Shira: La joven guerrera

Capítulo Ⅹ

Nos dirigíamos de camino hacia el pueblo de guerreros llamado Kront, con esperanzas de que se pusieran de nuestro lado. El camino era desierto, la temperatura caliente. No se sentía viento alguno. El camino era completamente llano, el sol maltrataba nuestra piel y teníamos poca agua para hidratarnos.

—Todo tiene un sacrificio. —dijo el elfo Elioth rompiendo el silencio, los quejidos del cansancio de las personas se detuvieron para escucharlo. Lo miramos sin ánimo y no dijimos nada. Los pies de los caballos temblaban. Cada uno tenía caballos con tamaño inferior al de Yuni y Pyrón.

—Bueno esto no es nada para lo que viene. —dijo Hatalayenth.

—No, me refiero a que en serio todo tiene un sacrificio, todos debemos entregar con dolor algo que amamos para encontrar el camino hacia la libertad.

— ¿Y si eso que amamos es inocente y no merece culpa?

—Nada es perfecto Hat.

Miré a Jenay y ambos nos reímos al escucharle hablar.

— ¿Por qué no te casaste Shira? —preguntó Jenay curioso, evadiendo la conversación anterior.

—Mi madre tenía otros planes para mí.

— ¿Cómo cuales?

—No lo sé, ella casi no hablaba conmigo.

— ¿Por qué?

—Tal vez por todo lo que me ocultaba. —lo miré fijamente.

—Bueno... —se detuvo a pensar— ¿Y si lo hizo por tu bien?

—No lo sé. —Suspiré— Y ya no importa, sólo la buscaré y luego veré cómo me tomo todo al escucharlo de su boca. —Jenay movió a Pyrón, acercándolo más a mí, nuestros ojos estaban entrecerrados por el calor y el sudor que corría por nuestro cuerpo.

— ¿Y cómo es que confías en lo que te dicen desconocidos?

—Porque sabía que me mentía. —Sequé el sudor de mi rostro con mi mano— ¿Y por qué tu espontánea intriga Jenay?

—Tengo el derecho a ser curioso, además tu madre no era fácil por lo que nos contaron —rió, lo golpeé en el pecho.

—Calla, no es necesario que hables así de ella.

— ¿Y de tu tío? —Mi corazón palpitó tan fuerte que provocó que me doliera el pecho, lo miré asombrada, casi asustada— ¿Qué me dices de él?

— ¿Quién te habló de mi tío?

—El Rey nos habló de él, ¿Recuerdas?

—No tengo nada que decir de mi tío. ¿Y cómo es que el Rey sabía todo de mi madre?

—Creo que, debiste preguntarle cuando estabas allá.

Horas después, llegamos al pueblo, era desierto y caluroso, a pesar que ya se estaba poniendo el sol. No había árboles en la entrada, sólo dos casas de madera, una frente a otra, bañadas de arena. Nos miramos entre todos y Hatalayenth dio el primer paso para entrar al pueblo, su caballo era del mismo marrón que su larga barba y cabello ondulado, le seguimos el paso y entramos.

— ¿Quienes son ustedes? —dijo un joven. Estaba frente a nosotros con una espada en mano, parecía de la edad de Jenay.

—Queremos su ayuda. —respondió Hatalayenth.

— ¿Ayuda? —Levantó la espada y rozó el filo contra su dedo cuidadosamente— ¿A cambio de qué?

—Nos envió Trent —bajó la espada, nos miró unos instantes.

—Síganme.—Dijo al fin.

Cabalgamos tras él.

—Oye —le susurré a Jenay que seguía a mi lado— ¿Cómo es que el ejército de Dirzan no los destruye si no hay muros ni armadas?

—Conjuros, —respondió un elfo— él ya sabía que no éramos enemigos desde que cruzamos su portal. Esa es una de las debilidades de Dirzan, aún existe gente más astuta que él, y por eso su obsesión con ser más fuerte.

Llegamos donde el jefe de los guerreros, Hatalayeth y él se conocían y se alejaron con una conversación, el sol se había puesto e hicimos varias fogatas en un área libre. Por fin había llegado un clima agradable y agua para empapar nuestros labios.

Algunos elfos cantaban unas canciones que quitarían a cualquiera las esperanzas y las pocas ganas de continuar.

Más tarde llegó Hatalayenth y se puso en medio de mí y de Jenay, nos miramos extraños.

—Shira, Jenay, debemos dividirnos y encontrarnos en un lugar específico dentro de tres días.

— ¿Qué? —dije yo— ¿Por qué?

—Es más peligroso que estemos todos juntos, somos más de cien, y con los guerreros más de trescientos, es mejor ir en grupos por caminos diferentes, así Dirzan no nos encontrará. Cmo tú y Jenay son más jóvenes que el resto irán con cinco elfos por este camino, deben llegar rápido, primero que nosotros si es posible hacia el bosque de la verdad.

—Llegaríamos en tres días, —respondió Jenay— si vamos por este camino.

—La luna Azul es en 72 días, debemos tratar de hacer todo rápido antes de que llegue ese día.




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