12 de Enero, 2002.
Me desperté sin sentirme yo misma.
Comienzo a creer que esta sensación durará para siempre.
Estoy sentada en esta habitación gris, sobre una silla rota que no sostendrá el peso de mi cuerpo por mucho tiempo más: puedo sentir la madera crujir bajo mis piernas.
Algo en este lugar me recuerda que ya no soy feliz.
Por momentos me pregunto si lo que siento es simplemente soledad, pero no lo sé, presiento que hay algo más.
Esta habitación es la única desocupada en la casa donde vivo. Sus paredes son grises y está completamente vacía, excepto por esta silla vieja, sobre la que reposan mis piernas y cae mi cabello rubio.
La silla se encuentra enfrente a una ventana, por la que puedo ver el jardín y sus enormes árboles. Paso aquí las tardes de verano, pensando. A decir verdad, hace tiempo no logro descifrar que sucede conmigo.
Mis ojos grises se detienen una y otra vez en la ventana que yace frente a mí. Todos los días son iguales. Pienso que podría pasar mis horas contando las hojas de los árboles tupidos y así desperdiciarla por completo. Pienso que nada allí afuera podrá arreglar la forma en la que me siento en este momento.
De repente, la puerta se abre.
- ¿Qué haces aquí Gretel?
La voz de Claire hizo tronar por completo la vieja silla de madera.
Estaba a punto de responderle que estaba aquí pensando en como me siento. Iba a girarme hacia ella y soltar las palabras una a una, pero mi cabeza no podía apartarse de la ventana: Me quedé inmóvil, como si su voz jamás hubiera penetrado en esa habitación.
En el preciso instante que entró por la puerta, divisé por la ventana un cuerpo en mi jardín.