Si Me Entiendes

Capítulo 9: La Manzana

Una semana después. 22 de Enero de 2012.

Transcurrió una semana desde que oí aquella conversación. Claire le contaba a Rebecca sobre un gato que había muerto en la puerta de la casa. Sin embargo, tal cosa jamás ocurrió. Esa noche ambas vimos lo mismo por la entrada de la casa: un hombre estaba de pie junto a la puerta. Era Finn. Venía a advertirme de algo.

Al parecer, Claire también lo conoce por circunstancias que desconozco. Dijo haberlo visto aparecerse antes por aquí, y eso me pone a pensar que quizás este hombre me conoce desde hace mucho más tiempo de lo que creía. Incluso me pregunto si nuestro encuentro fortuito en el bosque no fue premeditado por semanas, o quien sabe, por meses de su parte.

¿Hace cuánto tiempo sabe Finn de mi existencia? ¿Ha estado siguiéndome? ¿Qué sabe Claire sobre él?

Curiosamente hace una semana Finn no se aparece por el bosque. Fui al exacto lugar de nuestros encuentros todas las noches de los últimos 7 días, pero no ha venido. Me pregunto si su desaparición tiene algo que ver con la advertencia, o tal vez simplemente se olvidó de mí.

Todas las noches al regresar a casa me escabullo entre las sombras y observo la habitación gris, pero ninguna luz se enciende: desde la última vez que vi a Claire entrar por su puerta, nadie ha ingresado nuevamente.

La llave permanece oculta bajo un trozo de madera hacia el final del pasillo.

Por momentos pienso que podría tomarla e ingresar por mí misma. Otras veces me convenzo de que puede ser demasiado arriesgado y que por alguna extraña razón Claire no ha cambiado su ubicación después de descubrirme espiando el escondite.

Aquí estoy, inmóvil entre mis pensamientos como de costumbre, al filo de la mesa del comedor.

Me inquieta saber que Finn no ha venido por mí desde esa noche. Me inquieta que sus labios no se abrieron para explicarlo todo. Me inquieta que no fui capaz de leer su mente. Esa noche en el bosque, con él, parecía fácil adivinar lo que pensaba. Como si las palabras simplemente se oyeran en mi mente. Pero aquí, en la soledad, simplemente no puedo hacerlo.

O tal vez se debe a que sólo puedo leer su mente respecto de cosas que son obvias en él. Y su advertencia era oscura e inimaginable.

Una manzana rueda desde la cocina hasta mis pies. Claire baja por las escaleras con un canasto repleto de frutas y una se deslizó hasta llegar a mí.

Estiro mi mano y la sostengo entre mis manos. Su color me recuerda a algo: las rosas del jardín donde se suponía que había un muerto.

Su aspecto delicioso me impulsa a darle una mordida, pero la guardo en mi bolsillo: quizás la necesite esta noche. Las horas se vuelven eternas esperando a Finn.

                                                                      ~~~

No estoy segura qué hora es en este exacto momento. En la calle no hay relojes. Todo es silencio. 

Mientras camino pienso que las chances de que Finn se aparezca son escasas como el aire en mis pulmones. Mi respiración se agita a cada paso.

El bosque está especialmente oscuro esta noche y me hace ver aún más sola.

Me apoyo sobre el roble de madera gris y puedo sentir la soledad atorarse entre mis huesos.

Al alzar mi mirada algo capta mi atención entre tenebrosidad de los árboles: Finn.

Está sentado justo frente a mí, y su cabeza está cubierta con una capucha larga, por la que apenas puede vislumbrarse su cara.

- No pensé que te aparecerías por aquí ya nunca – Mis ojos esconden enojo mientras hablo.

- Lo siento. He estado pensando en lo que me sucede cuando estoy contigo.

- ¿Vienes a completar tu advertencia?

- No estoy seguro si podrás entenderlo.

- ¿Entonces qué haces aquí?

- Quiero invitarte a salir.

En este preciso momento puedo sentir como mi corazón se detiene por un lapso que quizás, no termine jamás.

El poco aire que queda en mi pecho se deshace en mi boca.

Sí. Quiero salir con él.

- ¿Y por qué iría a salir contigo? - Mi voz vibra entre los árboles que nos rodean y una parte de mí se arrepiente de estas palabras.

- Hagamos una apuesta Gretel. – Mientras habla esboza una mueca - Si adivino dos cosas sobre ti, aceptas la salida.

- ¿Y qué hay si no lo haces?

- Me lanzo al lago aquí y ahora, a mitad de la noche.

- ¿Ninguna opción conduce a rechazar la cita?

- Lo siento, pero esa alternativa no está en mis planes.

- De acuerdo. Acepto tu propuesta, pero sólo si cumples con una condición: puedo hacerte una pregunta y debes responderme con la verdad.

Lanza una carcajada.

- Estoy listo para lo que sea. ¿Comenzamos?

Por una razón que desconozco me tiemblan las piernas bajo el pantalón. Asiento con mi cabeza.

- Te pediré una sola cosa antes, y para asegurar una apuesta limpia. Quiero que pienses en un lugar fuera de aquí. De esa manera no dirás luego que adiviné por leer lo que pasaba en tu mente.

- Te tienes fe. – Mientras suelto las palabras una sonrisa se dibuja en su rostro.

Sé que a esta altura debería estar pensando en las montañas, o en el mar, pero lo cierto es que sólo puedo pensar en la forma en que sus ojos recorren mi cuerpo.

- Tienes una manzana en el bolsillo de atrás del pantalón.

No pudo verlo. Todo este tiempo estuvo frente a mí. ¿Cómo lo ha hecho?

- Te falta la segunda. – Mi mirada es desafiante mientras le hablo.

- Agarra la manzana.

- ¿Eso es una adivinanza?

- Muérdela y no digas nada.

No comprendo hacia dónde va Finn con todo esto. Estiro mi mano y agarro la manzana del bolsillo. La muerdo y puedo ver sus ojos grises disfrutar el momento.

- Sabe amarga, ¿No es cierto? – Su mirada se incrusta en mis ojos.

En ese momento puedo sentir que no entiendo nada en absoluto. La manzana, de color rojo profundo, de aspecto delicioso, sabe inesperadamente amarga.



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En el texto hay: misterio, intriga, romance adolesente

Editado: 14.08.2020

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