Si el día llega

01. Coartada

 

El cansancio se va apoderando de cada músculo de mi cuerpo. Entre mis manos llevo la mochila cargada con lo que parecen ser cientos de libros. 

Tomar clases extras, una semana antas de entrar a la universidad, es una mala idea.

El día fue estupendo... hasta que tuve que ir a trabajar.

Y me recuerdo, por décima vez: no lleves blusas lindas, Colin puede derramar la salsa sobre ti.

No llegues tarde, Jared ocupará tu lugar en el estacionamiento. Y no es como si tuviera un auto, hablo del estacionamiento para bicicletas.

No llegues tarde, Jared ocupará tu lugar en el estacionamiento; y robarán tu bicicleta.

Que no suceda lo que hoy sucedió.

Y creo que lo dedujiste. Hoy, llegué tarde. Hoy perdí mi lugar favorito en el estacionamiento. Hoy, llevé mi blusa favorita y ni siquiera tuve tiempo de cambiarme. Hoy, mi compañero de trabajo, derramó dos litros de salsa de tomate sobre mi, y dejó un desastre echó por los suelo. Y vamos a la mejor parte: robaron mi bicicleta.

La parada de autobús estaba a dos cuadras de Coffy S'. El lugar donde trabajo. Pero no llevaba encima el dinero para el pasaje. Y me temo que Jared, Colin y el resto de empleados se han marchado. Y debo de caminar, alrededor de treinta cuadras hacia mi dormitorio.

 

[•••]

 

Tocan mi puerta. Estoy durmiendo como un tronco, ni siquiera me da tiempo de parpadear cuando la insistencia de la persona fuera de mi habitación, cesa, y ya está dentro.

—Demonios, Valerie— se escuchan un par de cosas caer al suelo.

Soy consciente de que Andy es irritable. Pero la toleró. Sin embargo, en este momento podría sacarla a patadas de mi habitación. Pero me limito solo a girar la cabeza y abrir los ojos para mirarla.

Está envuelta en una top y un pantalón de mezclilla. Ligeramente maquillada y con el cabello arreglado.

—¿Qué?—murmure, quitándome los cabellos de la cara con pereza. La castaña ladea la cabeza hacia la izquierda, analizándome con el ceño levemente fruncido.

—¿Qué estas haciendo?— también frunzo el ceño y la miro con incredulidad. Señaló la cama con la mano.

—¿Dormir?

—¡¿Dormir?!— chilla, cierro los ojos con fuerza, deteniendo el impulso de tomar una almohada y estampársela en el rostro para que guarde silencio.—¡Se supone que deberías estar lista!

—¿Para qué?— tomó asiento en la cama, me pongo de pie y paso por su lado para ir hacia el baño, no sin antes dirigir una mirada de reojo hacia mi estante, donde había jurado dejar mi mochila sobre sobre ella y que ahora se encontraba en el suelo.

La castaña me pisa los talones, y antes de cerrarle la puerta en la cara me recuerda:

—Te envíe un mensaje hace tres días, avisándote que iríamos a la bienvenida de Ronald.

—Donald— corrijo, sabiendo que menciona mal su nombre a propósito. Y me encierro.

—Eso— continúa, hablado detrás de la madera.—Tú accediste a ayudarme a cuidar a la ebria de Liliana. Dijiste que si, ¡y aquí tengo las pruebas!

—Andy...— empiezo, terminando de lavarme el rostro.—Estoy cansada, por favor.

—¡Valerie!— la puerta se abre, y chilló en el momento que choca contra la pared. —¡Lo prometiste!

Y sé que perdí. Sé que debo de cumplir mis promesas, y ella lo sabe. También que debo de cambiar la cerradura de la puerta. Y lo utiliza en mi contra.

 

[•••]
 

Los universitarios son conflictivos bajo los efectos del alcohol. Eso todo el mundo lo sabe.

Donald Thompson, es del último año, y hasta ahora, es el muchacho con un éxito seguro. Ya que, a sus 20 años de edad, ha creado diversos videojuegos en el mercado, es por eso que es bastante conocido en la universidad: Thompson es una fuete del dinero. Y agrégale que es amigable, guapo, inteligente y todo un éxito en lo que le apasiona.

Su fiesta de bienvenida, es un recibimiento para el regreso de clases, que retomamos el próximo lunes después de las vacaciones navideñas. Tomando en cuenta que nuevamente estarán en constantes carreras y estrés, mis compañeros beben.

Beben y beben y vuelven a beber.

Eso incluye a la rubia sentada a mi lado, con un vaso en la mano, sonriendo y hablando sin parar. Y luego está Andy, que decidió dejarme a cargo de Liliana,  y fue a conseguir una pareja para bailar y pasar el rato.

Supongo que no soy de todo una compañía entretenida. Supongo.

Velerie— me llama mi amiga, descansando su cabeza sobre mi hombro. —Vamos a bailar. ¡Prendamos está cosa!— intenta ponerse de pie. Yo me limito a negar con la cabeza y observarla en su primer fallido intento.—¡Vamos,  Valerie! Diviértete, por una vez esta noche.

—¿Qué te parece volver a casa?— digo, inclinándome hacia ella. Frunce el ceño, claramente no le gusta mi idea. Pero no pone objeciones. Un hipo repentino le da, a lo que asiente.

 

[•••]
 

Mi llamada a Andy es breve y directa. Llega cinco minutos después, nos encontramos en la entrada, sostengo de la cintura a Liliana mientras bebe agua para recuperarse. Tardamos media hora, sentadas sobre el capo del vocho, esperando para que la rubia reaccione un poco.

—¿Ya estas bien?— preguntó amablemente, viendo cómo parpadea varias veces; está con la espalda pegada al cristal, las piernas sobre el motor cubierto por el capo. Y nosotras sentadas en las orillas.

—Si— miro a Andy sobre ella, la cual me devuelve la mirada.

—Hora de irnos— anuncia. Me bajo de donde estoy, Liliana tarda un par de segundos en ponerse de pie. Subo a la parte trasera del auto, y espero. Andy se sienta en el asiento del copiloto, y esperamos a que Lili se suba. Pero no lo hace.—¿Qué sucede?— le pregunta, sacando la cabeza por la ventana.

Liliana se queda de pie frente al auto, estacionado enfrente, está un jeep negro.



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En el texto hay: humor, juvenil, romance

Editado: 14.09.2019

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