《sevicia》

2•Herencia de lobos•

Darya:

—Pakhan, sus invitados ya están aquí.—una mujer alta de pelo rojo e intensos ojos negros se acerca a nosotros.

—Darya, comprueba los nuevos objetos.—mi padre avanza a un lado alejado del lugar, donde un despacho lleno de hombres en trajes oscuros lo esperan.

—Mis felicitaciones, Darya. Se que puedes enaltecer a la hermandad.

La mujer que da la bienvenida me sonrie, mueve la mano hacia arriba y más de diez bellas chicas se le unen formando una fila, algunas con sonrisas fingidas, otras con el temor oculto caminan detrás de mi padre a su despacho personal para entretener a la crueldad hecha hombres.

A las chicas no les calculo más de 20 años y estoy segura que tienen menos de 18 años.

Liana, la pelirroja, a estado aquí desde que tengo memoria, no es una mala persona, al menos no por su propia decisión.

Mi vista se desplaza hacia los "objetos nuevos" tres cabinas de vidrio transparente, dentro de las cuales hay una mujer por cabina. Ninguna lleva más que un conjunto que deja poco a la imaginación, hay sillas frente a cada cabina, en ellas están sentados hombres que pagarán por ellas, que conjugado con su ebriedad les dará la ilusión de que ellas les pertenecen.

No vinieron por decisión propia, eso está claro; una de ellas es una agente del FBI, la otra es la esposa de un mafioso búlgaro y la tercera, que creo es más especial para mi padre, es Aurora Cavellieri, una italiana hermana del líder de una familia mafiosa en Italia.

La búlgara llora y trata de cubrirse, pero le es imposible, pues esposas sujetan sus muñecas a cada lado, dejando sus brazos abiertos mostrando su pecho cubierto por un mínimo top de tirantes que apenas llega al final de los senos. La agente se ve más serena, solo observa rostros y quizá estudia el lugar para escapar.

No es muy lista si lograron atraparla, no dudo de que esta entrenada, pero definitivamente no sopesa el peligro en el que esta, se ve joven, en el fondo, temerosa.

La italiana solo se queda quieta en silencio, llorando y sin pelear por salvarse. De las tres es la que mejor sabe cuál será su destino, quizá aun le quede algo de esperanza, pero eso morirá hoy, hoy su vida tomara al igual que la mia, un rumbo del que jamas podremos volver.

—¿Alguien a hablado con la italiana? —pregunto en mi lengua natal al rubio de ojos cafés que esta detrás de una mesa, controlando la subasta de esta noche.

—No, la trajeron aquí directamente de los calabozos—responde.

—Busca a Petro y que la lleve a la oficina de mi hermana, quiero hablar con ella —necesito información que solo un Cavellieri me dará—. No dejes que la toquen, es una orden —le advierto.

Asiente y se dirige al otro lado del edificio, mientras yo camino hacia el despacho de mi hermana. Las luces comienzan a hacer todo más oscuro, lo más notorio son los espectáculos, el más retorcido show de la imaginación del más depravado hombre es una realidad para la audiencia que está sentada en estas mesas, bebiendo y apostando con cifras que alcanzan siete números.

¿Perversión en su máximo esplendor? Casi, aunque no seria esta sede la definición de tal palabra. ¿Haz oído hablar de Sodoma y Gomora? Bueno, pues piensa que esto es una reencarnación de eso, y mas allá de eso: hombres y mujeres con dinero y poder, en público juzgan actos como los que disfrutan aquí, algunos forman parte del gobierno, quienes son los socios de mi padre, ellos son los que entregan a la "mercadería" , hombres religiosos, aquellos que se jactan de ser fieles seguidores de la leyes divinas, un sin fin de hiprocrecia es lo que llena el amplio edificio de más de 500 metros cuadrados.

El humano en si ya es un títeres de sus deseos, manejados por las manos invisibles de quienes saben concederlos y controlarlos a su antojo.

Los aliados y los enemigos de esta organización son fáciles de romper, vulnerables, en estos años mi padre siempre consiguió que se doblegen ante él, aunque hay radica el problema. Cuando no tienes que perder, no hay miedo, ni desesperación.

Nadie pudo en 41 años acabar con mi padre, con la Bratstvo Sibiri, con los Moskovskiye volki, pero el enemigo pequeño no existe, subestimar a tus oponentes es el peor error que puedes cometer, y mi padre aún con su experiencia no lo comprendió.

Me siento en la silla del despacho de la primogénita del Pakhan, esperando saber todo sobre este nuevo enemigo subestimado.

El hombre de confianza de la familia entra con Aurora Cavallieri, que ahora está cubierta por una manta, la tiene sujeta del brazo y con brusquedad la obliga a sentarse en la silla frente a mí.

Una mujer menuda, de tez morena, su pelo castaño y rebelde se pega a su rostro, tiene maquillaje en exceso, cubre sus moretones, tiene los párpados hinchados y pintados de verde claro, sus ojos son negros como el carbón y la mirada en ellos es indiferente.

—Hola, Aurora. Mi nombre es...

—Darya Dmitrova, so chi sei meglio di chiunque altro — arrugó las cejas tratando de comprender que me acaba de decir.

—No te comprendo, Aurora. —constesto, veo el rostro de Petro, el entiende a Aurora.

—Sé quién eres, eres la copia vívida de tu madre, tienes su rostro, pero los ojos del monstruo de mierda de Vladimir. — escupe en un perfecto ruso.

—Te refieres a mi padre, Aurora. Estás refiriéndote al Pakhan de la bratva, al dueño de tu vida ahora. —repuse logrando que sus ojos negros me vean con ¿decepción?

—No deberías defenderlo después de todo lo malo que hace...

—Es mi padre, monstruo o no, llevo su sangre. —repliqué, oír esto logra que la mujer se quede callada, me observa con detenimiento, soy directa con respecto a lo que quiero saber, de lo contrario el tiempo nos vencerá— ¿Dónde está Vittorio? Desapareció de Napoles, pero sigue en Italia ¿Verdad?

—¿Crees que te entregaré a mi hermano?

—Quiero negociar tu vida. —La contemplo, sus grandes ojos, las bolsas oscuras debajo de ellas, el labio inferior con una abertura que aun es reciente.— No morirás hoy, no serás entregada a ninguno de esos hombres, puedo mover cosas, seras mi moneda de cambio con la familia Bottaglia en Bari, una alianza.




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