“en llamas el imperio se sumirá, por culpa de la propia avaricia de su raza”
Vidento Centa – Clérigo de la capital
El príncipe, también conocido como el “hijo de Dios”, era un hombre bastante excéntrico, incluso para un príncipe, pero no era cualquier príncipe. Desde que nació, la iglesia encontró un gran parecido entre el primogénito del emperador y los retratos de hace eones del Rey de los Dioses, y mientras crecía, sus sospechas se hacían cada vez más grandes. Un hombre alto, con una postura erguida e imponente, cabello desaliñado, largo y negro como la noche, una tez ni blanca ni morena y unos ojos tan azules como el fuego del infierno y a la vez tan brillantes como la misma luna.
- Tú eres el príncipe David – dijo Lodtrack tenso, algo en él lo ponía alerta y hacía que todos sus instintos se agudizaran. Recordó entonces la primera vez que vio la princesa y cómo quedó atónito al verla. “¿Cómo puede ser que estos dos causen que mis sentidos se alteren con su mera presencia?”, pensó Lodtrack – e-es un placer conocerlo.
- Lo mismo digo – dijo el príncipe – no todos los días se conoce a alguien tan habilidoso, lo suficiente para dejar en ridículo a un guardia imperial – fulminó con la mirada al guardia que perdió contra Lodtrack; este palideció desde la lejanía.
- ¿Así que ahora lucharé contigo? – preguntó Lodtrack nervioso.
- Así es – respondió el príncipe – deberíamos empezar ahora mismo – se quitó su capa y tomo su espada.
- Oigan, esperen – dijo la princesa – deberíamos esperar a que el árbitro lo autorice.
- No será necesario – dijo una voz anciana desde la lejanía; era el emperador.
- ¡Su majestad! – dijo Leonor, e hizo una reverencia.
- Buenas noches, Leonor… Como decía, quiero ver el final lo antes posible – intercambió una mirada con su hijo, este lo vio complacido.
- Sí, empecemos – antes de que la gente se diera cuenta de lo que estaba pasando, ambos ya estaban en posición. Pero Lodtrack no se encontraba bien, su cuerpo se sentía entumecido, como si cargara el peso del cielo.
Subieron al cuadrilátero y tomaron posición de combate, desenvainando sus armas. El príncipe luchaba con una espada de oro vulskank, con una armadura excesivamente ornamentada. La gente se arremolinó alrededor del cuadrilátero, confundidos.
El emperador dio el permiso para empezar. David atacó con su espada dorada, lanzando múltiples estocadas. Lodtrack no pudo esquivarlas correctamente; una de las estocadas logró alcanzarlo y le rajó el hombro. Lodtrack comenzó a desesperarse, recibió los ataques y no era capaz de devolver ninguno. Su cuerpo no respondía como debía, la gente estaba confundida; no parecía el nivel de combate mostrado antes.
- ¡¿Qué está pasando?! – Lodtrack estaba visiblemente enojado, logró lanzar un tajo que casi impacta al príncipe. David se puso en alerta al ver la reacción de Lodtrack; Parecía sorprendido de que Lodtrack pudiera responder sus ataques.
- ¿Por qué Lodtrack no reacciona? Se mueve muy lento – dijo Leonor preocupado, pues había apostado de nuevo a que ganaría.
- Podríamos decir que es una habilidad de mi hermano – le respondió la princesa. A medida que el combate avanzaba, Lodtrack comenzaba a contraatacar y el príncipe cada vez reaccionaba de manera más torpe. Lodtrack finalmente se dio cuenta de lo que pasaba y eso lo hizo enfurecer, causando que sus ataques fueran más violentos. El príncipe no podía reaccionar a la velocidad de ataque, provocando que Lodtrack le perforara la pierna con una estocada – ¡Hermano!
Lodtrack se acercó al príncipe y le arrebató su espada. Observo por un momento el mango de la espada y dijo:
- Una piedra de supresión… la táctica de un cobarde – estaba bastante irritado. Las piedras son herramientas mágicas que le permiten a los mortales usar tipos específicos de magia – por eso no podía moverme.
- ¿Cómo? Ningún oponente pudo sobrepasar mi hechizo –replico David.
- Desde un principio había notado algo extraño… además deberías saber que esta esfera no sirve por tiempos prolongados – el príncipe se sorprendió; él no era consciente de este hecho.
- Probablemente el miedo que genera su apodo “hijo de dios” espantaba a la mayoría tan pronto como sentían la presión, pero Lodtrack y yo siempre estuvimos escépticos sobre este rumor – explicó Leonor a la princesa que mantenía la cabeza agachada, sintiéndose avergonzada por el comportamiento de su hermano. Lodtrack fulmino con la mirada al príncipe
– Te haces llamar con ese apodo soberbio, pero no eres más que un maldito cobarde – Lodtrack desvió su mirada al emperador – ya gané, den por terminado el torneo y denme mi recompensa o lo que sea.
- Está bien, también hablaré con mi hijo. Aunque no es trampa, es una táctica cobarde – Lodtrack pareció calmarse, aunque seguía temblando debido a los efectos de la piedra. Le entregaron a Lodtrack 100 monedas de oro y…
- El premio por ganarle al príncipe es un baile con la princesa – Lodtrack se quedó atónito un momento y miró a la princesa, que estaba junto a Leonor. Una banda que había estado tocando durante todo el día cambió el ritmo a una música lenta, el elfo de la iglesia se acercó a ellos y, murmurando un hechizo, hizo que la música sonara por todo el lugar. Lodtrack se acercó a la Princesa y ofreció su mano.
- ¿Me cederías esta pieza? – Lodtrack se sintió bastante tonto diciendo esto, sonaba mejor en su cabeza. La princesa soltó una risita.
- No te queda esa forma de hablar – Lodtrack rio, la princesa tomó su mano, y comenzaron a bailar al ritmo de la música, el resto de las personas en el lugar los siguieron.