La sinceridad era todo lo que yo siempre había tenido.
Desafié a mis mayores, mis probabilidades de ganar en lo que sea que quisiera y desafié mis propias probabilidades para ser feliz o encontrar el amor. En todas esas ocasiones: perdí. Deje algo de corazón y esperanzas en cada una de ellas, así que tal vez solo estoy confundiéndome a mí misma, porque no sé que hago en un bus rumbo a Las Vegas al lado de Mattew.
—¿Tienes dudas? —Su pregunta me aleja de mis pensamientos.
—Sí y no.
—Una respuesta confusa —Hace silencio mientras me mira atentamente —, explícamela.
—Sí tengo dudas, pero no quiero —o no sé— deshacerme de ellas.
—Ya, ya —Asiente con la cabeza como si estuviera entiendo algo que yo no—, si te sirve de algo, yo nunca me he casado antes.
》Por supuesto sabía que me iba a casar algún día, sin embargo nunca planee ningún tipo de boda, por eso, esto me esta pareciendo emocionante.
—¿Y por qué yo?
—Creo que me canse de esperar a que detuvieras la mirada sobre mí el tiempo suficiente como para que te dieras cuenta de que yo también te estaba mirando.
—¿Y tu solución fue casarte?
—No, mi solución fue acercarme a ti, y cuando te tuve en frente lo único que pude pensar fue: cuanto me gustaría tenerla de verdad en mi vida. Poder besarla y abrazarla como si fuera mía, poder sonreírle como si yo fuera suyo.
—¿Pensaste todo eso?
—Sí. Yo también estaba sorprendido. ¿Quieres saber mi peor cualidad?
—Sí, dime.
—La impaciencia.
—¿Y la mejor?
—Mi perseverancia —Toma mi mano derecha y la acerca a su rostro, besa mis nudillos, levanta la mirada y me sonríe—, haremos que esto funcione. Mis instintos no mienten, nunca lo hacen.
Él tiene una idea absurda del amor y las bodas, aparte de creer ciegamente en sus instintos. Yo por mi parte, tengo cero sentido de preservación de la vida y unas ganas absurdas de probarme que no valgo para el amor.
Es la combinación perfecta para el caos.
—¿Quieres saber mi peor cualidad?
—Por supuesto.
—La incredulidad.
—¿Y la mejor?
—Mi poco sentido de preservación.
—La acción de preservar consiste en cuidar, amparar o defender algo con anticipación, con el objetivo de evitar un eventual perjuicio o deterioro. —Mira su teléfono, analizando lo que lee —Sus antónimos son: desprotección y desamparo.
》No tendrás que cuidarte de mí. No nos conocemos, lo sé, pero me gusta pensar que siempre he sido cuidadoso con mis pertenencias, hasta la más mínimas de ellas —Hace silencio, recuesta la cabeza en el asiento, nuestras manos siguen juntas —y resulta que tu eres la más importante de todas ellas.
—Aun no nos hemos casado.
—No importa, para mí es como si lo fuera.
—Sigo creyendo que esto será un desastre, además ¿y si no soy buena cuidando mis cosas?
—Te puedo enseñar.
—¿Y si no aprendo?
—¿No quieres aprender?
—No es eso.
—¿Y qué es?
—Que creo que es mucha responsabilidad.
—Estás dispuesta a tener sexo conmigo, pero te da miedo casarte conmigo, ¿es eso?
—Más o menos. Nunca he tenido claro lo del matrimonio y mientras más crecía, menos factible se me hacía la idea.
—A decir verdad, yo también estaba perdiendo la fe, por eso quiero intentarlo aunque sea una vez.
—¿Y te pareció que yo era la mejor opción?
He visto a las chicas voltear la cabeza a su paso. Mattew siempre está sonriendo, es amable, buen estudiante, tiene una imagen perfecta para cada ocasión.
—Estoy seguro que eres la mejor opción y sé que si logro que me quieras al menos un poquito, vas a cuidarme.
》He visto como cuidas a esa amiga tuya, la pelirroja. Pareces saber lo que piensa, lo que le disgusta, a veces, creo que sabes lo que quiere antes de que ella lo sepa.
—Diana —Nunca creí que nadie nos prestará atención.
—Sí, Diana, parecen muy unidas.
—Lo somos.
—Danos una oportunidad Samara, ¿qué es lo peor que podría pasar?
¿Qué es lo peor que podría pasar?
Tengo recuerdos de muchos matrimonios en la mente y la mayoría de ellos solo coinciden en una cosa: todos se aferraron al tiempo cuando les fallo el respeto y el amor.
No quiero eso para mí, me niego a vivir en la mediocridad en cualquier fase de mi vida. Quiero disfrutar cada etapa, cada momento, cada lugar como si fuera el mundo para cuando llegue mi último día, en el último aliento poder irme sin arrepentimientos.
Todo eso fue lo que pensé mientras miraba a Mattew firmar la acta de matrimonio, ¿puedo hacerlo?, todo se puede, pero la pregunta real era ¿quiero hacerlo?, sí, sí quiero hacerlo.
Tome el bolígrafo y firme al lado de su nombre, bese sus labios con una suave caricia y lo mire sonreírme como si era lo único frente a su vista. El escalofrío que corrio por mi espalda pudo ser un leve indicativo de lo emocionante que iba a ser todo este viaje.
Pero antes de todo eso, primero quería besarlo. Besarlo por primera vez.
—Mattew —Lo hale de la manga de su chaqueta.
Por que bueno, él quería hacerlo todo perfectamente. —Las Vegas no le quita lo correcto —me dijo mientras nos comprábamos unos trajes para la boda, él se vistió de un traje de tres piezas negro con sus respectivos zapatos negros, mientras que yo tengo un vestido color blanco con su respectivo velo y tacones.