como minis vecindarios. La de mi madre era una de las pocas que estaba un poco alejadas del pequeño pueblo.
 
Los recuerdos aquí no son muchos, cada año estoy aquí pero nunca lo he explorado del todo. Los bosques sombríos no eran nada divertidos para una niña pequeña y mi madre siempre me decía que me mantuviera alejada de ellos, porque podría haber animales muy salvajes que yo desconocía. 
 
Salgo de mi pensamientos y me doy cuenta de que estamos yendo por un camino muy lejano y solitario que jamás e visto. Ya no se veían las cabañas solo pinos y robles.
 
—¿Seguro que no me vas a ir a matar?—le pregunto bromeando.
 
—Lo estoy considerando.— rie de mi.

Luego de casi media hora, por fin llegamos a un lugar alejado. Hay más pinos y árboles que en el pueblo, adentramos en un camino no muy notable y alcanzó a ver un pequeño lago, a una distancia prudente también hay una pequeña cabaña con maderas claras y muchos helechos a su alrededor. Parece un poco abandonada.
 
—Llegamos—apaga el motor y baja del jeep.
 
—¿De quien es este lugar?
 
—Es mío, lo acabo de comprar.  Tiene cierto valor sentimental para mi.
 
—Pero… ¿ que no estabas de visita aquí?
 
—¿Sabes? haces muchas preguntas.
 
—Bueno, tú me das motivos de hacerlas, ¿sabes?
Sonrie y me pone una mano en el hombro guiándome hacia la puerta principal.
 
—Es pequeña, pero es todo lo que se necesita para escapar un poco de la realidad—me mira y se encoge de hombros— Siempre hay que tener un lugar seguro, por eso la he comprado… anda toma asiento. 
 
Me dirijo hacia uno de los sillones en frente de una chimenea de piedras, las ventanas están abiertas, así que no hace mucho que a estado aquí. 
 
Tahiel desaparece, y vuelve con dos vasos de limonada. 
 
—Es acogedor—le digo mirando al rededor.
 
El silencio y la paz que transmite se siente absolutamente bien. Siempre me han gustado los lugares pequeños y cómodos, pero sobretodo sencillos.
 
Se deja caer en el sofá de alado y me analiza por un momento.
 
—Conocía este lugar desde pequeño, mucha gente no sabe de él y me pareció ideal, no fue fácil de conseguirlo pero la mujer que vivía aquí es amiga mía.— pone una sonrisa torcida.
 
—Y ¿Vivía sola aquí?— pregunto asombrada.
 
—Tiene una historia muy interesante, quizás algún día te la cuente o quizás no.
 
—Bueno, en todo caso espero que si.
 
—por lo visto eres muy curiosa Adeline, ¿Qué hacías solas por las calles?— Toma de su vaso mirándome.
 
—Fui a comprar pinturas, se me han acabado algunos colores y además…
 
—Sabes, este lugar es hermoso, podrías venir a pintar aquí cuando quieras—se pone de pie y me extiende la mano— Vamos te mostrare los alrededores.
 
Sin pensarlo dos veces tomo su mano y lo sigo hacia afuera, suelta mi mano y siento un vacío en ella– bueno, creo que exagero un poco–nos acercamos hacia el lago que hay detrás, este es un poco grande, su agua es clara y varios helechos y flores están a su alrededor. Los pinos que se ven a lo lejos hacen una vista realmente preciosa.
 
Me hubiese encantado saber de este lugar hace unos años atrás. Sin dudas hubiera venido casi todos los días aquí. 
 
Al poner mi vista de nuevo en Tahiel, se me cae la boca hasta el piso y mis ojos se agrandan. Él se empieza a desvestir sacándose las botas, el buzo y desabrocha su cinturón.
 
—¡¿Qué haces?!—volteo la vista al ver que se baja los pantalones.
 
—Voy a nadar, esta un poco calor y se ve estupenda el agua.—Da un clavado al agua salpicándola hacia mí.
 
Vuelve aparecer su cabeza en la superficie y se ríe de mi al verme un poco mojada. Yo sigo evitando mirarlo.
 
—Lo siento, te veías un poco acalorada. No seas exagerada— se ríe a carcajadas— ¿acaso nunca has visto a un chico en calzones?
 
—Bueno…si…—esto es vergonzoso— a chicos que conozco si…
 
—Bueno ahora ya nos conocemos.— volteo la vista hacia él, el levanta las cejas de arriba a bajo.
 
La verdad es que se ve bien no lo voy a negar, es inevitable que mis ojos se despeguen de él, y si tengo ganas de nadar, pero no tengo nada que ponerme y no pienso desnudarme en frente de él.
 
—En la próxima ocasión.
 
—¿Así que vendrás seguido?— sonríe nadando hacia atrás.—Eso me parece bien.
 
—Siempre y cuando tú me traigas, no me aprenderé jamás el camino yo sola.
 
—Será un placer para mí traerla a usted.
 
—Puedes no decirme “Usted" me haces sentir mayor.
 
Vuelve a sumergirse en el agua ignorando mi petición y yo quedo como una tonta mirando sus músculos tensarse al estirar sus brazos para nadar. 
 
Salgo de mi pequeño transe y voy hacia adentro a buscar mi teléfono para hacer fotos el lugar. Le dejo un mensaje a mi madre diciéndome que volveré tarde porque me he encontrado con Tahiel. Quizás la idea le agrade, tendrá tiempo para poder ver a su nuevo novio.
 
Al verlo salir del agua en boxers trago grueso, el agua cae por sus músculos y su cabello. Tuve que apartar la vista por que mi cara se sentía caliente y seguro que estaba sonrojada.
 
"Por favor no te vistas"  dije para mis adentros. Y gracias a la virgen, él solo se puso los pantalones, dejando su torso descubierto.
 
¿Pero, que me estaba pasando?
 
—¿Qué tanto me miras, Adeline?— sonríe al ver mi expresión, enseguida aparto la vista de él.
 
—No, nada—desbloqueo mi teléfono y comienzo a ver las fotos para disimular.
 
—Muéstrame que has sacado—se acerca a mi y mis manos se vuelven inquietas por tocarlo.—no me has sacado fotos a mi ¿eh?.
 
Sin dudas estaba perdiendo la razón y más porque es el hijo de él nuevo candidato de mi madre. Eso estaría muy mal. Lanzó todo tipo de pensamientos fuera de mi cabeza y vuelvo a donde estaba.
 
—Eres muy buena para las fotos—no quita la mirada de mi teléfono— el agua me dio hambre, te parece si hacemos algo de comer.
 
—¿Y que cocinaras?—lo miro desconfiada 
 
—Algo se nos ocurrirá, vamos.
 
 
Entramos en la pequeña cocina, saco del refrigerador las verduras necesarias. Luego de casi una hora ahí adentro logramos hacer un una salsa vegetariana con fideos. El vapor de las ollas hicieron el lugar más caluroso, definitivamente no era como el pueblo y más aún siendo una cocina tan pequeña. Lo cual agradecí porque Tahiel seguía con el torso desnudo– pero inmediatamente me obligue a mi misma a no pensar de esa manera– En cambio yo, me había puesto una bermudas que él me había prestado y me había dejado mi blusa ajustada que siempre llevaba debajo de todo.
 
Estábamos sentados en una pequeña esa redonda, la cual corrimos para alado de la ventana de la pequeña sala, el calor que había quedado en la cocina no era muy agradable.
 
—Bueno...no cocino tan mal ¿eh?—Levanta su cabeza orgulloso.
 
—Pero si yo te he ayudado hacer casi todo—me burlo descaradamente de él.
 
—Bueno me dejas el autoestima bajo, gracias Lyn.
 
—¿Lyn? 
 
—Claro un diminutivo de Adeline, además nadie te dice así y me gusta ser único, digamos.
 
Pone sus manos bajo su mentón y me mira como si fuera un proyecto que estudiar. Me empiezo a sentir nerviosa y le respondo antes de quedar roja.
 
—Bueno señor digamos, ¿ y yo como te diré?¿ no tienes algún otro nombre secreto?—niega con la cabeza—Bien pues te diré Tay Tay.
 
—Así me suele decir Daniel— se ríe de mi y me rindo.
 
—Púes bien, me rindo… ya encontraré algún otro.
 
Clavo mis ojos en los suyos y se parecen al bosque mismo por su tono de verde. Parecen los segundo más largo, él no deja de mirarme y me pongo de pie rápidamente recogiendo los platos vacíos. Me dirijo hacia la cocina a limpiar todo y Tahiel me sigue, obviamente.
 
Mientras empiezo a lavar todo, él  queda observado apoyado en su codo en la mesada de mármol.
 
—Hablando en serio…— rompo el silencio incomodo— ¿como es que en dos días conseguiste este lugar?
 
—Como te lo he dicho antes, era de una vieja amiga. Ya no estaba en condiciones de vivir sola aquí y le ofrecí vivir en la casa de Daniel con los cuidados necesarios. Y créeme, ni fue nada fácil convencerla, pero al final accedió ya que dije que cuidaría de este lugar.
 
—¿ Y por que vivía sola? ¿ no tiene hijos ni nada?
 
—Haces muchas preguntas Lyn— pone los ojos en blanco— siempre fue un alma solitarias, era una exitosa empresaria.
 
—Entonces…¿Cómo llego a este lugar?— ya estaba perdida y no entendía nada.
 
—Luego de sus fallidos intentos de ser madre y su doloroso divorcio, decidió venir a este lugar solitario.
 
—¡Eso es muy triste! ¿por que no siguió su vida y disfruto?
 
—Bueno, sabrá usted quería Lyn, no todos pensamos igual. Algunas personas su dolor los lleva a tomar ciertas…medidas.
 
Una hora más tarde, después de haber hablado de la triste historia de la señora que solía vivir aquí,  me dejé caer en el sofá al lado de Tahiel y mirar al ventilador del techo. Ya se estaba yendo el sol y quería darme un baño. Me gire hacia Tahiel que estaba con su teléfono haciendo no se que.
 
—¿Me llevas a la cabaña de Megan?
 
—Claro, pero primero cámbiate. Sino pensara cosas que no son.
 
Me miró y es verdad, aun llevo su ropa. Voy de inmediato a la pequeña habitación y me cambio. Al salir el ya esta vestido y con las llaves en las manos. Tomó mi mochila y salimos por la puerta de aquella pequeña cabaña.
 
 
 
**
Llego a la cabaña de mi madre y la encuentro totalmente solitarias, no encuentro rastros de ella. No me esfuerzo mucho por llamarla porque seguro esta con su nuevo novio o de compras como siempre. 
 
Voy hacia mi habitación y dejo cargando mi teléfono mientras me soy una ducha. Al salir me tiro en la cama agotada, pero me levanto al ver que recién son las siete de la tarde. Bajo a ver si Megan a llegado, pero nada. Me tiro en el sofá y entiendo la televisión, busco algo entretenido, pero como es habitual , no encuentro nada. Decido dejar una serie cualquiera y tomó mi teléfono para dejarle un mensaje a Mat que estoy perfectamente.
 
Mi teléfono vibra en mis manos y me cae un mensaje de Fernando, me decaigo un poco cuando me dice que no podrá venir esta semana sino que puede que la otra si. 
 
Espero no me esté teniendo a cuento.
 
Tiro mi teléfono a un lado y giro mi cabeza hacia el ventanal, la noche ya llegó pero mi querida madre aún no. 
 
Me empiezan a invadir los nervios al darme cuanta que estoy sola en la noche. ¿ Y si aparece la sombra de nuevo? Me pongo de pie y voy directo hacia el ventanal a cerrarlo y cerrar las cortinas. Lo mismo hago con todas las ventanas y puertas, puede que no ayude eso del todo pero me siento un poco más aliviada.
 
Intento concentrarme en la televisión para no pensar en nada más, mi pierna se mueve de arriba a bajo nerviosamente mientras me como las uñas. Al rato siento que la puerta principal se abre y me pongo de pie asustada.
 
Por suerte es solo Megan con bolsas de compras en sus dos brazos y un… ¿nuevo corte de pelo?
 
—Vaya…si que va enserió— le digo sorprendida.
 
—No seas tonta, mira ¡te he comprado cosas!— se nota muy entusiasmada.
 
—¿Para que o que? 
 
—Para que te veas más bonita, siempre andas así nomas.
 
—¡y tu igual! Es la primera vez que veo que te arreglas mamá.
 
—Bueno siempre se puede empezar de nuevo ¿no? 
 
Voy a ser honesta, mi madre nunca fue una de mis personas favoritas, pero al verla entusiasmada por primera vez después de la muerte de mi padre, eso me pone un poco feliz.
 
Como dijo Tahiel, el dolor nos lleva a tomar ciertas medidas, y la de mi madre a sido estar en esta cabaña sola. Encontrar a alguien que la haga salir de esta rutina agobiante–al menos para mi– es lo mejor que le pudo haber pasado.  Aunque hubiese querido que esa hubiera sido yo su hija y no un hombre cualquiera.




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