Si el día llega

10. Dakota

¿Saben que me sorprende? Que Noah realmente cumpliera lo que dijo. Pasaron cinco minutos, en los cuales, me cambié y decidí quedarme en los vestidores. Yo pensé; "Tal vez, si me quedo un momento más, pensara que me fui, y por lo tanto él se marchara".

Fue una gran sorpresa salir de los vestidores y verlo sentado frente a la barra, charlando con el gerente. Ay... madre santa. Una mano me tomó desde el codo, y jalo de mi cuerpo hacia atrás, metiéndome nuevamente a la cocina.

—¿Qué haces?— murmuré.

—¿En qué estás metida?— gruñó Jared. Mis ojos viajaron a su ropa formal para después caer en la mano que se aferraba a mi brazo.

—Créeme que no tengo idea— murmuré, igual de bajo que él:—Y si la tuviera, desde hace tiempo lo hubiera solucionado.

—Oh, Valerie— me soltó, y se cruzó de brazos, mientras que en su voz detonó la lastima y la burla, como si fuese yo una ingenua:—No tienes idea. Ya estás en la boca del lobo, por así decirlo— echó un vistazo sobre mi hombro.—Incluso Byron Cidini está afuera.

—¡¿Qué?!— chille, sin poder controlarme. ¿No tuvo suficiente con lo qué pasó hoy a medio día? Tal vez el golpe de la engrapadora... quiero decir, el árbol, no fue suficiente. Jared ladeó la cabeza, y me observó como si quisiese descifrar una ecuación.—¿Los conoces?— el resoplo hacia el cielo, dejando caer los brazos a ambos lados de su cuerpo.

—Conocerlos...— se recargó en la pared.—No exactamente, pero estudiamos en la misma preparatoria. Eran chicos populares, arrogantes... creo que siguen siéndolo. Ellos, y el equipo de baloncesto. Pero se a qué punto son capaces de llegar— note que trago saliva, se hizo a un lado cuando una chica caminó hacia la salida, una compañera que me lanzo una sonrisa y a Jared no se atrevió ni a verlo. Lo que me hizo pensar; "¿En serio me estaba hablando?" Mi compañero de trabajo no era muy social con nadie a excepción de algunos comensales y el gerente, pero con el resto, era muy extraña la situación en la que nos dirigía la palabra, y eso que solo se limitaba a avisar o pedir algo que necesitase. Pero de alguna manera, los Cidini le causaban intriga, al igual que a mi. —¿Qué harás?— me preguntó. Sujete con fuerza la correa de mi mochila, repitiéndome mentalmente la misma pregunta que él:

<¿Qué harás? ¿Qué harás? Vamos Fishman, tú madre no te dio un cerebro como para que no hagas uso de él, piensa en algo.>

—No tengo idea.

—Oigan— Colin se aproximó a nosotros, con una gran sonrisa.—¿Que hacen ahí? ¿No deberían...?— cuando Jared giró la cabeza para verlo, mi amigo vaciló en seguir avanzando, sin embargo, borro la expresión de la duda y se posó junto a mi.—¿Qué hacen?— dirigió la pregunta más para mi que para a él.

—Solo conversábamos— se limitó a responder el pelinegro, sin despegar sus ojos de mi rostro, como si aún buscara a una respuesta a mis futuras acciones.  <Pero vamos, Jared. No esperes nada de mi, estoy totalmente en blanco.>

—Creo que me debo ir a casa— susurré, exhalando. Colin asintió, entonces, salí al exterior, Noah me lanzo una mirada sobre su hombro, dejando de hablar con el gerente. El hombre también me miro e hizo un gesto para que me acercara. Oh Dios...

—Fishman, tú amigo es muy agradable— me dijo, señalando a el castaño mientras se ponía de pie.—Los jóvenes de hoy en día carecen de personalidad, pegados a esos aparatos electrónicos, las redes sociales, y esa cosa llamada in-estagram.— Tras de mi, Colin aguanta la risa. El gerente le dirigió una mirada amenazadora.—¿Qué le divierte, señor manos de mantequilla?— lo acusa el hombre, Colin alza las manos, mientras su pecho vibraba y de sus labios salía una risa ronca.

—Perdón, jefe. Pero la palabra es "Instagram"— corrige, haciendo que el hombre cruce sus brazos. Noah carraspea.

—Nosotros tenemos que irnos— es lo que dice, y yo me altero, miro a Colin pidiendo ayuda con la mirada pero es demasiado torpe para entenderme por lo que a mi reacción sólo eleva la ceja y frunce la boca. Acabas de decepcionarme, Colin.

—Que les vaya bien muchachos— el gerente entra detrás de la barra.—Y tú,— señala a mi compañero, que se encoge cuando entiende que están apunto de regañarlo:—Aún no hemos hablado sobre los platos que rompiste hace unos minutos, dedos de manteca.

Escucho como ambos se adentran en la cocina, la incomodidad me tensa por completo. Balanceándome sobre mis pies, miro a Noah, quien ha posado sus ojos sobre una dona dentro del estante de venta. La miro también, sin embargo yo solo le doy un vistazo pues estoy acostumbrada a comerlas, olerlas y algunas veces hasta prepararlas. Hasta el punto donde me aborrecen.

—¿Nos vamos?— ah, no creí que llegaría el momento.

—Bueno yo...

—¡Por un demonio!— me sobresalto cuando la puerta principal se abre de golpe.—¡¿Por qué estás tardando tanto?!—chilla una chica. Su cabello es negro, con el rostro completamente pálido, es delgada y lo único que alcanzó a ver que lleva puesto es una enorme chaqueta verde militar sobre sus hombros.
—¿Ibas a decir algo?— cuestiona él, ignorándola.

—Yo...— me animo, ¡Vamos, Valerie, suéltalo!

—¿Tú...?

La chica en la entrada pone los ojos en blanco.—¿Ella que?

—¿Quién eres tú?— le pregunto. Noah eleva ambas cejas.

—Una chica— responde con simpleza.—Ahora, va-mo-nos.

—No— por fin.

—¿No?— Noah giró la cabeza y la miro, ella sonrió.—Esto se va a poner interesante.

[•••]

No. No fue interesante. Fue salvaje. Después de una breve conversación, Noah se cansó. Entro por mi al otro lado de la barra, y dijo:

O caminas, o te cargo.— ¿Adivinen que escogí?

Me voy a casa.

Pero esa razón, fui tomada en contra de mi voluntad, a Noah no le pareció importarle mis reclamos y golpes en la espalda, y aparentemente no fui escuchada por nadie cuando me saco de la cafetería.



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En el texto hay: humor, juvenil, romance

Editado: 14.09.2019

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