Si El Tiempo Tuviera Memoria

| CAPITULO 8 |

Desconocido

Voces…

Encontrar un poco de silencio suele ser tan imposible como hallar una aguja dentro de un pajar, y mucho más si ese pajar es igual de farragoso que mi mente.

Intento pensar, pero no ayudan mucho. Debo ser inteligente o perderé la partida y perder no es algo que se me dé bien.

—¡Cállense!

No dejan de hablar todos a la vez, quieren que haga lo que ellos quieren, pero lo único que dicen son estupideces que no logro entender.

Este plan es mío y no dejare que nadie lo arruine.

Nadie lo va a arruinar.

Nadie lo va a arruinar.

Nadie lo va a arruinar.

Me debo repetir eso para no perder la cabeza, mi cuerpo está temblando y no puedo controlarlo, mis extremidades duelen sin razón alguna y la tensión en mis músculos empieza a alterarme.

Siguen rogando por mi atención, sus gritos no me dejan aclarar mi mente. Me torturan con su agonía suplicando por su libertad. Es su venganza por tenerlos retenidos tanto tiempo.

Tiempo.

Mi viejo amigo.

Nadie sabe más que yo del tiempo, y nadie sabe más de mí que él. Antes era lo que menos tenia y ahora es lo único que poseo.

El tiempo es justicia divina, la solución al sufrimiento del planeta. Es sinónimo de muerte y la muerte es lo único que tenemos garantizados los seres humanos, y cuando llegue aquel día en el que el ultimo humano muera… ese día la tierra danzará con la felicidad ciñéndose en sus mejores galas y tiñendo sus pisos de rojo, hasta borrar cualquier huella que diga que el hombre estuvo aquí.

 Lo ven, justicia divina.

Concéntrate.

Cierto, gracias.

De nada.

Pero ¿dónde estaba yo? Ah, sí.

—¡Cierren la maldita boca!

Salgo de aquella habitación que no me deja pensar, aunque siento que es completamente inútil, ellos no tienen intención de dejarme en paz.

—Piensa, piensa, piensa.

Aún me estoy debatiendo en cómo será el primer acto, debe ser especial y discreto, no queremos levantar sospechas.

Matemos a alguien.

Secuestremos a su amiga.

Mejor torturemos a la loquera hasta que haga lo que le digamos.

No, hay que matarla.

Si, mejor matémosla.

¡Si!

Si.

—¡Basta, idiotas!  – Tomo una larga respiración. – La necesitamos viva.

Necesito hacer algo que no me relacione directamente a mí, algo que se tome como “accidente”. Y será en el hospital, si, ahí cualquiera puede morir sin levantar sospechas. Ya lo han hecho antes y no hubo culpables, eso es un gran incentivo para mí.

Pero primero debo saber todo acerca de la doctora Moreau, y para eso necesitaré al idiota de Matthew Moore.

¡Ay, no! ese chico me asusta.

A mí me desagrada, me da mala espina tratar con suicidas. Son tan fáciles de corromperse.

Mejor matémoslo.

Sí, hay que matarlo.

¡SI!

Total, no creo que le importe.

¡JA!

Ja, ja, ja.

Estos idiotas están alterando mis nervios, cada día me hacen cuestionar por qué sigo soportándolos.

Porque somos lo único que tienes.

Es verdad. La única razón de que mi silencio no me destruía es porque era roto con sus voces. No puedo recordar cuando fue que los encontré… o tal vez fue al revés, talvez ellos me encontraron, me salvaron de mí mismo y una inminente perdición.

No pierdas la cabeza pensando en el ayer, que todavía nos queda un mañana que planear.

Un mañana…

 Perder la cabeza en el ayer…

Planear mañana quien perderá la cabeza.

O perder la cabeza mañana.

Ja, que divertido es planear perder la cabeza y no especificar de quien.

Eso no era a lo que me refería.

Bueno, pero ese no era el punto, me estás desconcentrando.

Comenzaremos una guerra, pelearemos basándonos en nuestras reglas, será nuestra justicia. Traicionaremos al tiempo y nos encargaremos de borrar cualquier rastro de todo ser humano que se interponga. Teñiremos los pisos de ese hospital con un radiante rojo. Al final solo será una bendición disfrazada de muerte.

A mi mente llega la imagen de un viejo amigo y un objeto robado, no le pertenece a él y lo quiero devuelta.

—Lo tengo, ya sé por dónde comenzaremos. Necesitaremos el diario, y para eso deberemos ir con mi querido Willy.  Supongo que regresaremos a casa después de todo chicos.

Me acerco al calendario y miro la fecha: 27 de junio de 2022, tendríamos que partir esta semana para llegar a casa. Aún no sé cómo convenceré a Will para que me ayude con esto, espero no recurrir a la violencia porque los golpes no son lo mío, yo prefiero utilizar mi mente para resolver los problemas, pero existen las excepciones y al fin y al cabo tengo un objetivo y no importa lo que deba hacer, solo importa lograrlo.

Pero no puedes presentarte así.

Si, tu atuendo no es el adecuado.

Yo puedo prestarte mi saco.

No, yo le prestaré mi sudadera.

Le quedará mejor mi camisa.

—Calma chicos, ya tengo planeado como me vestiré.

Era verdad, no tuve que pensar demasiado en cómo me presentaría ante él. Lo conocía bastante bien como para saber su punto débil, solo esperaba que siguiera tan miserable como cuando lo vi por última vez.

Anhelo tanto que cuando vuelva a ver a ese bastardo siga siendo igual de infeliz, que siga cargando consigo los recuerdos, que su corazón duela al respirar, le deseo todo el mal que una persona puede aguantar, todo excepto la muerte. Aun no llega el fin de su agonía, no mientras yo viva, no ahora, no nunca.

—Dependerá de ti lo bien que te tratemos Willysito y espero me recibas como espero, porque, sino… bueno tendrás que descubrirlo tú mismo.



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En el texto hay: misterio, cartas, escritos

Editado: 21.11.2022

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