Sesenta y un días

Capítulo 6

—¿Puedo preguntar algo?—Golpeo los dedos en la mesa mientras tomo mi café sentada en el comedor con mi madre.

—Claro.— Responde.

—Tu relación con Daniel…—la miro fijamente mientras ella sigue en su móvil— bueno  ¿va en serio?

—Creo que se a lo que viene eso, pero te contestaré esto. Si te interesa Tahiel, estate tranquila, puedes pasar sus momentos con él—hace comillas con sus dedos al decir momentos — al fin y al cabo solo estarás un mes aquí y ellos se irán. Y no, no creo que tenga algo serio con Daniel.

—Megan, yo no…

—Tranquila, ya he percibido su química adolescente y eso que solo llevas tres días aquí.

Había olvidado lo sincera y directa que podía llegar a ser mi madre a veces. Por primera vez que le preguntaba algo de su vida para saber, y ella me salía con estas cosas.  Siempre era igual con ella.

—No te lo preguntaba por eso, solo quería saber algo de ti por una vez. Es imposible hablar contigo.

Dejo la taza en la mesa mientras Megan me sigue con la mirada como me voy del comedor hacia las escaleras.

 

Me tiro sobre mi cama y quedó mirando las tablas del techo. Me giro hacia la ventana y por fin desde que llegué aquí, a salido el sol. Eso me pone de mejor humor.

Me saco el pijama– que todavía tenía puesto– y me pongo uno de mis vestidos cortos de verano. Recojo un lienzo, mis pinturas y voy directo hacia el patio trasero.

Mi entusiasmo se viene a bajar cuando no se me ocurre que pintar, tengo un bloqueo. Empiezo a trazar pequeñas curvas y un rato más tarde, me encuentro haciendo un par de ojos verdes, en el fondo de ellos una cascada de agua, con pinos a su alrededor. Me recuerdan a los ojos de Tahiel.

¿ como llegue a dibujar esto?

Recuerdo el comentario de esta mañana de Megan, de Tahiel y yo. Puede que la parte de la química haya sido una completa estupidez, pero no voy a negar que me parece un chico simpático y lindo. Pero vamos, el nunca se fijaría en mi. Es el clásico chico rico y listo que le gustan las tipas flacas, altas y hermosas. En cambio yo soy totalmente lo contrario.

Bueno, no estoy tan mal. Pero es obvio a los ojos de todos que yo no sería su tipo. En fin eso no importa, al menos es un amigo con quien puedo escapar de esta cabaña cuando me termina sofocando.

–Se ven muy lindos con el fondo— Megan aparece a mis espaldas con dos vasos de limonada— también quedaría mejor si le haces un poco más de reflejos en los ojos.

Es verdad, quedaría mejor.

—¿Te has enojado por lo que dije?— pregunta sentándose a mi lado.

—No— Miento—Bueno si un poco, ¿Acaso no puedo tener un amigo sin que parezca otra cosa? Lo mismo pensaste de Fernando. ¿Sabes? No soy esa clase de chicas.

—Retiro todo lo que dije, lo siento.— se encoge de hombros y me ofrece un vaso— pero hay que admitir que tú si pareces gustarle.

—Eso no es verdad, solo he pasado tres días aquí.

—El tiempo no es relativo mi niña, y más cuando le gustas al instante al que te ve.

—¿y tú que sabes de eso?

—También fui joven aunque no lo creas.

Decido dejar el tema ahí, por que se que no nos llevará a ningún lado y terminaremos discutiendo.

—¿Qué harás mañana?—pregunto aún pintando los reflejos.

—¿Mañana?

—Es tu cumpleaños ¿no?

—Tienes razón, lo había olvidado—se encoge de hombros

— Sabes que no festejo mis cumpleaños.

—Pero este año puede ser diferente. Puedes invitar a Daniel—la miro de reojo, levanta un ceja y me mira.

—A Daniel si, ajá.—pongo los ojos en blanco.

No entiendo como de su relación con él, hemos llegado a conclusiones con Tahiel y yo. Sinceramente nunca llegare a entender a esta mujer.

—Sabes que se vería totalmente raro ¿no?

—¿Lo que?

—Que yo tenga algo con el cuando tú tienes algo con su padre.

—Ay por favor Adeline, en que siglo vives. Además, el no es su hijo biológico.

Me río ante la manera en que lo dijo, es verdad, vivimos en un siglo muy abierto donde nada ya parece raro. Pero aún así, no me sentiría cómoda y Matías nunca estaría de acuerdo.

—Mat nunca estaría de acuerdo—murmuro.

—No tiene por qué enterarse, al fin y al cabo puede ser una diversión de vacaciones.—se pone de pie y me guiña con un ojo.— Voy a compras, nos vemos luego. Avísame si sales.

Me gustaría ir a la pequeña cabaña de Tahiel, pero ni siquiera tengo su número para dejarle un triste mensaje.

 

Entro a la casa y me recorre un escalofrío al encontrarla tan vacía y oscura. Megan puede tener la casa oscura todo el año si quiere, pero mientras yo esté aquí, voy a dejar entrar un poco de luz y aire. Agarro las cortinas de las ventanas y las abro de para a par. Hago lo mismo con cada cuarto de la cabaña. Por fin veo iluminación en este lugar. Cuando termino de hacer todo lo posible por darle un poco de vida a este lugar, me dejo caer en el sofá.

Cinco minutos después alguien toca la puerta, me pongo de pie y voy hacia ella con la esperanza de que sea Tahiel, pero no, es su padre, Daniel. Viene con una rosa roja en la mano y la otra en su bolsillo del pantalón.

—Adeline

—Daniel— me dedica una sonrisa.

—¿Se encuentra tu madre?

—A salido, pero no creo que demore ¿Quieres entrar?— el asiente y me hago a un lado para que entre.

—Toma— me extender la rosa—era para tu madre pero seria descortés no dártela a ti en estos momentos.

—se lo haré saber que era para ella.

Justo en ese momento, Megan entra por la puerta con dos bolsas a su lado y una sonrisa reluciente en el rostro.

—Bueno, creo que los dejaré solos…

—Tahiel esta afuera— me dice mi madre— me pidió que te llamara por él.

Que gusto, al menos no iba a estar encerrada en mi habitación.

Salgo al exterior y me encuentro con un jeep negro estacionado a un lado. Camino hacia el y abro la puerta del pasajero. Tahiel está sentado con unas gafas de sol y me mira con una sonrisa ilusa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.