Si el día llega

07. Recepcionista.

 

No me molesto como lo dijo. Si no, frente a quien lo dijo.

El hombre a mi lado, se sorprendió. Mi agarre con Byron, se volvió flácido, pero el de él siguió firme. En sus ojos noté diversión. ¡Le estaba divirtiendo! ¡Le estaba divirtiendo verme así! Ponerme en esta situación.

—¿Enserio?— pregunto Fran, con un tono incrédulo mientras elevaba sus cejas negras.—Nunca pensé eso de nuestra becaria estrella.

—Eso no fue lo qué pasó— me adelanté a decir. Byron alzó sus cejas, y comenzó a enredar, lo que reconocí como un plano, entre sus manos.

—¿Enserio?— preguntó, mientras una sonrisa descarada se extendía en su rostro.

—Si— respondí firme, y mire a Fran para finalizar en Byron mientras decía:—Todo fue un malentendido.

—Ni siquiera sabía que conducías, Fishman— comento el hombre a mi lado.

—Una de mis tantas habilidades ocultas— mencione,  y él rio. Afortunadamente, para salvar mi pellejo de pollo, su teléfono comenzó a sonar en el interior de su bata.

—Me disculpan— dio un par de pasos a la izquierda, alejándose unos metros de ambos. Y comenzó una charla apresurada por la línea. Mientras tanto, mi mirada se ancló a el castaño frente a mi. Quería matarlo. Era la primera vez que sentía tanta vergüenza y rencor hacia una persona.

¡Él ni siquiera sabía lo que había pasado realmente! No me había dejado explicarle, y ahora, corría el riesgo de quedar mal frente al director general. Y no quería eso. Mi solicitud de trabajo entre los tantos candidatos universitarios estaba entre las primeras de la lista de Ritmen. Quería trabajar ahí, y tenía una ventaja sobre todos, pues era voluntaria, conocía la zona y a la mayoría de los pacientes. Pero no sabía cómo sería vista por los demás con una irresponsabilidad así. La cual, yo ni siquiera había echo.

Si. Quería quedar limpia ante los ojos de los demás. Realmente soy una buena chica. Pero Byron Cidini, me estaba dejando ver como la mala de la historia. Y las cosas no eran así si no escuchaban la historia completa.

El solo se limitó a mirarme, y dijo:

—¿Qué?— se encogió de hombros. Antes de que replicara algo, Francisco Ritmen volvió.

—Tengo que retirarme. Salió algo urgente— me lanzo una mirada que no supe descifrar, y miro a Byron, extendió su mano y ambos se despidieron de un apretón.—Nos veremos después. Cualquier cosa que sea necesaria, no dudes en buscarme.

Y se marchó. Instantáneamente mi cuerpo se volvió a él en cuando el director general desapareció por el pasillo y las pocas personas que circulaban por el.

—¿Qué fue eso?— solté, sin perder tiempo.

—¿Qué cosa, Fishman?— no me miraba, había decidido que su reloj de mano era más importante. Di un paso en su dirección.

—¿Por que haz dicho eso?

—¿Decir la verdad, Valerie?

—No te he contado la verdad.

—Se lo que vi.

—¡No viste todo por completo!

Ambos guardamos silencio. Inhale y exhale con rapidez. Ese hombre, estaba haciendo que mi paciencia y tranquilidad se fueran lejos de mi alcance.

—De acuerdo, entonces dime, ¿Cuál es la verdad?

Y pensé decirlo. Pero me detuve. Solo con notar como me miraba, cómo estaba parado, en que forma sus cejas se elevaron y la comisura de sus labios se había ladeado.

Lo había dicho con un tono sarcástico. Y no me iba a creer. Analice esos aspectos, y me pregunte: ¿Por qué yo insistía tanto? Me crucé de brazos, y lentamente, respondí:

—No hay verdad— cruce los dedos.—Te pagaré,— mire el suelo y continúe hablando;— solo dime cuanto es lo que te tengo que dar para que repares tú auto y me hagas aún lado.

Y mi respuesta lo desconcertó.

—¿Por qué cambiaste de opinión?— había curiosidad en su voz;—Hace tan solo treinta segundos estabas totalmente segura de que había una sola verdad— comenta, con el ceño fruncido:— ¿Y ahora dices que no hay una?

Asentí con la cabeza. Incapaz de saber que más hacer o decir. Miró a los lados, y otra vez a mi. Comenzó a negar con la cabeza.

—¿Me acabas de mentir?

—¿Qué?

—¿Me estás mintiendo?

Me mordí la lengua.—Si no me quieres creer...

—Me acabas de mentir— me interrumpió, con seguridad. Su acusación fue directa y sin rodeos. —Acabas de mentirme en la cara— se mofa. Giro la cabeza en todas las direcciones, por si alguien está al pendiente de nuestra conversación.

—¿Por qué dices que te estoy mintiendo? ¿No era lo que querías escuchar? ¿Qué fui yo la que ocasionó todo esto?

—Creí que eras una recepcionista común y corriente, —dio un paso al frente y continuó;—una estudiante de medicina fracasada— aclara y abro la boca para objetar. Ademas, no entiendo en qué sentido eso responde mis preguntas. Pero él sigue:—Pero resulta ser, que eres la "becaria estrella" de un hospital infantil. Y ahora una muy mala mentirosa.

—Basta de estas acusaciones— lo interrumpí, con cólera.—¡Ni siquiera me conoces!— exprese desesperada.

Y se quedo en silencio. Su mirada se desvío hacia el pasillo.

Me molesta que me evite de esa manera, entonces, hace algo inesperado; puedo notar como sus ojos brillan de advertencia al notar algo, dice un "Carajo" silencioso, me toma del brazo y de un jalón seguido de un par de pasos me mete en un armario, entro casi agachada para no perder el equilibrio, justo debajo de una estantería. Cuando trato de reclamar, me enderezo y me golpeo con el metal del estante.

Me llevo la mano a la cabeza adolorida. Empezar una discusión con Byron Cidini en medio del pasillo, es una mala idea.

—¿Estas bien?— me pregunta. Abro los ojos y miro en su dirección, esta levemente iluminado por la bombilla entre ambos. ¿Cómo demonios es que del pasillo terminamos en el armario de limpieza, eh?

Y peor aún. ¡¿Por qué diantres tiene las manos alrededor de mi cintura?!

Me exalto aún más y vuelvo a ponerme recta, volviendo a golpear el estante con la cabeza.

<¡MALDITA SEA!>



#7413 en Fanfic
#10921 en Joven Adulto

En el texto hay: humor, juvenil, romance

Editado: 14.09.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.