Capítulo 8: la mentira

Son muchas las cosas que nunca me detuve a pensar. Por ejemplo, si mis ojos podían perderse para siempre en la mirada de un desconocido. O porque todo en él gritaba peligro. O desde cuándo empecé a identificarme con extraños.

Sé que Claire viene tras de mí y exigirá explicaciones: porqué un hombre toca a nuestra puerta y se dirige hacia mí como si me conociera.

Pero en este instante el tiempo se detiene frente a mí. Como si pudiera agarrarlo entre mis manos, en ese preciso momento, el tiempo deja de correr.

Las manos de Finn están congeladas en sus bolsillos y sus labios ya no se mueven.

Puedo sentir que este hombre busca despojarme de todo lo que sé.

Miro hacia el comedor y el interior de la casa es una nube negra. Estoy segura de que Claire está allí, entre la oscuridad, observándome.

El sonido de sus pasos interrumpe mis pensamientos.

- ¿Qué haces Gretel? Entra a la casa.

Su voz se oye distante, como de costumbre. Es como si me hablara desde el ático, a pesar de que está a pocos metros de mí.

Estoy mirando hacia adentro de la casa, parada justo en la entrada, de espaldas a Finn.

- Gretel cierra la puerta. Hay un hombre detrás de ti.

Pienso que Claire no se ha percatado de que conozco a ese hombre. De que me encuentro con él por las noches en el bosque.

El hombre que yace frente a mí se llama Finn. Dice saber lo que pasa por mi mente. Me hace sentir cosas que nunca había sentido antes. Creo que me gusta. 

- Deja que te explique Claire – mis palabras hacen eco hasta llegar al comedor.

- No lo entiendes. Lo he visto antes por aquí. Cierra esa puerta. No confío en él. – Su mirada es lúgubre y su voz áspera.

De repente tengo un mal presentimiento sobre esto.

- ¿Lo conoces?

- No lo repetiré. Cierras esa puerta o la cierro yo misma con mis propias manos.

Pero no fue necesario. Antes de que pudiera girarme hacia Finn, su figura desapareció. Así, sin previo aviso, se disipó entre la oscuridad de la noche de verano.

Su ausencia siembra en mí muchas dudas, más de las que tenía anteriormente.

Sobre qué venía a advertirme, porqué Claire sabía sobre él, y porqué huyó sin dar ninguna explicación. Pienso que Finn sabe mucho más de mí de lo que sospechaba.

Nuevamente, nada tiene sentido.

Claire se desplaza en silencio hacia las escaleras y yo no pienso dejarla ir.

- Detente.

Mi voz se disuelve en el aire y su andar se acelera, avanzando con rapidez por las escaleras espiraladas mientras balbucea.

- No puedo oírte Claire. ¿Estás jugando conmigo?

No hay respuesta. Su figura se aleja de mí en forma apresurada.

- ¡Joder! – replico por tercera vez.

Mi paciencia se agota con la velocidad de sus pasos. ¿Por qué escapa de mí? ¿Qué oculta?

Estoy detrás de ella, subiendo por las escaleras, mientras mis piernas se enredan en el intento por aventajar su andar. Pero no logro alcanzarla.

Estoy tan agitada que las tripas se brotan por mi boca. A este punto, no trepo de dos en dos los escalones como debería, sino que empujo débilmente mis piernas por las escaleras, jadeando a cada paso.

Mi panza palpita con cada movimiento.

Una vez arriba observo a cada lado del pasillo, pero no hay rastros de Claire.

- Avanzó demasiado rápido – pienso.

Confiando en mi intuición, me detengo a pensar de dónde proviene la vibración de sus zapatos: el ruido viene de su habitación.

La habitación de Claire queda justo pasando la de Rebecca. El vidrio que cubre su puerta es lo suficientemente abultado como para ocultar el rostro de quien se halla dentro, pero no lo suficientemente pesado para asilar el sonido.

Una sensación de frío eriza mi piel mientras camino.

Con la respiración agitada entre mis costillas alcanzo finalmente su puerta.

Mis manos se dirigen hacia la perilla pero el susurro de distintas voces me detienen.

Apoyo mis manos sobre el vidrio y acerco mi oído: una conversación puede oírse.

- ¿Qué haces despierta a estas horas de la noche Claire?

Es Rebecca. El movimiento tuvo que haberla despertado. Se me ha adelantado.

- Lo siento. Un gato murió en la entrada de la casa y tuve que sacarlo.