Shira: La joven guerrera

Capítulo Ⅶ

—Eso explica todo, de todas formas, son unos niños —el elfo recostó la palma de su mano izquierda en la cabeza de Jenay, y la derecha sobre mi cabeza, cruzó en medio de nosotros y con sus manos nos empujó, haciéndonos caer sentados— Muy bien, ahora yo soy el líder, síganme. —dijo sin mirarnos, caminando hacia una casa de árbol, lo miré con furia, luego volví mi mirada a Jenay.

—¡Todo por tu culpa! —grité haciendo resonar mi voz por todo el bosque.—¿Crees que quiero que alguien más sea mi líder?—expresé entre dientes, apretándolos tan fuerte, que podría jurar que se romperían.

—Bueno —habló Jenay en voz baja— tal vez necesites un líder para que te enseñe a controlar a ira.

El elfo caminó hacia una casa de madera que se encontraba en medio de dos árboles, me puse de pie, coloqué mis manos en mi cintura, aunque ésta no se notaba por mi ropa. Debajo de ella utilizo un trapo negro y la amarro con una correa en mi cintura para sostenerla, también utilizo unos pantalones negros y poco anchos, mis botas, que inician desde debajo de mi rodillas.

Mantuve la calma y reflexioné sobre lo que dijo.

—Para que no pienses que te tengo rencor —estiré mi mano derecha hacia él, para que se apoyara en mí al levantarse.

—¿Por qué será que una mujer actúa... —sostuvo mi mano y al apoyarse para levantarse hizo que diera unos pasos hacia adelante— como un hombre? —me miró fijamente, estábamos a sólo unos centímetros de distancia— Te envidio.

Sonreí, y creo que era la primera vez que me había visto sonreír, o la primera vez que sonreí en mucho tiempo. Saqué una cuchilla que se encontraba entre la manga de mi mano izquierda, la punta de la cuchilla es puntiaguda, como una aguja, él no se dio cuenta de lo que hice, entonces ágilmente la clavé en su antebrazo, asimismo se la quité, caminé hacia la casa donde habían entrado los elfos.

—Ahhgg ¡Shira! —gritó y volteó hacia mí, en ningún momento me detuve. Caminó encogido de hombros hacia mí cubriendo la herida con la palma de su mano.

—Deberías ir al lago a sanar tu herida.

—No se supone que debas lastimarme, somos un equipo. —di una vuelta sobre mi eje y quedé frente a él, estábamos en medio de un círculo de árboles y pequeños destellos de luz de las luciérnagas y hadas tocaban nuestros cuerpos, la humedad del bosque hacía que nuestra piel estuviera pegajosa e incómoda.

—Sólo fue una muestra de cariño, no seas sensible.

Giré nuevamente y volví a caminar, dirigiéndome al mismo lugar. Jenay murmuró algo para sí mismo que no pude comprender, pero no me importó.

Entramos a la casa general de los elfos, donde se encontraba el Rey elfo, el cual estaba en su trono, frente a nosotros y una pequeña cantidad de elfo.

El Rey se colocó de pié y todos nos inclinamos ante él.

—Muy bien, pueden sentarse —ordenó. Alguien se acercó al Rey y le susurró unas palabras en su idioma natal, y entonces el Rey expresó:— Quisiera que Jenay y Shira pasen al frente —obedecimos.

—Shira, Jenay, ustedes planearon todo esto, ¿Creen que podrán lograrlo?

—Con ayuda de ustedes, podríamos lograrlo, somos jóvenes, fuertes y hábiles. Con magia y fuerza podemos lograrlo. —observé su aspecto, su barba era rizada igual que su cabello, sus ojos grises y cristalinos, sus orejas resaltaban sobre su cabello blanco con gris, tenía de vestido una saya color verde olivo manga larga y llegaba hasta sus pies.

—Eres valiente, igual que Adelaida —la princesa se encontraba sentada al lado izquierdo del Rey, su postura era recta, sus manos recostadas sobre sus piernas, sus dedos estaban entrelazados entre sí, su cabello cubría sus hombros y su rostro se encontraba sereno— ¿Y Jenay? —observé a Jenay.

—Majestad, debo vengar la muerte de mi gente y pagar una deuda.

—¿Saben que es peligroso, que probablemente no sobrevivirán. Que las brujas, demonios, hechiceros y dragones están de su lado?, y no sabemos cuando nos atacarán, si para nosotros en multitud es peligroso mucho más será para ustedes. —dijo el Rey calmado, acariciando su barba.

—Lo sabemos—dijimos al unísono.— Pero es mejor arriesgarnos ahora que esperar a más muertes, más destrucciones, más control, más oscuridad por parte de Dirzan—habló Jenay.

—Pero Rey —espeté,  —¿Tiene usted alguna idea de porqué Dirzan se llevó a mi madre?

—Dirzan lleva años enamorado de tu madre, desde su niñez, tu madre huyó contigo mientras sucedía la guerra, porque él estaba decidido en que tu madre debía casarse con él, Adelaida se ocultó contigo hasta que gracias a Jenay pudo encontrarla, puesto que había encerrado su casa con un conjuro, y por alguna razón Jenay  lo rompió —me quedé perpleja al recibir tanta información al mismo tiempo, pero la frase que más me impactó fue la última. Volteé mi vista hacia Jenay y noté en su mirada confusión. No podría dudar de él, él es la persona en la que he confiado después de mi madre.




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