Shield Force

Capítulo 23: La Carta de la supervivencia

Horas más tarde, durante la madrugada, los infectados se vuelven inactivos debido a que ya es invierno y las bajas temperaturas influyen en los movimientos por lo que normalmente es propicio para los supervivientes el moverse a buscar provisiones y otros grupos además de ampliar las zonas seguras.

A petición propia, Kenzo vigila la puerta y escucha los leves gemidos de zombis que recorren el pasillo. Se nota que la marea de la tarde ha bajado sus números a solo un pequeño puñado que se contabiliza con las manos. Sin embargo, en ningún momento despega su mano de la espada y mantiene sus sentidos al máximo.

Mientras tanto, los demás miembros descansan a lo largo de la habitación. Teressa duerme sola en la primera cama junto al baño, William y Sora duermen en la misma cama al lado de la ventana que da a la calle. El británico ganó en un piedra, papel y tijera a Sora, por lo que duerme con almohadas mientras que el japones está en el lado de los pies. Por su parte, Ryoma descansa contra la pared debajo de la ventana, pero con un ojo abierto, aunque es una condición biológica normal ya que sufría de sonambulismo de niño.

Al ver preocupado a su amigo, Teressa se levanta de la cama y se acerca a Kenzo:

 

-¿Qué haces levantada? Deberías descansar-dice Kenzo sin despegar la mirada sobre su arma

-Lo se. No puedo dormir así que pensé en venir a hacerte compañía. -responde y se sienta frente al espadachín

-Bueno, supongo que tener compañía en estos momentos no me viene mal. -dice con expresión melancólica

-Estar en esta prefectura te hace recordar cosas ¿verdad?

-Si…

-Vamos, tendrías que haberlo superado hace tiempo.

-No es tan simple. Incluso Ryoma o tu continúan recordando a quienes perdieron. Yo no soy diferente.

-Cierto, cierto. Oh, casi lo olvido. -Teressa saca de su bolsillo una carta con sangre y arrugada

-¿Qué es eso?-pregunta el espadachín. Mirando el papel ve que está cubierta de sangre seca y escritura desordenada

-Esto lo encontré debajo de la almohada de esa cama junto a la ventana. No pude leerla aún, pero según parece es un testimonio de alguien que estuvo por aquí.

 

Por otra parte, Kenzo vuelve su mirada seria hacia la puerta y luego nota que Ryoma también se ha despertado y aproxima hacia ellos. Curioso de lo que dice la carta, pide a Teressa que la lea ya que siendo una hoja escrita desesperadamente por alguien que estuvo ahí mismo, la escritura es torpe, pero puede haber información valiosa para ellos:

 

-Bien, tengo que tener mucho cuidado al abrirla. Podria romperla ya que está seca por la misma sangre.

-Por cierto, Ryoma, Teressa ¿no han notado la presencia de un cierto infectado extraño? -pregunta Kenzo, intrigado por aquel zombi que observó durante la tarde

-¿Infectado extraño?-Ryoma se queda pensativo

-¿Recuerdas que forma o apariencia tenía?-pregunta Teressa

-Cuerpo muy delgado, ensangrentado, muy lento también pero extrañamente los infectados pasaban por su lado y no lo empujaban ni nada por el estilo. La marea de infectados solo siguió de largo y ese solo quedaba parado en su sitio. Hasta donde pude escuchar, el maldito solo chillaba.

 

Aunque a Ryoma no se le ocurre nada, Teressa siente curiosidad por ese infectado, por lo que inunda la cabeza de Kenzo con preguntas cada vez más profundas sobre la anatomía, actitudes, hasta la fase en la que se encuentra. Solo atina a responderle con “No sé”, “no pude ver bien” y “¿Cómo diablos voy a saberlo?”

Para cortar la insaciable necesidad de investigar a fondo de Teressa, el capitán retoma la cuestión de la carta que sostiene la doctora:

 

-Es verdad. Perdonen. Veamos, dice así…

 

“Hoy es el día…bueno…pensábamos que las cosas iban a estar bien porque el invierno llegó y los infectados no estaban con sus capacidades motrices al máximo, pero las cosas no salieron como creíamos.

Al comienzo éramos 12 y durante los primeros 3 días mantuvimos ese número, y hasta encontramos suministros en esta pequeña ciudad. Fue tan alentador encontrarnos con este panorama que hasta quisimos enviar a uno de nuestros hombres a traer a las personas del refugio junto al rio, pero…ese fue nuestro gran error.

A partir del día 5, todas las esperanzas se desvanecieron cuando de los techos empezaron a caer infectados y a cubrir las calles. Uno de esos bastardos logró morderme por detrás y mis compañeros de grupo fueron devorados uno tras otro frente a mis ojos.

Tras luchar por horas, pude llegar hasta este hotel de nombre incierto…hoy es el día…bueno…creo que ya lo olvidé o mejor dicho…no importa porque el veneno que nos convierte en esos asquerosos muertos recorre mis venas como si nada.

Empiezo a perder sensibilidad en mi cuerpo, hiervo en fiebre y mis ojos se cierran. Me siento tan cansado que me cuesta mantenerme de pie.

Si algún día alguien encuentra mi carta, sepan que esta maldita ciudad…esta asquerosa prefectura esconde un infernal secreto…una criatura tan perversa como nauseabunda. Si pueden…huyan como sea…”




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