Shira: La joven guerrera

Capítulo Ⅵ

 

—Jenay, ¿Qué es tu caballo? —nos encontrábamos en una casa de árbol junto a algunos elfos quienes son guardianes del bosque, las luces verdes junto con el fuego, iluminaban el lugar.

Las casas de árbol se encontraban una frente y al lado de la otra, del mismo color de los árboles, con su misma textura.

—Es un pregón, una mezcla de dragón y pegaso— asentí lentamente con mi cabeza. Una elfina de cabello blanco, ojos azules cristalinos, vestido blanco, una diadema de flores color piel y blancas se acercó a nosotros. Jenay y yo la miramos al mismo tiempo.

—Están sucios, síganme para bañarse. —su voz era dulce y melodiosa.

La elfa, dio media vuelta y caminó, sus pasos eran delicados, Jenay se quitó sus armas, su espada y su bolso, un pequeño cuchillo entre sus piernas, un boomerang que estaba metido debajo de la saya en sus pantalones, sacó varias armas de lugares que mejor prefiero no mencionar, armas que no sabía que tenía. Hice lo mismo que él, colocándolas en el suelo también.

Jenay corrió tras aquella hermosa elfina, quedando unos pasos detrás de ella, yo le seguí. Llegamos a un lago, los árboles le rodeaban, el agua estaba tan limpia que se podía ver el fondo en él, lo cual me parecía tenebroso, en el lago era el único lugar en donde los arboles no cubrían como techo, por lo cual la Luna se reflejaba.

— ¿Crees que hayan Ent aquí? —le susurré a Jenay.

—No. —Contestó ella— Los Ent no se encuentran en estos alrededores, ahora, báñense.

—Pero, —interrumpí— Jenay y yo no podemos bañarnos juntos. —ella me miró con una dulce sonrisa en su rostro.

—No tienen que quitarse la ropa para bañarse —inmediatamente Jenay se tiró al agua y se puso a nadar.

—Pero quedaríamos sucios —estaba de pie frente al lago.

— ¡Yuju, ésta es el agua más fresca que he sentido en mi vida! —dijo Jenay moviéndose en el agua y alzando sus manos salpicando.

—Sólo escucha lo que digo, hazme caso y entenderás —asentí con la cabeza y me incliné para quitarme mis botas.

—No lo hagas —dijo la elfa haciendo que me detuviera— no es necesario que te las quites —me puse de pie, miré a Jenay y pude ver como alrededor de él se veía su propio sucio color marrón, el cual mientras salía se desvanecía, entonces me tiré al lago y comencé a saltar y salpicar el agua contra Jenay. Cuando Jenay hizo lo mismo yo le di una paliza en la nariz, la sangre goteó hacia el agua.

— ¡Rayos Shira, que has hecho! —gritó con dolor, se cubrió la nariz unos segundos y luego se la enjuagó, al instante de hacerlo dejó de sangrar. Me miró sorprendido.

— ¡Oh, no puede ser, ésta agua es mágica! —dijo impresionado. —Un momento... —miró hacia su estómago el cual estaba dentro del agua, pero al ser tan cristalina se podía ver. Tocó su estómago, se golpeó en él y echó un gemido de dolor.

La elfina, quien aún nos observaba, se acercó a la orilla del lago.

—El agua no es tan poderosa para curar grandes heridas pero te puedo ayudar —levantó un poco su vestido con su mano izquierda, y lentamente entró sus dedos de los pies al agua, entonces se inclinó hacia adelante y recostó su mano derecha en el agua.

Jenay y yo miramos fijamente el acto, vimos que de su mano salió un destello azul y brillante que se deslizaba en el agua llegando hasta nosotros, grité al instante de que la luz llegara a mi brazo izquierdo pues sentí un fuerte dolor.

 

—No debes sacar tu brazo aunque el dolor sea fuerte, porque entonces no se curarán —Jenay cerró sus ojos fuertemente. Segundos después, ella levantó su mano. —Ahora salgan.

Salimos, al hacerlo notamos que no necesitábamos secarnos, nuestra piel estaba restaurada y nuestra ropa y cabello en perfecto estado. No sentí humedad dentro de mis botas, por lo cual estaba impresionada.

— ¿Quién eres? —preguntó Jenay justo cuando empezamos a caminar detrás de ella para dirigirnos a las casas de árbol de los elfos. Ella no dijo nada hasta llegar a entrada de las casas de árbol, dónde había un gran letrero sobre nosotros que tenía unos símbolos extraños.

—Soy la princesa de los elfos, hija del Rey y guardián principal Freseo. —dos elfos se pararon en cada extremo de los lados de ella.

— ¿Y cómo es que te permitieron ir sola con nosotros? —preguntó Jenay algo confundido.

— ¿Están seguros que son ellos? —le susurró al elfo que se encontraba a su lado derecho, mientras nos miraba fijamente y con su mano izquierda cubrió su boca para que no la pudiéramos escuchar, aunque sucedió lo contrario.

—Sabe, pudo haberlo preguntarlo en otra lengua, no sé, griego o en la lengua de los árboles —dijo Jenay incomodado— porque, lo escuchamos perfectamente.

La princesa quitó su mano de su rostro, volvió a su posición normal, hizo una reverencia y se fue, los dos elfos la siguieron.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.