Si El Tiempo Tuviera Memoria

| CAPITULO 3|

Martes 14 de febrero del 2023

4:20 am

Odette

Hace mucho frío, el viento golpea fuertemente mi cara y puedo sentir un líquido sobre mis mejillas que hace que mi cara duela debido al frío.

El aire se cuela por dentro de mi vestido y mis piernas empiezan a flaquear pidiendo que me detenga un momento, mi panza gruñe rogando por un poco de comida y cada que trago saliva mi garganta duele por la falta de agua.

Otra oleada de aire, paso una mano por debajo de mis ojos para darme cuenta de que el líquido que sentía en mis mejillas eran las lágrimas que provocaban mi llanto. No solo mi cuerpo dolía, mi corazón también lo hacía.

¿Dónde está mi hija?

Es lo único que puedo pensar, todo lo demás pasaba a segundo plano ante la incógnita del paradero de mi pequeña. Era viernes por la tarde cuando iba llegando a casa, cuando doblé la esquina mi vecina se acercó a mí con su cara reflejando preocupación, me dijo que la puerta de mi casa se encontraba abierta y no había rastro de Juliette por ningún lado. Cuando llegué a casa comprobé lo que dijo la señora, efectivamente Juliette no se encontraba por ninguna parte, creí que había salido a jugar con algún amiguito y regresaría después.

Me equivoqué

Pasaron las horas y ella no regresaba, ella ya no regresó.

Me dirigí a la estación de policía, pero dijeron que debía esperar unas horas más para reportarla como desaparecida y empezar la búsqueda, en ese momento quería golpearlos a todos, solo es una niña maldita sea, en unas horas ella podría estar… ella.

Decidí buscarla por mi cuenta, ya ni siquiera sabía en que parte de la ciudad me encontraba o si ya había salido de ella, he buscado en cualquier tienda, casa y calle por el que he pasado, nadie parece haberla visto, es como si el viento se la hubiera llevado, como si me la hubiera quitado.

De un momento a otro ya no me encuentro en una calle solitaria, sino afuera de mi casa, no me siento confundida por la transición, solo me quedo observando la puerta abierta.

Entro a la casa y escucho el agua caer en el baño, la regadera está abierta, me dirijo hacia allá con la esperanza de ver a mi hija, entro al baño y…

—¡No no no! Por favor no.

Ahí está ella, o su cuerpo.

Me meto en la bañera, donde se encuentra, me arrodillo y abrazo su cuerpo, está helada y su piel pálida, ya no respira.

Llegué tarde.

Me despierto con el corazón latiendo fuertemente y mis ojos empañados de lágrimas, no resisto más y lloró aún más fuerte.

Ella ya no está, yo estoy sola.

Mi respiración se dificulta ante los sollozos y mi pecho duele, duele demasiado. Quiero que pare, ya no quiero sentir esto.

—¡Ya basta!

Grito y me acurruco abrazando mis piernas.

—Ya no quiero sentir esto. Me rindo.

¿Por qué ella maldita sea?

No puedo parar de llorar, por la tristeza, la culpa, la soledad. Lo intento, lo juro, me esfuerzo, ¿por qué sigue doliendo?

Estoy atrapada en su recuerdo, el tiempo dejó de avanzar para mí desde su muerte, esa fue mi condena.

El tiempo es una tortura para quien no sabe cómo utilizarlo.

6:50 am

Voy camino al hospital, todavía el sol no sale, pero ya casi empieza mi turno y antes debo preguntar por el estado de Jorge.

Mi noche no fue la mejor pero no puedo dejar que los malos momentos dicten mis decisiones, la vida continúa y yo debo seguir su ritmo, aun si este es demasiado rápido para mi alma.

Atravieso la puerta del hospital y en ella se encuentra una guardia del hospital, me siento triste de que Jorge no me reciba como todas las mañanas. Camino hasta la recepción y me paro enfrente de Carol una de las recepcionistas.

—Buenos días, Odette ¿Cómo te va hoy?

—No me quejo.

—Tu siempre tan positiva, pero creo que no viniste solo a desearme un buen día ¿verdad?

—Me atrapaste, quiero saber cómo se encuentra Jorge.

—¿Jorge? – parece realmente sorprendida por oír el nombre.

—Si, Jorge ¿él se encuentra bien?

—Podrías ser más específica, hay muchos pacientes aquí ¿es familiar tuyo? – okey esto está muy raro.

No puedo creer que en verdad me pregunte si Jorge es mi familiar.

—¿De qué hablas? Jorge es el guardia del hospital.

Carol y su compañera se miran entre ellas como si me hubiera salido una segunda cabeza.

—Odette, no hay ningún guardia llamado Jorge, la única guardia es Jessica y está en la puerta.

Mi cabeza no procesa lo que acaba de decir, eso no puede ser posible.

Jorge si existe ¿verdad?

¿Verdad?

—No, eso no puede ser verdad – digo y ellas se acercan a mí.

—¿Te sientes bien?

—¿Estas drogada o algo? – me dice su compañera.

—No, Jorge si existe, él tuvo un accidente ayer y él debe estar dentro de este hospital.

Después de un momento donde las tres nos quedamos dentro de un tenso silencia, ambas comienzan a reírse.

¿Qué?

—Ya dejen de jugar con ella – dice una tercera voz – Tranquilízate Dett Jorge si existe.

Volteo y me encuentro a Joana, viene caminado hacia nosotras con su uniforme puesto.

La confusión que sentía fue reemplazada por enojo hacia las recepcionistas.

Malditas, no puedo creer que se hayan atrevido a jugar con algo así cuando Jorge está internado.

—Ustedes dos no vuelvan a hacer eso – las señalo con mi dedo y ambas levantan las manos en señal de rendición.

—Está bien, solo fue una bromita, tampoco fue para tanta doña dramas.

Debería darles vergüenza su comportamiento.



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En el texto hay: misterio, cartas, escritos

Editado: 21.11.2022

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