Sesenta y un días

Capítulo 12

 

Faltaba tres días para que hiciera un mes que había venido a quedarme aquí, para estas fechas yo ya estaba entusiasmada de que volvería a casa, pero bueno, cosas pasaron y eme aquí.

Megan estaba desayunando afuera con Daniel. El cual yo había estado observando cada movimiento, comportamiento y todo lo involucrado a él. Aún así no era suficiente y tampoco lograba sacarle información a Tahiel. Era en verdad frustrante.

Baje las escaleras para ir a desayunar con ellos. Estaba haciendo mi mayor esfuerzo de actuación en su presencia, el cual consistía en que estaba arrepentida de lo sucedido antes– lo cual no era tan mentira, pero tampoco era tan cierto. Aún seguía molesta– y Megan, ella era como si pudiera leerme, cada vez que me reía ante algo que decían en intentos de ser graciosos, ella levantaba una ceja mirándome.

También seguía insistiendo de que no le molestaría que estuviera en una especie de relación con Tahiel. Le dije cientos de veces que no teníamos nada.

Pero lo cierto era que cada vez que estábamos solos, se convertía en una persona diferente, era muy tierno sin darse cuenta de ello. Me obligaba a mi misma verlo con otros ojos para no caer ante la tentación de su mirada color bosque.

Para mi sorpresa al salir al patio, me encuentro con Daniel, Megan y… Tahiel. Algo nuevo, la verdad. Quizás no tenía nada que hacer, su amiga Marcel ya se había ido.

Me senté a su lado y tome una taza de té que había sobre la mesa, todos pusieron los ojos en mi y por un corto momento el silencio reino en el lugar.

—Buenos días— dije levantando la cabeza y dar una falsa sonrisa.

—Mira quien se a levantado por fin— bromea Tahiel— Buenos días por cierto.

Se veía de maravilla a plana luz de la mañana, su cabello estaba un poco más largo y el color blanco de su remera hacia que sus ojos resaltaran aún más.

Lleve la taza de té a mis labios y quite mis ojos de él.

Alguien se aclaro la garganta para hablar e inmediatamente puse los ojos en blanco al escuchar su voz.

—Buenos días querida— me saluda Daniel— ahora que estamos todos, queremos hablar de unas cosillas.— Nos mira en especial a Tahiel y a mi.

Genial. Recién me acababa de sentar y ya viene con sus sorpresas. ¿Que querer este pesado ahora?

—¿Qué?— pregunte, y quizás mi tono de voz sonó un poco más brusco del que pretendía.

 

Tahiel a mi lado se le escapo una sonrisa, la cual disimulo poniendo la taza en sus labios.

—Sería un verdadero placer para mi que esta noche nos acompañaran ambas a mi casa a cenar. Ya que será muy pronto también la suya, así nos vamos conociendo mejor como familia.

No digas nada, no digas nada.

Tarde.

—De hecho, no será mi casa— dije fríamente mirando a los ojos de Daniel. Megan a su lado negaba con la cabeza la desaprobación mi actitud. 

Nadie dijo nada y el silencio se hizo nuevamente. No duró mucho porque justo mi teléfono comenzó a sonar–gracias a quien quiera que sea por llamar–.

—Voy a contestar— dije y me levante de prisa para ir adentro a tomar la llamada.

—Mira quien se ha dignado a llamar— le digo a Fernando, quien sólito una risa del otro lado de la línea.

—Se que me estas odiando, lo se… pero han pasado un par de cosas en casa. Lo que se suponía que serían las mejores vacaciones, se está volviendo un infierno.

Su voz sonó un poco apagada. Nunca lo había escuchado sin su típica alegría.

—¿Todo esta bien?

—Si ya todo esta bien, o al menos intentando mejorar. En tres o cuatro días estoy ahí para contarte mis desgracias. Te he echado demasiado de menos.

Ya hasta casi me había olvidado que vendría, pero si no se encontraba muy bien, no podía ser egoísta y decirle que venga solo para tener compañía.

—También te echo demasiado de menos, pero si tus problemas son grandes no es necesario que vengas. O si quieres mejor voy a verte y así…

—No, te prometí que iría— interrumpe deprisa—Además necesito un poco de aire fresco en mis sistema y alejarme de todo el drama.

—Bien, te estaré esperando entonces. Te advierto que aquí también hay drama.

—Bueno, no es mi drama. Así que será un poco divertido—bromeó —Me tengo que ir, luego hablamos. Besos te quiero.

—Bueno, también te quiero. Nos vemos pronto.— me despido.

—Las conversaciones telefónicas son privadas— le digo a Tahiel dándome la vuelta. Había sentido su presencia observándome hace un momento.

Estaba recostado apoyado al marco de la puerta en la cocina. Levantando su ceja mientras bebía de su taza de té.

 

—Así que, si tienes sentimientos— murmura con una sonrisa sarcástica, marcando los hoyuelos en sus cachetes.

—Nunca dije que no los tuvieras.

—No parece que los tengas, la verdad. ¿No habías dicho que no tenias novio?

—No lo tengo— paso por su lado para retirarme — Es mi mejor amigo.

Siento sus pasos detrás de mi y su mirada clavada en mi espalda.

—No será tan malo.— dice y me giro hacia el sin entender muy bien de lo que habla— ir a la casa de Daniel, me refiero. Solo quiere caerte bien ¿lo sabes?

Se acerca a mi lentamente y me pasa un mechón de cabello por detrás de la oreja. La sensaciones era placentera cuando hacía eso y hacía que mis emociones se entremezclaran.

—Vamos has sobrevivido casi un mes— dice mirándome a los ojos. Esos ojos penetrantes como un pino brillante.

Sus ojos eran totalmente penetrante, esos ojos verdes donde te podías perder y no querer ser encontrada nunca, como un bosque encantado donde el verde de la naturaleza hacia sentirte como en tu casa.

Esos ojos que hacían sentirte segura, como en casa.

—Si, y aun falta un mes mas— murmuro y pongo mi mano sobre la suya, que descansa sobre mi mejilla.

—Y ¿ha sido todo tan mal?—pregunta acercándose aún más—yo diría que ha sido un buen mes, almenos para mí.

—Bueno la cabaña no estuvo nada mal—le digo sonriendo— y al menos he conocido a personas agradables…




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