Parada frente a la ventana de la pequeña habitación, Hannah esperaba a que Daniel fuera por ella. El día anterior había cumplido dieciocho años y las reglas del orfanato establecían que, ya que era legalmente adulta, la institución no tenía obligación de velar por su bienestar.
Ella lo entendía perfectamente. Tenía dieciocho años viviendo en ese lugar, por lo que había visto centenares de jóvenes ir y venir. Algunos eran adoptados. Otros, cómo ella y Daniel, no habían tenido esa suerte. Cinco años habían pasado desde que si hermano, de crianza y de corazón, había abandonado aquel lugar, hoy era su turno.
Iba a vivir en casa de Daniel por qué él y su nuevo esposo, un prominente abogado, así lo habían dispuesto. Gabriel Rogers estaba tan enamorado de su esposo, que aceptaba cualquier locura que este le propusiera y si a eso le sumaban que adoraba a Hannah cómo a la hermana que nunca tuvo, le hacía tener el camino libre para ser aceptada en esa nueva familia.
La tía Lauren era una de las madres cuidadoras del orfanato. Ella había recibido a Hannah cuando llegó, a las pocas horas de vida, a la institución, por lo que la sentia como suya realmente. Tenía los ojos cristalizados, pero luchaba contra las lágrimas para no hacer triste el momento. Sabía que Hannah no se iría para siempre, sabía que esa niña tan dulce, tierna y soñadora siempre volvería al orfanato para seguir horneado pasteles para todos.
Hannah asintió y dió una última mirada al pequeño cuarto lleno de literas que compartía con cinco chicas más. Pronto ellas también se irían y otras ocuparía su lugar. Ese era el ciclo de esa vida.
Tomo la maleta con sus escasas pertenencias y salió. No llegó a la planta baja antes de encontrarse con un apresurado Daniel que venía corriendo por las escaleras y se detuvo abruptamente cuando vio a Hannah y a la tía Lauren frente a él.
Daniel sonrió con esa hermosa sonrisa que aguardaba solo para su hermana. Con una mano tomo la maleta de Hannah y con la otra su mano y salió corriendo en dirección a la puerta.
Llegaron a las afueras del orfanato con Daniel aún tomando la mano de Hannah y un divertido Gabriel los recibió apoyando sobre un auto. Abrió la maleta al tiempo en que Daniel empujaba a Hannah dentro del auto y dió la vuelta al rededor para subirse al asiento del conductor al mismo tiempo que Daniel entraba al puesto del copiloto. Toda la acción duro aproximadamente treinta segundos.
Hannah lo miro con la boca abierta. No entendía la necesidad de hacer una doble celebración. Nunca lo había hecho así que no entendía la necesidad de Daniel de volver a celebrarlo. Abrió su boca para explicarle que no hacía falta, pero Daniel ni siquiera la dejo emitir sonido alguno.
Hannah miro a Gabriel a través del espejo retrovisor y vio como este se encogía de hombros con una leve sonrisa. Pensó un momento en eso y decidió que su hermano tenía razón. Con un leve encogimiento de hombros se relajó mientras le sonreía a su nueva vida.
Por qué si, era una nueva vida, y ella iba a vivirla sin importar lo que el destino le tuviera preparado.