14.1 Preparación para la batalla final

Una neblina densa se extendía sobre el campo de la futura batalla, como un manto blanco que cubría la tierra antes del enfrentamiento decisivo. La niebla matutina se levantaba lentamente, permitiendo a los ojos de Nalyvaiko penetrar en su grisura, estudiando cada repliegue del terreno, cada detalle que pudiera convertirse en ventaja o en trampa mortal. El viento, frío y penetrante, traía consigo el presagio de sangre y pólvora futura, pero en el corazón del grupo ardía un fuego de determinación que ningún soplo del norte podía apagar.

La preparación para el enfrentamiento final era exhaustiva y meticulosa. Los cosacos se movían por el campamento como un mecanismo bien ajustado, cada uno conocía su lugar y sus responsabilidades. Algunos construían fortificaciones de campaña, otros afilaban sables, y otros más preparaban provisiones y municiones. Nalyvaiko supervisaba personalmente la construcción de las líneas defensivas; su voz, tranquila y firme, resonaba entre el choque del metal y el martilleo constante.

El estado de ánimo entre los cosacos estaba tenso, pero lleno de resolución. Nalyvaiko convocó un consejo donde no solo discutía la táctica, sino que también se dirigía a los corazones de sus camaradas. Hablaba de libertad, del derecho a vivir en su propia tierra, de la memoria de los antepasados que habían dado su vida por esos ideales.

Durante la noche, cuando el trabajo cesaba, Nalyvaiko permanecía solo con sus pensamientos. Había recorrido un largo camino desde ser un cosaco común hasta convertirse en líder, y ahora sobre sus hombros descansaba la responsabilidad por el destino de cientos de personas.