Si El Tiempo Tuviera Memoria

| CAPITULO 2 |

25/12/2020

El color café inunda toda mi vista, el otoño ha llegado. Hojas caen a mi alrededor al compás de árboles danzantes.

El viento sopla ferozmente, logrando cautivar las sonrisas de los niños al poder elevar sus cometas.

El tiempo parece ir tan deprisa para algunos, estoy segura de que desearían congelar ese momento, enfrascar el recuerdo dentro de una botella o simplemente nunca salir de ahí.

El mundo está despierto, o al menos eso es lo que puedo apreciar a través del cristal que me separa de aquella realidad.

Aquí el invierno ha llegado, los árboles no bailan, casi ni son vistos por la nieve que los cubre.

Las sonrisas no existen, todo es lagrimas o gritos, y si los recuerdos se pudieran enfrascar desearías destrozar la botella.

Aquí adentro solo nos preparamos para lo peor, el único requisito para estar aquí es dejar la esperanza al otro lado de la puerta.

El precio de la felicidad es bastante caro, y algunos solo contamos con las suficientes monedas para sobrevivir solo un día más.

Llega un punto donde te cuestionas hasta la mínima cosa, y llegas a la conclusión de que vivir no es lo suficiente satisfactorio como para luchar por ello. Si mi respirar es doloroso ¿por qué seguir haciéndolo?

¿Somos masoquistas acaso? ¿Minutos de alegría compensan el sufrimiento de una eternidad? Porque así es como se siente, como una eternidad.

Pero no todo había acabado, mi historia apenas iniciaba.

Fue durante una noche que la suerte me miró a los ojos, me prometió todo aquello que anhelaba, aunque esto venía con una sola condición, no tuve tiempo para escuchar cual era, porque antes de decírmela yo ya había estrechado su mano cerrando el trato.

Me dirigió a un pasillo oscuro y sacó una llave de su ostentoso abrigo, abrió una puerta y en el interior de ella solo podía ver una cosa… libertad.

¿Cómo lo supo? ¿Como supo que eso era lo que más anhelaba?

Me adentré a aquel mundo desconocido, pero se sentía tan familiar, como si con cada pedazo de aquella superficie indeterminada hubieran formado mi alma.

Antes de que la suerte me dejará sola en mi nuevo hogar me susurró la condición a mi oído.

 Ese fue el inicio de mi aventura, esa que le pertenece a cada ser humano. Mi historia.

 La locura es un beso mortal de despedida, de aquel futuro que ya jamás tendrá espacio en el tiempo.

-Beth.

Odette

Termino de leer lo que parece ser la primera página de la libreta de Matthew. Estoy en cuclillas para tener mejor acceso visual a la libreta. Me parece extraño el escrito, la primera impresión que tengo es que está hablando en sentido figurado, como si fuera una metáfora, relaciono aquel texto con las emociones de la persona que lo escribió, esa tal “Beth”. Como si reflejara su tristeza o soledad en algún escenario ficticio, aunque puede que me equivoque y ese escenario que muestra sea real, y tal vez se refiera a drogas, y la “suerte” que personificó sea su dealer. Claramente no tengo la repuesta, solo puedo crear suposiciones.

Dirijo mi atención al mechón de cabello, se encuentra trenzado, no es tan largo, es de un color como rubio rojizo. En este momento mi mente está dando vueltas, por lo que solo puedo pensar que aquel mechón le pertenece a Beth, y realmente me asusta la manera en que llegó ahí.

Intento pensar en algo que la relacione con Matthew, pero no recuerdo algo que él me haya dicho, hasta donde yo sé no tiene hermanas, y su madre murió cuando él era pequeño.

Mi mente está confundida y cansada, el día de hoy ha sido demasiado largo e intenso, empezando por lo que le sucedió a Jorge y terminando con esto.

Mi vida estaba siendo normal, rozando con lo rutinario, aunque presiento que lo normal ya no tendrá lugar aquí, al menos no por unos momentos.

¿Debería decirle a alguien? ¿Me intento comunicar con Matthew? ¿Qué carajos se supone que debo hacer?

Me quedo observando la caligrafía del texto escrito, es bastante desorganizada, al punto de parecer garabatos.

Cambio de posición y me siento completamente en el piso, doblando mis rodillas, mi mirada se pierde en la nada y a mi mente llega un recuerdo… uno doloroso.

—Mamá – La pequeña niña toca el brazo de su madre con su pequeño dedito para llamar su atención – ¿esta navidad podríamos poner un arbolito?

Ha pasado tiempo, pero con suerte puedo recordar el dulce sonido de su voz, como si ella estuviera a mi lado.

—¿Para qué? Tengo gastos más importantes que comprar un estúpido árbol. Créeme cuando seas grande me lo agradecerás.

Y lastimosamente todavía soy capaz de recordar las filosas palabras que utilizaba aquella joven, que constantemente hacían que la pequeña se encerrara triste en su habitación.

—No tene que ser uno muy grande, puede se pequeño – Insistió la niña con la esperanza de que tenga un poco de dinero para comprar un arbolito de navidad.

Cada navidad se ponía en la ventana de su habitación y observaba las pocas decoraciones navideñas de las demás casas en su vecindario, ella soñaba con que algún día el ambiente de estas fiestas decembrinas ablandaría el corazón de su madre y podrían pasar una navidad como familia, sin importar si solo eran ellas dos.

La pequeña era consciente de que no tenían mucho dinero, vivían al día, pero la esperanza predominaba en ella cuando veía que su mamá salía con sus amigas, la niña creía que estaban mejor económicamente, lo que no sabía era que cuando su madre salía de fiesta era porque agarraba dinero de la colegiatura de la pequeña.



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En el texto hay: misterio, cartas, escritos

Editado: 21.11.2022

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