Shadow of Glory: Libro uno (edicion en español)

9. Hasta que el ultimo caiga

“¿Por qué siguen luchando, aunque sus cuerpos se destruyan?”

Mesterjof – cacique orco

Lodtrack y Leonor avanzaban por los pasillos lo más rápido que podían, ignorando las heridas de Lodtrack. Lo que Jill le había dado hizo que recuperara sus energías, pero Leonor sabía con qué los efectos de la Anages stein eran temporales y dentro de una hora o dos dejaría de hacer efecto, aunque al menos dejaría de estar en peligro mortal.

A pesar de que Lodtrack quería volver a luchar junto a sus compañeros, sabía que su prioridad era mantener a Leonor a salvo. Tenían que encontrar la manera de escapar.

Antes, había notado cómo los soldados se habían posicionado en las entradas y salidas del castillo; parecía que lo conocían al derecho y al revés. “¿Un traidor?”, pensaba Lodtrack mientras recorría los pasillos. Si era así, solo habría una forma de salir sin matar a alguien y sin ser vistos.

- ¿Tan importante es que no nos vean? – preguntó susurrando Leonor – hay muerte por todo el castillo.

- Si están haciendo lo que creo, significa que no quieren supervivientes y si esa cosa está con los invasores. No quiero ni imaginarme de lo que es capaz quien la controle – Lodtrack se detuvo en seco y miró atrás – de hecho, es posible que perdamos esta vez, por eso es importante mantenerte a salvo.

Mantuvieron el silencio mientras seguían avanzando. Leonor miraba el suelo, teniendo cuidado de no hacer mucho ruido al caminar, pues el castillo debía seguir plagado de enemigos; aunque el retumbar constante del lugar debería cubrir su presencia.

Se encontraron con un par de soldados enemigos cuando pasaban por al lado del comedor, pero Lodtrack no tuvo muchas dificultades para dejarlos fuera de combate, aunque evitando matarlos. También tomo la espada de uno de ellos.

En un momento vieron a soldados aliados; Leonor intentó llamar su atención, pero Lodtrack le tapó la boca, solo para ver como los soldados eran quemados vivos por un hechicero elemental. Leonor ahogó un grito de terror; Lodtrack apretó los dientes de rabia mientras el mago reía junto a otros soldados. Se abalanzó sobre ellos y, antes de que se dieran cuenta, derribó a todos, asegurándose de que no volvieran a levantarse nunca.

Siguieron avanzando hasta pasar por una zona que Leonor no reconocía, a pesar de haber recorrido el castillo innumerables veces.

- ¿A dónde nos dirigimos exactamente? – preguntó mientras cruzaban una puerta que llevaba a un extraño pasillo serpenteante con otra puerta en el fondo.

- Hay una entrada secreta debajo de tu cuarto – respondió Lodtrack, aunque la expresión de Leonor solo mostró que había quedado aún más perdido – sé que este no es el camino habitual, pero para llegar a la torre donde vives tenemos que pasar por la sala del trono y, conociendo el plan de contingencia para estas ocasiones, la sala debe estar o plagada de trampas o ya se habrá vuelto un campo de batalla.

- ¿Ósea que este es un camino alternativo? – Lodtrack asintió mientras movía la perilla de la puerta. Al entrar, escucharon el resonar de un golpe.

La puerta llevaba a un pasillo levadizo que se sostenía con cuerdas, justo por encima de la sala del trono, imperceptible a menos que quisieras estudiar detenidamente el techo. Aunque confiaban en que nadie querría ver ese espantoso techo de madera desordenada.

Leonor miró por el borde y abajo vio a su padre arrodillado al frente Draco, quien parecía decirle algo, aunque no podía escucharlo. La sangre de Leonor hirvió por dentro. ¿Qué hacía un noble arrodillado de esa forma frente a un plebeyo? Intentó gritarles, pero Lodtrack lo detuvo y lo obligó a avanzar por el pasillo hasta estar fuera de la sala.

La puerta retumbó y todos quedaron inmóviles. Esperaron unos segundos, y la puerta volvió a retumbar.

- ¡Corre! – gritó Lodtrack, pero fue interrumpido por una gigantesca explosión que destruyó la puerta y tiró al piso a todos los que estaban en el lugar.

Draco se levantó tosiendo y examinando sus alrededores. La mayoría de las trampas habían quedado inutilizadas por el humo y los escombros; incluso algunas llegaron a activarse y se llevaron consigo a varios soldados. Fender estaba tendido en el suelo tratando de levantarse; no parecía herido, lo cual tranquilizó a Draco hasta que vio a un hombre derribado a su lado. Federic estaba inconsciente con la cabeza ensangrentada, y sus piernas habían quedado sepultadas bajo un gran pedazo de piedra.

Los soldados trataban de recuperar su sentido de la orientación y ayudar a sus compañeros heridos; por lo menos dos tercios de ellos estaban muertos y muchos más heridos. Draco calculó que quedaban unos 20 soldados y magos para luchar.

El guarda dirigió su vista a lo que quedaba de la entrada, buscando a sus enemigos entre el humo que comenzaba a disiparse; aunque si escuchaba sus pasos, sentía como se acercaban. Rápidamente, los soldados que seguían en pie comenzaron a tomar posiciones de combate, intentando la formación que habían practicado a pesar de que poco les serviría en ese momento. Un par de soldados ayudaron al Lord a levantarse y volver a su trono; este mantenía sus manos en un colgante y lo apretaba como si su vida fuera en ello.

El grito de un hechicero alertó a Draco y volvió a mirar la entrada; su cuerpo retrocedió por instinto al ver a muchos soldados acercarse en formación, abriendo espacio para que una docena de encapuchados se pusieran al frente ellos. A su lado estaba Silo, desorientado y agachado.

- ¿Pero qué? ¿Qué significa esto, Silo? – preguntó Draco furioso. Silo levantó la cabeza, parecía querer decir algo, pero no dejó de temblar y titubear hasta que el encapuchado del centro levantó la mano ordenándole callar.

- No hay necesidad de alterarse, señor Guarda – dijo uno de los encapuchados con una voz femenina, dando, junto al de su lado, un paso al frente, suavemente descubriendo sus rostros – sucia rata de alcantarilla.




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