Lo hizo. Me dejo el postre.
Suspiro aliviada por comer mi segunda comida después de todo un día. La cafetería comienza a llenarse por lo que me apresuró a terminar antes de ponerme el delantal y comenzar a atender el local.
Colin está codo a codo conmigo, solo que él atiende la zona de la derecha y yo la izquierda. Jared atiende la caja. Las puertas de la cocina se abren y se cierran mientras mi compañero y yo nos desplazamos por todas partes.
—Fishman— me detengo junto al mostrador, con una bandeja de plata cubierta de platillos en la mano derecha y una jarra de cristal llena de jugo en la izquierda. Solo una persona me llama por mi apellido en el trabajo:—Alguien te está buscando— me sorprende un poco que me hable, normalmente siempre es desinteresado y me ignora. O nos ignora a todos.
—¿Dónde?— giró a la cabeza hacia las mesas.
—A tus nueve en punto— se adelanta a decir, tomando la jarra entre mis manos y saliendo de su puesto. Eso me sorprende a un más. También me quita la bandeja de platos y la lleva a la mesa dos, donde habían ordenado. Miro a mi alrededor, y me detengo en un muchacho que está en la entrada de el local. Miro junto a él, sostiene nerviosamente entre sus manos... ¡mi bicicleta!
Camino con lentitud y en cuanto me nota, su mirada se pasa de la bicicleta hacia mi y viceversa.
—Esa,— señale el transporte solo al estar un paso frente a el:— esa es mi bicicleta— dije, aún un poco atónita.
—¿Si...?— tenía la voz ronca, y había desviado la mirada hacia otro lugar con lo que distinguí fue arrepentimiento.—En verdad lo lamento. Pero tengo una muy buena explicación.
—¿Por qué tienes mi bicicleta?—salte inmediatamente.
El joven frente a mi se rascó la nuca. —Lamento mucho lo qué pasó... mi hermano y yo estábamos...— en ese momento su rostro tomó un color rosado, me miro con vergüenza:— y... bueno...— analice su aspecto, tenia el cabello y los ojos color negro, la piel pálida llena de pecas. Era alto, y mas o menos delgado. Llevaba una chaqueta azul marino con mangas blancas, y con un pequeño logo estampado en la parte posterior derecha.
Realmente no parecía ser alguien necesitado. Parecía más bien, ser un chico común y corriente que no aparentaba más que unos 16-17 años.
Le sonreí, aligerando el ambiente. Y cuando lo notó, el alivio se instaló en su mirada. <<Es un buen chico>> fue lo que pensé, ya que si lo reflexionaba con detenimiento, ¿qué persona, con malas intenciones, me hubiera devuelto mi pequeño transporte? Exactamente. Nadie.
—Gracias por devolverla— me la entrego.
—Gracias a ti, por no llamar a la policía, mi hermano mayor nos hubiera matado por hacer un escándalo así.
—Bueno... tampoco me gustan los escándalos.
Asintió con la cabeza, e hizo el ademán de marcharse.—Fue un gusto conocerte...
—Valerie— respondí.
Sonrió por primera vez, mostrando unos dientes perfectos. Me parecía familiar, pero no sabía de donde.
—Un gusto conocerte, Valerie.
Se dio media vuelta, y se marchó. Con mi mirada pegada a sus pasos, la espalda de la chaqueta tenía estampado el número 7 y el apellido O'MCKAY sobre este.
[•••]
Llego al edificio pasado de las ocho.
Y cuando entro en a mi habitación no me sorprende ver a Liliana dormida sobre mi cama. Andy está sentada frente al escritorio, moviendo los dedos velozmente sobre su laptop.
—Que bueno que llegaste— dice, sin verme, pues su atención está concentrada en la pantalla frente a ella. —La cena está ahí— señala la minúscula cocina (consistía en un lavado, un mini refrigerador, el microondas y una mesa de madera).—Liliana quiso comer doble por lo que casi me muerde al impedírselo— señala divertida.—No dejes ni un solo bocado.
Terminó husmeando en la bolsa de plástico blanca. De ella sacó una hamburguesa y papas. La comida chatarra va a ser mi perdición. Me doy una ducha rápida y mientras me seco el cabello con una toalla, Andy vuelve a hablar.
—Tenemos que pagarle a el chico del jeep.
Me desconcierta un poco que lo diga tan serio. Tomo asiento frente a la comida.
—Lo sé. Hoy vino al edificio— su cabeza de gira solo al terminar de decirlo.
—¿Para qué?
—Probablemente para hablarme sobre eso. Pero se me hacía tarde y no lo deje hablar.
—Oh... ¿cómo supo que vivías aquí?— apoyó el codo sobre la mesa, mientras se rascaba ligeramente el cuello.
—Creo que me investigó.
Un silbido se escapa de los labios de la chica sobre la cama. Andy y yo nos volvimos hacia Liliana. Tenía las manos entrelazadas sobre su abdomen y las piernas una sobre la otra.
—Debe estar muy interesado en ti— murmura, con la voz ronca, tiene la mirada pegada al techo medio pérdida.
—O tal vez quiere que le demos el dinero de inmediato— contradijo Andy, volviéndome a mirar.—Si lo pensamos, cualquier persona con un auto así m; estaría loco si tuviera una sola raspadura.
—Pero lo nuestro no fue una sola raspadura— habla la rubia, gira los ojos en nuestra dirección:— Fue una enorme abolladura.
Andy la mira mal.
—Si tan solo, alguien, no hubiera hecho un conflicto mayúsculo— recalca, acusadora mente.
—¡Estaba ebria!— una nota de diversión y seriedad se filtra por su voz, notablemente cansada de que su amiga le reclamara. Me meto una papa a la boca, y en cuanto lo nota, sus ojos verdes destellan de malicia.—Dame una de esas— ordena, ignorando a Andy. La miro de reojo:
—Ven por ella— digo, aligerando un poco el ambiente. No tarda tres segundos cuando ya se está poniéndose de pie y tambaleándose en mi dirección.
—Por eso te amo— murmura con la boca llena.—Siempre compartes tú comida conmigo— puedo ver a Andy reír y volver a su trabajo. —Pero volviendo al tema— se apresura a decir, se sienta junto a mi:— ¿Qué más fue lo que te dijo? ¿Crees que te amenace en algún futuro? ¿Cómo ha sido contigo?