Robert.
Todo está bien. Digo no. No, no está bien.
Miro de reojo a Viviana quien sigue recostada dándome la espalda. Sí, está molesta desde la tarde. Pero yo no tengo la culpa, simplemente no quiero que trabaje. No es necesario, yo puedo solo con los gastos.
Dejo mi libro en la mesa de noche. Me inclino hacia ella y muevo su hombro
—vamos—le pido. No me gusta que esté molesta conmigo—sé que estás despierta…
Rápidamente gira su cuerpo y me mira directamente. Sus bellos ojos verdes me miran desafiante. ¿Otra pelea?
—¿por qué? Rob… por favor entiéndeme, tengo que trabajar
—no, no tienes que
—¡no seas terco!—cambia su postura, ahora está sentada igual que yo—solo, dame de un porque razonable
—simplemente no quiero—digo con voz gélida
—déjame ayudarte—coloca su mano sobre la mía. Nuestros dedos se tocan y ese pequeño roce hace que me dé un pequeño remezón en el cuerpo.
Oh, Wattson… por amor a Dios. No empieces a sentir cosas que no debes sentir. ¡Acabas de salir de una relación! ¿Y cómo acabó? Muy mal.
Al parecer, Viviana nota mi incomodidad ya que aleja su mano.
—compláceme en esto, por favor—su tono ha cambiado, ahora es tierno y hasta cierto punto… encantador—dices que confías en mí…
—confío en ti, esto no tiene nada que ver con la confianza—le digo viéndola a los ojos
De una manera u otra no quiero que trabaje porque no la veré cuando llegue al apartamento después de trabajar en la Universidad. Viviana me ha dicho que su horario de trabajo sería desde las 8:00 am hasta las 12:30 pm del medio día. Me he acostumbrado en esta semana, al llegar y ser ella lo primero que vea, eso me… fortalece.
—cualquier otra chica en tu lugar, quisiera hacer cualquier cosa, menos trabajar—digo sin poder evitar recordar a mi ex
—pero yo quiero ayudarte—me dice ofendida—Rob…—sonrío al darme cuenta que solo ella, me llama de esa forma—haz hecho tanto por mí, me ayudaste en el momento en que más necesitaba, me… me has traído ¡a tu hogar!, me das comida, compartes tu cama conmigo y…—de repente deja de mirarme y enfoca la vista en otro lugar que no sea yo—eso, me has ayudado, dé…
—¿qué más ibas a decir?—pregunto
Se muerde el labio, inquieta y avergonzada. Sus mejillas se tiñen de un color más fuerte.
—tú… tú me das cariño
¡No… no hagas esto! No me digas éstas clases de cosas… Mierda. Yo… yo no la trato con cariño ¿o sí? Ella es igual a todas, sí, no la trato diferente.
—está bien—suspiro resignado—trabajarás con Phill…
De todas formas ella ya lo había decidido
—¿no te enojarás por eso?—niego con la cabeza—¿no serás más gruñón?—una risa por parte mía la hace sonreír
Ese apodo que me puso cuando nos conocimos.
—¡te adoro, muchas gracias!—es tan rápido el momento que no me doy cuenta que ella se lanza a mis brazos
Su rostro queda atrapado entre mi cuello y hombro. Accedo y también rodeo su cuerpo con mis brazos, mis manos están en su espalda y poco a poco empiezan a acariciarla. Pasan segundos… ¿o minutos? Siento su cuerpo relajarse contra el mío, es allí cuando decido romper el abrazo. Para mi mala suerte, nos alejamos despacio, demasiado despacio. A un punto en que estoy a milímetros de sus labios.
Deseo sus labios sobre los míos, ahora.
No la beses, no lo hagas.
Mis ojos no se apartan de sus labios finos y delicados. Y no me ayuda para nada estar en la cama junto a Viviana. Eso solo hace que me den ganas de besarla y hacerle el amor esta misma noche.
¡Por las barbas de Merlín! ¡¿Qué acabo de pensar?!
Viviana se inclina para alcanzar mis labios, entonces me doy cuenta, ella también quiere esto, pero no voy a permitirlo. Me aparto bruscamente y me levanto de la cama, dándole la espalda. No puedo empezar una relación nuevamente. Además… ¿Quién es Viviana? Ni si quiera conozco su apellido, ni cuántos años tiene, ¿quiénes son sus padres?, ¿dónde vivía? Ella es… una completa extraña. Y no debo olvidar como la conocí, huyendo de su boda, dejó a su novio plantado en el altar.¿Ella sería capaz de amar? ¿o es que nunca ha conocido el amor?
—voy a ver un poco de televisión—digo y me dirijo a la puerta de la habitación, que está cerrada
—no te vayas—me detengo al oír sus palabras—léeme—me pide después de unos segundos
Me giro hacia ella
—¿qué?
—quiero que me leas—sonríe, pero es una sonrisa triste—Orgullo y Prejuicio… quiero escucharte
Vuelvo a recostarme a su lado y agarro mi libro, decido empezar desde el capítulo uno, pero Viviana niega y me indica que quiere que yo siga donde me he quedado y le lea en voz alta. Una mujer que le guste la lectura es… fascinante.
Retomo mi lectura, con su mirada posada en mí:
“… La vanidad y el orgullo son cosas distintas, aunque muchas veces se usen como sinónimos. El orgullo está relacionado con la opinión que tenemos de nosotros mismos; la vanidad, con lo que quisiéramos que los demás pensaran de nosotros.
—Si yo fuese tan rico como el señor Darcy—exclamó un joven Lucas que había venido con sus hermanas—no me importaría ser orgulloso. Tendría una jauría de perros de caza y bebería una botella de vino al día…”
Sigo leyendo en voz alta, con la atenta mirada de Viviana. Luego de unos minutos estoy en el capítulo 7 y cuando me decido mirarla de nuevo… ella se ha quedado dormida, escuchándome.
~*~
No quiero abrir los ojos… aún. Quiero seguir durmiendo. Palpo con mi mano el otro lado de la cama buscando a Viviana… pero el que no esté me hace despertarme completamente. Me siento en la cama y veo un pequeño papel encima de su almohada.
“No tan gruñón cuando duermes”