Si las rosas cayeran del cielo

Prólogo.

Prólogo. 
El hilo rojo. 
6 de octubre de 2013. 






El lo iluminó todo, incluso lo más oscuro de mi alma. Pero incluso ni mis más grandes deseos por amarlo,  fueron consentidos por mi corazón podrido.  



Deje de respirar.  

Las palabras de aquel hombre me destruyeron, una simple frase cambió mi vida y mi perspectiva sobre ella. Lo único que conocí como amor termino por desaparecer, por evaporarse.  

ya nada seria igual. 

El dolor que estaba experimentando era siniestro, mientras que las palabras del oficial sonaban como susurros lejanos.  

De pronto ya nada era lo suficiente real para mantenerme cuerda. 

Mi silencio era una incitación para que el oficial continuara con su relato sobre acontecimientos que para él eran algo irrelevante para un día más de trabajo, mientras que para mí eran un huracán de emociones encontradas, uno que no dejaría nada tras su paso, tan solo las sombra de lo que fui. Como una ciudad que jamás volvería a lo que fue alguna vez, así como ella tendría que levantarme del  desastre que en aquellos momentos  mi vida atravesaba, uno para  el que no estaba preparada.  

— Señorita, ¿reconoce los cuerpos?  

Eran ellos. Ya no había duda, ellos ya no volverían como lo prometieron esa mañana, y eso fue lo que termino de congelar un corazón qué tal vez jamás volvería a sentir.   

— Si, son ellos  

No había lágrimas, solo un dolor infinito en mi alma.  

Incluso en los momentos más difíciles siempre había una salida, pero ¿Cuál era?, ¿Qué camino debía tomar?, mis decisiones a partir de ahora serían un punto final al pasado, a los recuerdos construidos a lo largo de dieciséis años.  

Mis padres…… habían muerto.  

Mi hermano estaba….muerto  

Mi corazón estaba muerto, congelado.  

Y yo, tenía que seguir. Era lo que debía hacer pero no lo que quería.  

Salí de aquel lugar, aturdida. El pueblo seguía su curso normal,  niños corrían, sus padres alegres los seguían, familias enteras se reunían. La mía en cambio jamás volvería a estar junta. De pronto aquel pueblo, en el que crecí ya no significaba más que recuerdos amargos. 


Empecé a caminar por aquellas calles, por las que mil veces caminamos mamá y yo, mi mente acudía una y otra vez a todos los momentos vividos, esperando que de la forma más mágica todo volviera, que se detuviera el tiempo y regresara a aquella mañana. Dese a verles dicho tantas cosas, despedirme, abrazarlos, decirles un último “te quiero”, pero ya jamás podría hacerlo.  

Los oídos me taladraban, mi cabeza estaba a punto de explotar, y mi cuerpo no terminaba de procesar tanto dolor en tan poco tiempo.  

Mi celular sonó. Era Mary. No le conteste, en cambio puse el celular en modo avión. Saque los audífonos del bolso y los conecte al celular.  
Di play. Y la canción empezó a sonar.  

Mi corazón estaba pausado, los latidos apenas sonaban.  

Mamá solía decir que la música era la alegría para el alma, yo solía contestarle que también era compañera del dolor del alma, ella me sonreía y asentía. Ahora la música me acompañaba en el dolor del mas grande de mis dolores, en la más grande de mis pérdidas.  

Mientras la canción  All your Days de Shallou & Emmit fenn sonaba me sumí en los recuerdos, en lo vivido en las últimas horas. 

las horas se convirtieron en segundos y ya nada importaba a mí alrededor.  

— Lo siento  

Una voz. Un líquido caliente sobre mi chaqueta. Me sacaron de aquella nube negra en la que estaba.  

— Perdón, no te vi— dije mientras que torpemente intentaba resolver el desastre de mi chaqueta llena de café, pero mientras intentaba quitarlo la mancha se hacía más grande— mierda — una corriente eléctrica recorrió mis manos, mi sangre se calento y por milésimas de segundo mi corazón se aceleró.  

— Déjalo no va salir— levante la mirada y me tope con un chico de ojos azules, nuestras miradas se conectaron,  por lo que para mí fueron horas  que tan solo fueron minutos, sentí algo que jamás me había sucedido.  

— S..i. Si probablemente tengas razón— rompí el silencio que se había formado, aleje mi mano de la suya. E intente recuperar mi respiración  

Cuando levante la mirada el chico me sonreía, no lo voy a negar era bastante atractivo, pero ese momento no era el adecuado. Y todo regreso de golpe, aquella la cual era mi realidad.  

— En verdad lo siento, ¿te debo algo de tu café?  

— No, no te preocupes me compro uno al llegar al hospital  

Hospital. Enfermedades. Dolor. Muerte.  

— ¿Estas bien?  

No, no lo estoy, nunca lo estaré. Pero aun cuando pude decir eso, no lo hice. El solo era un desconocido, que se estaba comportando amablemente.  

— Si claro, una disculpa. Hasta luego.  

Seguí con mi camino.  

— Adiós chica mis……  
Apenas escuché lo último que dijo,  me había vuelto a poner los audífonos y me volví a sumir en los recuerdos.  

Cuando por fin llegue a casa, era ya de noche, las luces estaban prendidas. No me sorprendió.  

Me detuve delante de la puerta. ¿Tenía el suficiente valor para enfrentar lo que se aproximaba? No, no lo tenia, pero tampoco era cobarde.  
Me aproxime a la puerta, la abrí y entre.  

— Cariño, ¿Qué a pasado? tus papas dijeron que llegarían para la cena y aun no llegan, ya les hable mil veces a ellos y a tu hermano, ninguno contesta.  


— Abu  


— Prepare el platillo favorito de tu hermano, me quedo delicioso, le va encantar.  
Tus padres no tienen remedio para una vez que vengo y ellos no llegan a tiempo como lo prometieron, pero no importa me estaré un día más pa..  



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En el texto hay: faltas ortográficas

Editado: 28.11.2020

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