Si es contigo acepto

Capítulo 13

Quiero darle una patada por su atrevimiento pero sería inapropiado viendo dónde estamos. Sonrío pero dejo de hacerlo al ver a… Paolo Materazzi, entrar al restaurant.

¡No puede verme! Invento algo rápido—necesito ir a los servicios—digo. Rob levanta la mirada de la carta

—bien

Frunzo el ceño. ¡Hey! Levántate y jala mi silla. ¡Estamos en un restaurant! Rob debería ser un poquito más atento. Si él no sabe cómo tratar a una mujer, oh… yo misma se lo voy a enseñar. Con un ligero carraspeo, hago que Rob vuelva a mirarme.

—¿qué?

—¿cómo, qué qué?—mientras hablo, veo a Paolo no entrar solo al restaurant, otros dos hombres más entran con él.    

—pensé que querías ir al baño—me dice y se encoge de hombros

—jala mi silla—sacude la cabeza y me mira como si una segunda cabeza me hubiese salido—ahora, profesor

Se levanta y hace lo que le digo. Beso su mejilla a pesar de que él me está frunciendo el ceño—eres increíble—entrecierra sus ojos

Paolo entra al restaurante. A paso rápido voy hacia los servicios. ¡Dios mío! Cierro la puerta al entrar. No hay nadie. Me miro en el espejo, estoy pálida y asustada. Traigo puesta unos pantalones marrones, una blusa blanca sin mangas y zapatos oscuros. ‘Esa blusa te queda de lujo’ me dijo Rob. Si él se enterara… Apoyo las manos en el mármol del lavabo. ¿Qué hace Paolo en Brooklyn? ¿Quiénes son esos dos hombres con los que viene? Si él me ve aquí… lo primero en hacer sería llamarle a mi madre. No puedo ni si quiera tragar saliva, tengo la garganta seca. 

Escucho voces afuera. Lavo mis manos. La puerta del baño se abre y entran dos mujeres, jóvenes, deben ser de mi misma edad.

—es un sueño verlo en persona—la pelirroja sonríe emocionada

—¡ya lo sé!—chilla la de cabello negro azabache—mi novio, consiguió que nos organizara la fiesta en Miami ¡nos casamos en tres meses!

Sonrío con tristeza al ver la emoción de esta mujer. Yo ni si quiera estaba emocionada con mi boda, al contrario… estaba fastidiada. Prácticamente mi madre dio el ‘Sí’ por mí.

—felicidades por tu boda—le digo. Ambas se giran a mirarme y sonríen.

Salgo del baño, cautelosa. Inspecciono el lugar con la mirada. ¿Y Paolo? No lo veo en ningún lugar.

—disculpe—le digo a un mesero, quien se detiene a mi llamado. Me acerco a su oído—¿y el señor Paolo Materazzi?—pregunto en voz baja

Sonríe con amabilidad—el señor Materazzi y sus dos acompañantes están en la segunda planta, señorita—¡Menos mal!. Veo a Rob en la mesa, está mirándome.

—esto es indebido, lo sé—le digo al mesero. Rob se levanta y viene hacia nosotros—pero… ¿sabe quiénes son los acompañantes del señor Materazzi?

—señorita…

—Viviana—Rob hace su aparición, tiene el ceño fruncido. Me sujeta de la cintura y examina mi expresión de angustia—¿qué te pasa?—murmura solo para nosotros

Niego—gracias—le digo al mesero, asiente y se retira.

Robert me guía hasta la mesa. A los segundos, llega el mesero con nuestra comida. Hay un par de espárragos… me hago hacia atrás a penas los veo.

—¿qué conversabas con el mesero?—agarra los cubiertos y empieza a comer

Hago lo mismo que él. La comida está deliciosa… menos esos espárragos que no me atrevo a probar. Levanto la mirada. Rob me arquea una ceja, no le he respondido.

—le preguntaba la hora—me encojo de hombros

—él no…—se detiene y niega con la cabeza. Suspira.

Empieza a sonar ‘Never knew I needed’ de música de fondo. Es la misma canción que escuché en la radio, ese día… que conocí a Rob.

Estamos en silencio. No me gusta estar callada cuando estoy con él. ¿Se ha molestado? Sigo comiendo. Tengo mucha hambre.

—¿cómo te fue en la Universidad?—rompo el hielo

Vuelve a sonreír y siento un alivio—como todos los días, es divertido—mete un poco de comida a su boca

—¿divertido?

—sí. Me gusta dar clases, que mis alumnos aprendan historia y literatura, que estudien algo que les guste. Recuerdo que…

—¿qué cosa?—le digo al notar que ha dejado las palabras en el aire. Me mira—cuéntame

—mi padre nunca quiso que estudiara Educación y mucho menos literatura. Según él, dice que aspiraba que yo fuese algo más que un simple profesor

—no eres ‘un simple profesor’—hago comillas con mis dedos—soy de las personas que digo, si quieres algo ve por ello. Tú lo hiciste y estás feliz con tu trabajo ¿no?

—sí, pero… hubiese querido contar con su apoyo en esa decisión

—a veces nuestros padres no pueden comprender lo que realmente no queremos…

—hablas como si ese fuera tu caso—me dice con voz suave

—digamos que la relación con mi madre es un tanto… difícil—respondo

Sonríe—¿tiene tú mismo carácter?—¿a qué viene eso?

—sí

—ya veo

—¿por qué sonríes?

—nada, no he dicho nada—se defiende en un risa

—es muy difícil de entenderlo, profesor—le sigo la risa. Aparto mi plato y bebo de mi copa un sorbo de agua.

El mesero llega y empieza a retirar nuestros platos.

—una botella de champagne, por favor—dice Rob

—sí, señor—se retira, dejándonos solos

—te dijeron señor—me burlo. Rob sonríe—ya estás viejo

—no te burles—entrecierra sus ojos. Quiere reírse pero no lo hace ¡Vamos ríete!

—¿y por qué el champagne?

Nuevamente somos interrumpidos. Rob sirve la bebida en ambas copas. Me da la mía y sostiene la suya en el aire.

—por nuestra inesperada amistad—¿amistad?

—por un inesperado encuentro—chocamos nuestras copas. Ambos tomamos un sorbo. Nos miramos y sonreímos. Sí… un inesperado amigo, como dice la canción que sigue sonando.

~*~

Me siento en la cama y de mala gana compruebo que Rob no está a mi lado. Me quedé dormida. Froto mis ojos. Me pongo las pantuflas ¡ya tengo pantuflas! Ayer por la noche, instalé mi ropa en la habitación de Rob. Salgo de la cama y voy en busca de él. Llego a la cocina. En la barra para el desayuno, hay un papel escrito. Lo leo.



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En el texto hay: comediaromantica, romance, amor y humor

Editado: 05.07.2022

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